Disfruto nuestros momentos de juegos de mesa con tu familia. Me agrada que tu hermano se preocupe siempre por reconfortarme para que no esté triste por escapar de casa y declinar la beca para estudiar en Salamanca. Me da nostalgia esta época porque no podré compartir con mis hermanos. Sé que nuestro amor lo vale. ¡Estoy tan enamorada! Me siento dichosa al saber que me amas tanto.
20 de octubre. ¡Hoy tengo una reunión con mis amigas! Vamos a celebrar nuestra graduación. No estoy tan segura de ir. Me da pena dejarte. Desde anoche te sientes mal. Eres tan comprensivo: me dices que no me preocupe, que vaya y la pase bien. Me dices que, en caso de que te sientas muy mal, te alcance en el hospital. ¿Cómo podría? Definitivamente no podría sentirme feliz si tú estás mal. Decidí quedarme a tu lado para cuidar de ti. ¡Ya habrá tiempo para celebrar después! Sé que estoy haciendo lo correcto porque dices que mis cuidados te hacen sentir mejor.
22 de octubre. Mis amigas preguntan por qué no las he podido ver. Noté que te disgusta que responda mensajes, aunque has revisado el teléfono y comprobaste que solo con ellas hablo. Hoy, cuando me llamó la Ale, aunque no respondí, noté que te disgustaba esa amistad cuando te levantaste de la mesa y le diste un fuerte golpe a la pared. ¡Te reventaste la mano!
14 de noviembre. Amanecí con cólicos. Mi síndrome premenstrual profundiza mi nostalgia por mamá y mis hermanos. Recibiremos visita en casa: vendrán los amigos de tu hermano. No tengo ánimos de atenderlos porque, cuando beben mucho, son patanes y dicen groserías. Me quedaré recostada. Gracias por comprenderme.
No entiendo este repentino cambio de opinión. Escuché a tu hermano decir que debes enseñarme quién manda. Espero que entienda. No estoy dispuesta a lidiar con sus amigos borrachos.
[frasepzp1]
15 de noviembre. Hoy amanecí dolorida, desconcertada. ¿Cómo llegué a la cama? Me arrancaste cabello, me tiraste al suelo y me duele el pecho porque te sentaste encima de mí. Tengo hematomas en el cuello. ¡Intentaste asfixiarme! Lamento haberte aruñado el rostro. Eso te molestó más. Pienso que, de no haberlo hecho, no me habrías pateado con tus botas con punta de acero. Perdón. Sentí que ibas a matarme. Exageré.
Tu mamá tiene razón. Si hubiera atendido a tu hermano y a sus amigos, no te habrías enojado. «El matrimonio es así», me dijo. «Unos días serán buenos y otros no». Tengo que poner de mi parte. Este amor no puede fallar porque mamá sigue molesta conmigo por haber escapado.
Desperté, me asusté y me alejé. Vi dolor en tus ojos. Lloraste mucho. Como dices, mi egoísmo no me dejó notar que te llevé al límite. Prometo no volver a ser tan egoísta. Voy a madurar. Sé que estás arrepentido. Debo aprender a compartir en paz.
Gracias por cuidarme. La enfermera preguntó si quería denunciar «algo». Dije que fue un asalto. Respondió que en un asalto no te quiebran las costillas. En la nariz y en la boca, a pesar de lucir tan mal, no hay quebraduras. Volver con mamá no es posible. Sigue enojada conmigo. Me dices que, si te dejo, te quitarás la vida. ¡Bobito! No voy a dejarte. No te pongas triste. Esta lección fortaleció nuestro amor, que todo lo tolera, todo lo acepta, todo lo perdona. Es suficientemente fuerte para estar juntos hasta que la muerte nos separe. Sé que no volverá a suceder.
Pasaron los años. La manipulación y los golpes fueron cada vez más fuertes y constantes, hasta delante de tus padres. Te creí cuando me decías que nadie quería a una mujer «usada», que no sabe servir a su marido. Fue hasta que golpeaste a la nena y le zafaste el brazo cuando logré reaccionar. No puedo permitir que ella muera a patadas, como mis embarazos anteriores.
Existen síntomas que, al enamorarnos, algunas no podemos ver a causa del amor romántico que nos vende esta sociedad. Tengan cuidado. Escapen de una relación de abuso mientras estén con vida.
Jeanet me pidió que se lo advirtiera a ustedes diez años después de que ella escapara para salvar su vida.
Más de este autor