He tenido la suerte de trabajar en la ciudad, durante los meses de octubre y noviembre, con un asombroso grupo de voluntarios. Juntos desarrollamos una campaña de recolección de útiles escolares usados, como cuadernos y mochilas, que reacondicionamos y posteriormente trasladamos a mi comunidad. Allí, líderes comunitarios, esta vez niños y jóvenes del pueblo, trabajan 200 horas en diciembre limpiando y organizando el material para entregarlo en mejores condiciones. El resultado es que, todos los años, más de 700 estudiantes con pocas oportunidades pueden asistir a la escuela con los útiles necesarios al comenzar el siguiente ciclo escolar.
En una ocasión, la directora de la escuela rural El Mezcal se acercó a contarme uno de tantos casos: el de Casilda, su madre y su hermana. Luego de la reciente separación del padre, las tres se quedaron sin vivienda. Improvisando, levantaron una choza de palos y de plástico. Casilda, una estudiante aplicada, prefiere siempre hacer la tarea de la escuela con un lápiz de mina afilada. Un día, volviendo de la escuela, encontraron que su pequeña casa había sido totalmente consumida por un incendio. Para colmo de la mala fortuna, cuando la delgada punta del lápiz agujereó la bolsa plástica que cumplía la función de un bolsón, Casilda lo extravió. Comentaba la seño Mary que esto terminó de contrariar a la angustiada mamá, quien terminó retirando a las niñas de la escuela. Venía a suplicar que incluyéramos a ambas chicas en el programa de entrega de útiles escolares para el año siguiente, solicitud que inmediatamente acepté.
La filosofía de esta campaña es impresionante porque con perseverancia ha modificado las conductas generadas por el asistencialismo de los programas sociales. Todos los estudiantes pagan su bolsa escolar con ecoladrillos, botellas plásticas rellenas de empaques no reciclables. Así, en vacaciones, los niños y las niñas de mi comunidad que no tienen los medios para estudiar fabrican acuciosamente ecoladrillos que, además de servir como moneda, pueden ser utilizados como material de construcción. Esta labor constituye también una eficaz técnica para extraer contaminación del hábitat del quetzal, ya que en cuatro años se retiraron más de 10 millones de empaques. Es así como ahora las calles de mi pueblo lucen impecables. En enero, las madres de algunos niños deben viajar a comunidades vecinas en busca de desechos para poder obtener útiles.
A Casilda y a su hermana, un simple lápiz les cambió la vida, y ellas pudieron volver a la escuela. Las condiciones de pobreza y educación de los niños y las niñas de comunidades rurales son dolorosas. Estamos fastidiados de escuchar la trillada frase de enseñar a pescar sin que se haga nada concienzudamente. Debemos procurar una educación integral de calidad, eficaz y digna, que les permita adquirir las competencias necesarias para acceder a empleo, trabajo decente y emprendimiento. Sabemos que la corrupción, que está de moda, disminuye la capacidad del Estado de impulsar políticas públicas inclusivas. Si queremos un cambio que tenga impacto, la correcta asignación y ejecución del presupuesto del Estado debe ser objeto de una auditoría social permanente.
Aunque sabemos que no es una solución colectiva, estamos convencidos de que por algún lado debemos comenzar. Apoyamos organizaciones comprometidas a acompañar estas acciones y oportunidades porque permiten que niños como Casilda puedan tener acceso a una formación de calidad si no en igualdad, al menos en mejores condiciones. Nosotros participamos porque nos devuelve la esperanza en la humanidad. Solo así podemos darnos cuenta de que existen muchas personas que quieren superarse y no pueden. Exponemos así que las cosas sí se pueden cambiar cuando se hacen correctamente.
Es tiempo de iniciar el cambio que queremos para Guatemala o seguiremos en lo mismo.
Si desea contribuir con útiles o libros para iniciativas comprometidas con niños y jóvenes, me permito sugerirle algunos contactos: Yo’o Guatemala/Biblioteca Licenciado Bernardo Lemus (3008-7945); María José Yurrita, Sololá (4214-3156); Mildred Barrios, San Marcos (5410-4765); Biblioteca Paco Piñas, Chimaltenango (4167-2417); Club de Leones, Antigua Guatemala (54092-5825), Proyecto Andasolo, capital (502-3126-2761), Biblioteca de María, capital (502-5316-9803).
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