Supongo que, por efectos de la pandemia y la obligada hora antes de la cena en un limbo de actividades, pude al fin terminar el libro, que no me gustó en ningún momento. Miller, al igual que Céline, muestra una preferencia por describir cosas desagradables en boca de un personaje que más parece un pájaro de mal agüero que un hombre. Le gusta París porque le desagrada. Y así, todas las mujeres tienen enfermedades de transmisión sexual, todos los hombres son un fracaso, la ciudad apesta y siemp...
Supongo que, por efectos de la pandemia y la obligada hora antes de la cena en un limbo de actividades, pude al fin terminar el libro, que no me gustó en ningún momento. Miller, al igual que Céline, muestra una preferencia por describir cosas desagradables en boca de un personaje que más parece un pájaro de mal agüero que un hombre. Le gusta París porque le desagrada. Y así, todas las mujeres tienen enfermedades de transmisión sexual, todos los hombres son un fracaso, la ciudad apesta y siempre es de noche. Ni la primavera se salva de lo sórdido y llena de charcos las calles sucias. Me preguntan, al verme con cara de disgusto, por qué insisto en leer estos libros, y resulta una respuesta menos literaria que pragmática: la vida tiene a veces un sabor amargo y solo querer oler a rosas nos deja descubiertos para recibir cualquier tipo de golpes sin estar preparados.
No hay forma de cocinar bien sin mezclar sabores y poner un poco de contraste entre lo salado y lo dulce. Es ampliamente sabido que las fragancias usan sustancias tipo el almizcle para que el trasfondo del aroma no sea solo bonito. La vida, en su máximo de esplendor, es tanto más preciosa porque sabemos que tiene fin.
En ningún momento estoy romantizando la desgracia. Solamente la acepto como parte de lo que viene por el simple hecho de estar vivos. Una gran dificultad que tienen las generaciones que se gradúan de los colegios en estos tiempos es darse cuenta de las adversidades que les tocan. Las relaciones tienen que ser como se miran en las redes, los trabajos tienen que llenar todos los anhelos de realización y mantener una vida feliz es tan fácil como tomarse una buena selfi. Las cosas que siempre son bonitas son artificiales, así como las cosas que solo son difíciles son insoportables.
[frasepzp1]
Así pues, libros sórdidos como Trópico de Cáncer tienen el mérito de no tener miedo de enseñarnos lo sucio. Las películas sin finales felices, hasta sin finales definidos, reflejan mejor la vida y nos ayudan a no sentirnos solos en nuestras tribulaciones. Las fotografías de personas que no sonríen nos demuestran que no todo el mundo es feliz todo el tiempo. Tal vez así aprendemos a sentir toda la gama de emociones, hasta las que duelen, y, por este camino, a tener empatía con la gente que sufre. Si nos acostumbramos a ver las partes oscuras, las desmitificamos y tal vez encontramos una mejor forma de solucionarlas, ya que son comunes a todos los seres humanos.
Es difícil en estos tiempos no querer escaparse a algo más feliz que la incertidumbre que nos aprisiona. Claro que es bonito fantasear con amores que terminan donde dice «y vivieron felices para siempre». Porque nos toca a nosotros otra clase de continuación. Pero no es real y esas expectativas son las que nos rompen al final del día. Por tanto, los libros feos hay que leerlos precisamente por eso: porque lo son. Además, cuando los terminamos, hay una sensación de liberación.
Si tienen alguna obra que les haya impactado por difícil, compártanla. Es entre las presiones donde mejor se crece.
Más de este autor