Pero no sólo. Este tipo de acciones, fundamentadas en una forma de entender el mundo que no acepta el derecho al disenso, demuestran que el rasero desde el cual juzgan la realidad es aquel que parte de su entorno inmediato, de sus vivencias, sin tomarse la molestia de mirar un metro más allá de su nariz. Para estas personas existe una sola realidad: la suya y si no pueden controlar lo que quieren entonces aplican medidas aleccionadoras que varían en su dureza de acuerdo con el “pecado”.
Quienes firmaron la carta y aquellos que levantan la voz contra la campaña no deben haberse enterado de que en Guatemala durante 2010 hubo dos partos de niñas de 10 años, 23 de niñas de 11 años, 68 de niñas de 12 años, 262 en niñas de 13 años y mil 279 en niñas de 14 años (http://www.elperiodico.com.gt/es/20110302/pais/191714/). Son niñas pariendo niñas y niños, la mayoría de ellas fruto de violaciones sexuales.
La Asociación por los Derechos de las Mujeres y el Desarrollo —AWID por sus siglas en inglés— realizó en 2007 una amplia investigación a nivel mundial sobre el impacto de los fundamentalismos en la vida de las mujeres y sostenía en aquella oportunidad que “un factor significativo en el auge actual del fundamentalismo religioso es la reacción contra los avances en la condición de las mujeres, su mayor autonomía, y el reconocimiento de nuevos marcos de referencia para los derechos humanos” (www.awid.org). Esta afirmación cobra en nuestro contexto una vigencia inobjetable.
La misma investigación determinó que los cinco impactos más sentidos que las personas entrevistadas mencionaron estaban relacionados con las limitaciones en los derechos a la salud y reproductivos, menos autonomía para las mujeres en general (por ejemplo, la imposición de códigos de vestimenta o el reforzamiento de la desigualdad que afecta a las mujeres en la familia), una mayor violencia contra las mujeres, restricciones a los derechos y libertades sexuales, y menos derechos para las mujeres en la esfera pública. Por eso no es exagerado debatir a partir de lo que algunas considerarán una “simple carta” o un pequeño hecho aislado.
Pero no hay que equivocarse, éste no es un “problema religioso”, sabido es que hay muchas personas religiosas que no son fundamentalistas, el problema es político. Lo que hay detrás de esas acciones oscurantistas es una propuesta política conservadora que apunta a capturar ciertos espacios políticos —y algunos hasta la captura del Estado— para mantener el control. En algunos casos, su lógica mesiánica sueña con un reordenamiento completo de la sociedad.
Por este motivo no es desatinado ni está fuera de agenda discutir hoy sobre el impacto de los fundamentalismos. La campaña electoral ya comenzó y parece haber “muchas propuestas y candidaturas”, pero tras esa aparente pluralidad se esconde mucho de lo mismo y mucho que ya se perfila como propuestas de control por la vía del amedrentamiento, la restricción e inobservancia de derechos.
Primero se llevaron a los negros,
pero a mí no me importó
porque yo no lo era.
Enseguida se llevaron a los judíos,
pero a mí no me importó,
porque yo tampoco lo era.
Después detuvieron a los curas,
pero como yo no soy religioso,
tampoco me importó.
Luego apresaron a unos comunistas,
pero como yo no soy comunista,
tampoco me importó.
Ahora me llevan a mí
pero ya es tarde.
Bertold Brecht
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