No lo cumplí del todo. En el camino se colaron Svetlana Alexiévich, Francisco Goldman, Cho Nam-joo y Olga Tokarczuk (sin arrepentimiento, lo confieso). El intercambio —esa conversación entre múltiples voces— que he mantenido con mujeres de mi generación criadas en contextos similares y a la vez disímiles me ha llevado a adentrarme en la reconfiguración constante de mundos a partir de este mundo que estoy siendo. Soy yo y soy otras, muchas y varias a la vez. Me habitan otros cuerpos y otros imaginarios.
La lectura posibilita un lugar —como tantos otros— en los que las ideas y las emociones pueden florecer, donde surge el juego de hacer memoria desde la imaginación (la memoria y la imaginación siempre van de la mano). Indagaciones, brincos espaciotemporales que afectan materializaciones —memorias no como lenguaje, sino como comportamiento—. Leer permite hacerse de otras lentes para adentrarse en las realidades que nos atraviesan y que conformamos. Acaso los mundos están siempre hechos de acuerdos y negociaciones. Y los mundos cambian según el tipo de negociaciones. Laia Jufresa escribe: «Lo que me gusta de escribir es ver las letras llenando la hoja falsa en la pantalla. Algo tan aparentemente simple, tan perfectamente alquímico: negro sobre blanco. Inventar mundos y levantarlos. Falta una coma. La pones. Ahora no falta nada. Lo que este texto necesita está aquí… Los silencios y los espacios…: lo inefable. Todo lo que le falta a este texto, sus carencias y omisiones, está aquí».
En medio de la pandemia, Valeria Luiselli posibilitó paisajes sonoros que se hicieron puentes y planteó alternativas para la transformación que ya las circunstancias forzaban. «Dejar una vida. Dinamitar todo […] Dejar sillas vacías en las mesas que se compartían con las amistades, no a modo de metáfora, sino en verdad, dejar una silla, volverse un hueco para los amigos, permitir que el círculo de silencio en torno a uno se ensanche y se llene de especulaciones». Capaz de llevarme de la risa (con sus Dientes) al llanto (en el Desierto), Luiselli me extendió una invitación que agradezco infinitamente: la de adentrarme de nuevo en la lectura de ficción con la pasión con la que hacía mucho tiempo no lo había hecho.
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En las páginas —con sus silencios y espacios— de Mariana Enríquez, la depresión y la ansiedad son como en realidad se experimentan: como médiums conscientes de la riqueza de sus habitantes, pero sin poder, la mayoría de las veces, entenderlos. Fantasmas atados a la historia de países con heridas comunes: regímenes militares, desaparición forzada, femicidios. Las espectralidades que surgen de sus líneas interpelan a cualquier lector mínimamente sensible: ¿quiénes faltan? La sola pregunta podría anunciar modos alternativos de saber y de devenir.
Los peces de Guadalupe Nettel, primero, y luego sus maternidades —pájaros que invaden nidos y nidos que surgen inesperadamente— generan nuevas figuraciones a partir de una familiaridad que se desplaza y se abre. Sus giros se presentan como sugerencias para ponerse trampas que eviten seguir por las mismas rutas y reforzar los mismos patrones. Nettel no narra, construye.
Los kentukis de Samanta Schweblin nos miran con mirada vigilante, testigos nunca inocentes de los efectos que estas prótesis tecnológicas que usamos a diario tienen en nuestras relaciones, en nuestros cuerpos y en el planeta. «La evaluación de los daños llevó tres sesiones en una misma semana y una visita a la comisaria a la que fueron los cuatro: un padre, dos locas y un chico; o tres adultos y un chico; o un chico que nunca debió haber ido a una comisaría y que se merecía a alguien mejor que cualquiera de esos tres adultos».
Las autoras no necesitan de fronteras como categorizaciones, pues su literatura no es más que eso al final de cuentas. Pero sumergirse en su lectura significa adentrarse en todo lo que nos ahoga, y aun cuando nos recuerdan la tragedia, la muerte o el dolor en mundos organizados por lógicas distintas y que en la mayoría de los casos nos ofrecen herramientas para redescubrir las condiciones que permiten que surja lo que antes había sido anulado o no existía.
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