Este es un libro que reúne los ensayos de diferentes autores y autoras en torno a la vida y obra de la poeta, ensayista y periodista guatemalteca desaparecida en 1980.
En la historia de su familia —el padre anarquista, la madre latifundista, sus cinco hijos—, en su nomadismo –la diversidad de geografías que la habitaron—, en sus textos publicados e inéditos, y en la riqueza de sus vínculos, se siguen restableciendo conexiones y alternativas extrañas (fuera de lo común) de hacerse presente. De eso se trata, acaso, la escritura como práctica de coexistencia, el ejercicio de sacar a flote la potencia imaginativa del mundo, liberarla del letargo de la rutina y el hábito. Los libros de Alaíde Foppa, las reediciones de su trabajo y el rescate de textos inéditos hacen reaparecer, de improviso, su vitalidad. Cada publicación constituye, en las palabras de Vinciane Despret, un pequeño foco de «resistencia a la disciplina del duelo y de la racionalidad», es un espacio donde hacerle justicia a la herencia como «testimonio de la generosidad» de aquellos cuyo modo de existencia ha sido transformada radicalmente. En ello radica el ser irreversible de Alaíde Foppa, como dice Melisa Rabanales. Carolina Escobar Sarti escribe por su parte que «mientras van surgiendo las palabras, las imágenes se agolpan, y se llena una de Alaíde». La escritura no es una práctica simbólica o representacional sino la activación de afectos; no se trata de estructurar explicaciones o mediar el mundo a través del lenguaje sino de activar relaciones entre maneras distintas de ser (y por ende de sentir y pensar), en otras palabras, regenerar coexistencias.
Entonces, no solo la división temporal entre pasado-futuro se difumina, sino también la separación entre lo vivo y lo muerto, lo presente y lo ausente. Es algo más lo que se trama en cada publicación, aquello que se genera en medio, donde se producen los encuentros –incluyendo los que surgen en el tercer nivel de la Biblioteca Central de la universidad que describe Marian Godínez en su texto—. ¿Qué solicitudes nos hace Alaíde a través de este libro como ensamblaje? Una especie de banquete como el que imaginó Judy Chicago, cuya obra lleva a Carol Zardetto a imaginar un encuentro capaz de conjurar la necropolítica y la manera como se ha cristalizado en este territorio.
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Acoger la pluralidad de modos de ser de Alaíde Foppa no es una tarea sencilla. Quienes de alguna manera nos hemos convertido en sus colaboradoras, desde la escritura, la edición o el cuidado de su archivo, nos encontramos ante el desafío de atender preguntas que no pueden clausurarse en forma de respuesta. Nos volvemos receptoras de un don en su doble sentido: como regalo y como talento, y ello acarrea una enorme responsabilidad. Primero, porque las cláusulas del contrato son difusas y, segundo, porque sus demandas son contundentes. Cada proyecto se convierte así en un acto de justicia —su principal solicitud—, se instituye como una alianza, una red de solidaridades transtemporales, la activación de vínculos e intercambios de dones. Dice Despret que esa es la condición del don: «que sea bien recibido».
Alaíde Foppa cultiva múltiples espacios para el encuentro, relaciones cuyo efecto es el aumento continuo de la disponibilidad, desde el rescate de la historia de las mujeres en el arte y la literatura, como lo muestra Guisela López, hasta el «arte de la escucha en comunidad», desde un «oído sutil y sereno», como escribe Alexandra Ortíz Wallner. De allí que tuviera siempre la cautela al nombrarse parte de un nosotras desde la lucha feminista, entendiendo que no todas somos afectadas por igual, si bien somos atravesadas por problemas comunes, y que sus anotaciones se identifiquen más con un feminismo de la diferencia o interseccional, en su sentido no identitario. Lo muestra así Tania Pleitez Vela en su análisis de algunos de los programas de Foro de la mujer.
La potencia de la pregunta planteada por Yoshandi Navarrete: «¿Por qué seguir escribiendo sobre Alaíde Foppa?» es una invitación abierta para «honrar el problema» y afectarse por todas las voces a través de las cuales Alaíde sigue llamando y sus interpelaciones, las exigencias que impone a nuestros sentires y pensares. Las formas de disponibilidad que despierta en nosotras nos permiten situarnos-con entre multiplicidades (que incluyen otras formas de existencia, no solo con lo que consideramos presente o actual) y participar de otros modos de la responsabilidad y del apego, no anunciando un porvenir sino regenerando historias, tiempo inexplorado.
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