Ese algo está en todas las áreas que se enseñan y me tortura más cuando se trata de ciencias, no porque sean más importantes, sino porque son las más desconocidas y las que mejor conozco. Malos el currículum, los recursos, los libros, los maestros, la formación, las instalaciones, todo malísimo. Todo es culpa de alguien más, ese mismo alguien que tiene que resolverlo.
Para el puñado de científicos que gracias a –o a pesar de− nuestro sistema educativo, hicimos nuestros estudios en cien...
Ese algo está en todas las áreas que se enseñan y me tortura más cuando se trata de ciencias, no porque sean más importantes, sino porque son las más desconocidas y las que mejor conozco. Malos el currículum, los recursos, los libros, los maestros, la formación, las instalaciones, todo malísimo. Todo es culpa de alguien más, ese mismo alguien que tiene que resolverlo.
Para el puñado de científicos que gracias a –o a pesar de− nuestro sistema educativo, hicimos nuestros estudios en ciencias, es muy fácil decir “¿a nosotros qué nos importa?”. En nuestro campo, mientras más se avanza, la didáctica pierde importancia –aunque se agradece si existe. Uno persigue las disertaciones de las grandes mentes que aparecen con algo que enseñar, lo cuenten como lo cuenten.
Al hablar de la capacidad del país para hacer ciencia surge el término “masa crítica”. Conclusión: hay que producir más científicos. Problema: los niños no quieren serlo, la ciencia los tiene espantados, si acaso la conocieron. Entonces sí nos importa: hay que cazar a los estudiantes desde la escuela. Varias actividades sirven a este fin, a cazarlos, no a mejorar lo que aprenden en la escuela. Ojo, sin esto último es imposible interesarlos y, como no vamos a enseñarles nosotros, hay que formar a los maestros. Abundan críticas para ellos, muchas acertadas, pero hay otro lado en esta historia: su formación, su sapiencia o ignorancia, es fruto de nuestro sistema educativo, ése que dice aplicar la mejora continua y demás. Si de profesores de ciencias hablamos, la mayoría están especializados en física y matemática o en química y biología. Ahora les exigimos enseñar un programa de estudios que mezcla todo en un solo curso. Salir de ese embrollo no es cosa sencilla.
Hablamos frecuentemente de la mediocridad del magisterio (y recibo el insulto en mi calidad de maestra de educación primaria urbana) como si la mediocridad fuera propiedad exclusiva del gremio magisterial. Mediocres hay en todas partes y por montones. Así como también hay gente excepcional en todas partes, incluidos los maestros. Esta gente es la que hace la diferencia y a ellos hay que apostarle.
Un ejemplo es la iniciativa de la Unión Astronómica Internacional –IAU-, que ha puesto su confianza en esta gente excepcional y ofrece la oportunidad de aprender para enseñar mejor por medio del programa NASE –Network for Astronomy School Education. Científicos de calibre mundial viajan por el mundo para formar instructores con conocimientos sólidos de astronomía, que luego formarán a otros profesores. El curso NASE se realizó por primera vez en Guatemala el año pasado, con serias dificultades por un “malentendido" con el Ministerio de Educación, y produjo el primer grupo de instructores. Este año, en su segunda edición, se realizó como se debe con el apoyo del Programa Galileo de la Olimpíada Nacional de Ciencias. El primer equipo de instructores trabajó en la formación del segundo, bajo la supervisión de la directora del programa en la IAU, mientras se impartía un curso de enseñanza de la astronomía a un grupo de profesores de enseñanza media. Astronomía haciendo, tocando, mirando, disfrutando. Y va de nuevo que para qué diablos sirve la astronomía. Aquí, ofrece la oportunidad de ver varias ciencias entrelazarse y complementarse para explicar lo que nos rodea –ese gran problema del programa de ciencias. Vi a maestros –la gran mayoría mujeres− riendo como niños, maravillados, divertidos, agradecidos viviendo la experiencia de hacer ciencia con materiales que encuentra en cualquier casa.
No eximo de su responsabilidad a los grandes actores de la educación guatemalteca: señores, ¡hagan su trabajo! Mientras tanto, aquí aportamos lo que nos toca. Si eso produce en los adultos, estoy segura de que los niños a quienes ellos enseñen harán esos mismos ojitos de emoción. Aprenderán jugando acerca de ese cielo bajo el cual todos vivimos y, a través de él, accederán a las explicaciones de cómo funciona el mundo que los rodea. Se enamorarán de la posibilidad de aprehender el Universo. Algunos serán científicos. Sí, así de fácil.
*It’s so easy, canción de la banda Guns N’ Roses, del álbum Appetite for Destruction (1987).
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