Es eso, sin duda, lo que hace falta de manera urgente: una planificación integral a corto, mediano y largo plazo que permita mayor fluidez en el traslado de un lugar a otro. Dicha planificación no la hemos tenido hasta ahora y, si por casualidad existe, es desconocida por la mayoría, lo que en realidad la hace inoperante.
Consulto a la IA «Gemini» en torno a qué elementos se deben tomar en cuenta para la solución de la problemática del transporte en un país del tercer mundo. A los pasos que ahí se dan, y que pueden consultar quienes sientan curiosidad al respecto, hay unas cuestiones que vale la pena resaltar y otras que no se mencionan, pero que observé se hace en otros países y, de pronto, luego del estudio respectivo se podrían implementar.
Lo cierto es que decir que el problema del tránsito en la capital es complejo, es solo un lugar común. La falta de un transporte público seguro, rápido y eficiente, que además cubra todas las zonas y los municipios aledaños para que se reduzca el tiempo de traslado, parece un sueño imposible. Esta situación, aunada al pésimo estado de las calles, avenidas y carreteras aumenta las dificultades en el día a día. Es suficiente que se presente un percance menor en alguna de las avenidas o calzadas principales para paralizar por horas el flujo de vehículos. Todo ello ha generado que, en su desesperación muchos opten por adquirir una motocicleta para desplazarse.
En pocas palabras, el tránsito en la capital de Guatemala para quienes lo padecemos a diario es un infierno en el que los nueve círculos que propuso el poeta Dante se quedan cortos.
Lo peor del caso es que ninguna de las administraciones competentes pasadas ni presentes se han propuesto dar soluciones efectivas y realistas a dicha problemática. Si a ello aunamos políticas desacertadas de falta de comunicación como la que originó el caos vehicular hace unos días, realmente estamos lejos de encontrar una solución viable a esta exasperante situación.
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¿Qué hacer? Empezar por lo básico. Primero, implementar un programa de acción inmediata, a mediano y a largo plazo que abarque las distintas áreas. Es decir, infraestructura adecuada, transporte seguro y eficiente, regulaciones efectivas y realistas que beneficien a la mayoría y que esta acepte porque está convencida de que es lo que le conviene. Es cierto que existen innumerables limitaciones y hay un exceso de corrupción. Pero también están quienes trabajan con entusiasmo y dedicación porque consideran que todos merecemos un mejor país. En otros lugares, por ejemplo, enseñan a los niños de la primaria a manejar bicicleta y les dan un certificado de educación vial una vez que terminan con la práctica y la teoría.
¿Por qué no invertir en la compra de unas bicicletas para que los niños tengan acceso a estos conocimientos? ¿Por qué no implementar otro tipo de actividades de esta índole en la secundaria y el nivel medio? Es urgente que se genere un proyecto integral de largo alcance en el que mientras por un lado se eduque a la población de todas las edades y bajo distintas modalidades, por otro, de manera paralela, se arreglen las calles y carreteras, se mejore la seguridad en el transporte colectivo, se regule el paso de vehículos pesados y el mantenimiento de calzadas y avenidas solo en la madrugada y no en horas pico.
Ello, por supuesto, sumado a la mejora de condiciones de vida de toda la población para que al menos contemos con la esperanza de, algún día, convertirnos en el país que merecemos ser y tener.
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