La serie, producida por el mismo Páez además de Juan Pablo Kolodziej y Mariano Chihade, cuenta con algunos datos curiosos que vale la pena resaltar. Entre estos, que está basada en la biografía autorizada por el músico, que para la elección del elenco hubo un casting de 5,000 actores, que algunas escenas se filmaron en Buenos Aires y otras en Colombia, que la dirección de los episodios estuvo a cargo de Felipe Gómez Aparicio y Gonzalo Tobal, que el protagonista es el actor argentino nacido en 1994, Iván Hochman, que todas los singles fueron cantados especialmente para la serie por el uruguayo de 33 años e imitador de Fito Páez, Agustín Britos.
La serie responde, sin duda, a la visión del músico de sí mismo y a sus coetáneos como representantes de una época en la que, como suele suceder a veces, confluyen varios personajes talentosos para tanto en conjunto como individualmente contribuir al desarrollo de un área artística determinada. En este caso, la música y, con mayor precisión, el rock and roll en español. Así, aparece la figura emblemática de un Charly García que nada más conocerlo descubre el talento natural de Páez y se lo lleva para que toque en su banda, la presencia de Juan Carlos Baglietto, la de Calamaro, la del no solo genial sino además extremadamente solidario Luis Alberto Spinetta, entre otros.
De la infancia de Páez destaca que su madre murió cuando era un bebé y por ello fue criado por su abuela paterna, sus dos tías y su papá. Ya de niño aprendió a tocar el piano que estaba en su casa y que había sido de su madre. Con un oído absoluto solo varios años después de darle clases, su profesor de piano descubrió que no sabía leer las notas en el pentagrama. Pese a ello, su habilidad innata y creatividad hicieron que, con el tiempo, se le conociera como «Chico piano», lo que leímos en un reportaje que hicieron sobre él hace varios años, aun cuando este hecho no aparece en la serie.
En el ámbito personal lo que marcó en definitiva la vida de Páez durante estos primeros años como músico fue el asesinato de su abuela y tías. Él se encontraba de gira fuera del país y el hecho tardó varios años en esclarecerse, pero el dolor y la indignación transformados en arte quedaron plasmados en el álbum Ciudad de pobres corazones que se editó el «15 de junio de 1987 y es considerado el disco más visceral del artista, un reflejo de toda la rabia que le había causado el asesinato de Delia y Pepa», según este artículo de La Nación.
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De alguna manera, para quienes hemos seguido la trayectoria de Fito Páez, esta serie nos conmovió. Por un lado, porque nos permite ver casi de primera mano cómo se desarrolla en medio de un ambiente determinado la vida y la creatividad de un genio musical como Páez. Por otro lado, porque también nos muestra cómo, pese a las contrariedades de la vida, gracias a su talento, determinación y apoyo, Fito Páez no solo sobrevivió, sino que se convirtió en un músico de talla mundial.
En nuestro caso, hemos tenido la oportunidad de asistir a dos conciertos de Páez. La primera vez en 2002, en una de las ocasiones en que vino a Guatemala. La segunda, en 2020, cuando vía online lanzó su concierto La conquista del espacio, un evento extraordinario en una época de incertidumbre.
¿Qué se puede decir de un músico que nos ha acompañado a lo largo de décadas? Nada más que darle las gracias tres veces. Para ello, tarareo su canción, mi favorita desde 1996, año en que apareció en el álbum Euforia, y es casi como mi himno de presentación: «Dar es dar/ Lo que recibes /Es también libertad».
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