El Día Internacional de la Mujer, decenas de niñas y adolescentes murieron calcinadas. Un mes después arden bosques de la sierra de las Minas y de la Reserva de la Biósfera Maya (RBM) en el Petén.
No es cualquier área la que se está incendiando. De acuerdo con su Plan maestro (2015), la RBM es el complejo de áreas protegidas continuo más grande de Centroamérica, con una superficie equivalente al tamaño de El Salvador, Israel o Eslovenia. Junto con áreas colindantes con Belice y México conforma el bloque más grande de áreas silvestres de toda Mesoamérica, el parche de selva tropical más extenso después de la Amazonía.
Es una de las siete reservas de biósfera con un sitio declarado patrimonio cultural y natural de la humanidad (el parque nacional Tikal). El sitio arqueológico El Perú-Waka’, ubicado en la RBM, es el principal sitio de anidación y conservación de especies como la guacamaya roja (uno de los últimos para estas aves), la tortuga blanca, el tapir y el jaguar.
La RBM contribuye a la estabilización del clima local, pues atenúa los impactos del cambio climático. No obstante, la creciente movilidad humana hacia el Petén desde finales de la década de 1950, el crecimiento demográfico, el establecimiento de comunidades, la deforestación para el desarrollo de actividades extensivas como la ganadería, el establecimiento de pistas de aterrizaje para el tráfico de droga y el tráfico ilícito de flora y fauna silvestres han provocado la reducción de la selva petenera.
El fraccionamiento de terrenos en propiedades individuales favorece la compraventa, con lo cual principalmente los ganaderos obtienen ventaja: compran tierras y las acumulan hasta hacerse de latifundios. Quienes venden se ven obligados a movilizarse a otras áreas de la RBM: se estima que hasta el 60 % de los habitantes del área son pobres, el 35 % extremadamente pobres y solo el 10 % acomodados.
Quizá no estemos tan lejos de una de las teorías que explican el declive de la civilización maya clásica en las tierras bajas del Petén. Algunos científicos sostienen que la alta densidad poblacional condujo a la tala de los bosques y al deterioro ambiental, lo cual generó conflictos sociales severos que a finales del siglo VIII produjeron el colapso del sistema político monárquico que dominaba a las ciudades. Y desde inicios del siglo IX la población del Petén fue desplazándose poco a poco, principalmente a regiones del norte.
Sin embargo, en vez de adoptar políticas responsables y prudentes que eviten los posibles errores de nuestros antepasados, hoy vemos cómo la negligencia y la indiferencia caracterizan el actuar de las autoridades del Gobierno, en tanto las asignaciones presupuestarias para la protección ambiental continúan raquíticas. Como resultado, año tras año ocurren incendios en el Petén y se ignoran las denuncias por la apropiación de tierras y por las actividades ilícitas que están desplazando personas. Lo único que el Gobierno mal hace es repetir año tras año la que debería ser la última de las medidas reactivas: declarar el estado de calamidad.
Por su parte, el Congreso quiere otorgar privilegios e impunidad a los ganaderos y a los narcoganaderos, pese a que son los principales señalados de provocar los incendios en el Petén y el desplazamiento de personas, de modo que reducen los bosques y contribuyen al calentamiento global y al cambio climático.
Posiblemente el régimen social, económico y político de nuestros antepasados colapsó por el crecimiento poblacional y el deterioro ambiental desmedidos. En el nuestro, en hogares seguros se queman niñas y las áreas protegidas no protegen porque se queman bosques. Es negligente y, el colmo, busca privilegiar a quienes provocan incendios en el Petén.
Si continuamos ignorando las lecciones de la historia y menospreciando la vida, ¿qué futuro nos espera?
Nos pierde
la codicia de los menos,
la cobardía de los más,
la irracionalidad de todos.
Falta lenguaje
para decir
el horror que viene.
Pero tú ya lo sabes:
donde termina el reino de la mercancía
comienza la vida…
J. Riechmann
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