Esta edición se desarrolla en el marco de una coyuntura interesante para el país, en la que se discuten las reformas al pensum de la carrera magisterial. Pero más allá de ello, un momento en el que se evidencia, no solo en Guatemala, sino a nivel latinoamericano, la deficiencia en la formación ciudadana per se.
Mientras en México son los estudiantes quienes llevan la batuta de uno de los movimientos políticos más importantes de su historia, en Guatemala se ha demeritado la voz y el papel del estudiantado, que si bien estos dos movimientos no tienen el mismo fin, son trascendentales para cuestionarse la formación y el papel del ciudadano en nuestros días.
Enrique González Pedrero, dentro de su artículo “Otro Estado, otra cultura” (Revista de la Universidad de México, julio 2012) pone los puntos sobre las íes discerniendo sobre la ausencia de ciudadanos en un país que nunca se dedicó a formarlos. González Pedrero dice: los ciudadanos no nacen, se hacen, se forman a través de la educación y la cultura que enseñan a pensar, paso previo al hacer, y como nunca hemos tenido una política educativa sistemática y permanente, porque nuestro sistema métrico sexenal inventa el hilo negro cada seis años, hay ciudadanos porque así lo manda la Constitución, ciudadanos de jure, cuando se cumplen los 18 años y se tiene “un modo honesto de vivir”, pero no por conciencia de serlo, es decir, ciudadanos de facto.
Mientras en México cambian las cosas cada seis años y se botan los planes y proyectos instalados por el gobierno en turno, a nosotros el aire nos dura cuatro. La reflexión de González Pedrero es aplicable a nuestro país así como a la mayor parte de países latinoamericanos. Son escasos los gobiernos que dan continuidad a los procesos, más escasos aún los Estados que se han preocupado por la formación de ciudadanos que aporten a la construcción de un país.
FILCEN y FILGUA son pues, dos iniciativas que sustituyen en una mínima escala, el inexistente papel del Estado en proveer y fomentar al pueblo la cultura y por tanto la lectura. En palabras de Lucrecia Ardón, directora de la Feria, podemos apreciar el absoluto desinterés que tiene nuestro país (como Estado) en estas iniciativas “en el resto de países las ferias del libro son organizadas y financiadas no por el gobierno en turno, sino por el Estado, son asunto de Estado y en Guatemala la feria se realiza gracias a un cúmulo de voluntades, si bien administradas por la Gremial de Editores, voluntades personales y de organizaciones que apoyan para que se lleve a cabo casi milagrosamente una feria de esta naturaleza”.
Al preguntarle a Lucrecia sobre la participación del magisterio y el Ministerio de Educación dentro de la Feria, nos comenta que es mínima en relación a la participación que un Ministerio de Educación podría tener. En esta ocasión el MINEDUC está colaborando con una jornada pedagógica dirigida al gremio magisterial. “El problema es que los maestros en general no leen, por eso no se puede esperar que impulsen a sus alumnos a leer si no hay una lectura constante por parte de los propios maestros y mucho menos una cultura del ocio, del entretenimiento, del aprendizaje a través de la lectura. Creo que no me engaño al decir que los maestros que leen al menos cinco libros en un año, son aquellos que van a la universidad, es decir que leen los libros que les dejan en la universidad para estudiar”, señala Ardón.
¿Qué podemos esperar entonces de un país que no lee, que tiene acceso limitado a la cultura, al que no se le fomenta el pensamiento?, la respuesta es clara, una nula participación en los procesos políticos sociales, una clara ausencia ciudadana y por supuesto la reticencia de una sociedad mediatizada a involucrarse en la resolución de los problemas que le atañen.
Queda pues en manos de los maestros y de la ciudadanía en general corroborar las palabras de la directora de la Feria o bien demostrar su interés por la cultura escrita asistiendo a alguna de las más de 300 actividades organizadas en el marco de Filsen-Filgua.
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