Ese sábado lloramos y mucho, levantamos las manos como queriendo alcanzar el cielo, luego de una milésima de segundo de silencio, un grito de alegría hizo vibrar las casas, las calles, las montañas y los volcanes que rodean este valle de las diez sabidurías, la gente se abrazaba sin importar quién es, energía telúrica, volcán de voces estallando.
En el mismo lugar que la historia registra como el espacio en donde se encontraba el centro de la ciudad k´iche´ previo a la invasión española y que ahora es, en una parte, el estadio Mario Camposeco, los jugadores corren de un lado a otro, fusionados en abrazos que la televisión y las redes sociales transmiten en vivo. Pero no sólo ellos. Mujeres, hombres, abuelas, abuelos, niñas y niños rendidos «al puro goce del cuerpo que se lanza a la prohibida aventura de la libertad», dijera Galeano. El fuego que alguna vez encendieron nuestras y nuestros ancestros, sigue con vida.
«El fútbol es la cosa más importante de las cosas menos importantes», categórica frase que algunos atribuyen al entrenador italiano Arrigo Sacchi y otros al exjugador argentino, Jorge Valdano. Pero es así, hay problemas en todos los niveles, así es la vida, vemos con frustración un país cooptado por mafias y tiranos, un fútbol que nos ha dado más decepciones que alegrías, el encarecimiento de la canasta básica, el desempleo, las separaciones, un sistema económico agresivo que se ha apropiado todo, hasta de nuestras alegrías, pero lo que pasó esa noche en mi pueblo dejó por un momento al lado todo, fue la oportunidad para sentirnos niñas, niños y permitirnos reír para pensar que, a pesar de todo, es posible al menos por un día, por una noche, encontrar la gloria.
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En 81 años de existencia el Club Xelajú MC solamente ha sido campeón en seis ocasiones y esto también es producto de un sistema desigual y centralista que ha sido aprovechado por los grupos de poder que están metidos en todo, hasta en el fútbol. Por eso, quizá, un campeonato acá, en esta parte del territorio que conocemos como Guatemala se disfruta mejor, porque la hazaña es doble, un cuerpo social reprimido que vive la victoria en el terreno de juego, en la grada, en el corazón.
A varios días de aquel sábado que quedará guardado en los anaqueles más profundos de la memoria individual y colectiva, sigo creyendo que la sexta luna la ganamos todas y todos, en la cancha, pero también en todos los rincones de esta ciudad, la ganó Julio, Salvador, Josué, Carmen Lucía, Giovanni, Luis, Marco, la ganó Sadi, Gabriela, Carlos Samuel, mi madre, mi padre, mi familia, todas aquellas personas que estuvimos ahí, cerca o lejos unidos en un mismo sentimiento.
Todo lentamente vuelve a la calma y a la tediosa cotidianidad y aquel día es también recuerdo, pero no somos los mismos, claro que no, nadie podrá quitarnos la oportunidad y la excusa para celebrarnos.
Xelajú Campeón, qué frase tan inmensa.
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