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Mariela SR, 35, durante la presentación de su libro "Mamá no estoy muerta". Simone Dalmasso

«Los adoptados ilegalmente somos las pruebas vivientes de lo que pasó», Mariela SR-Coline Fannon

Para mis hijos, mi mamá y mi papá (de Guatemala) también son sus abuelos, pero es complicado estar todos juntos.
El gobierno de Guatemala no puede cerrar sus ojos ante esto, porque estamos aquí y vamos a regresar.
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«Los adoptados ilegalmente somos las pruebas vivientes de lo que pasó», Mariela SR-Coline Fannon

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Guatemalteca y belga. Mariela y Coline. Dos identidades para una mujer que fue secuestrada cuando tenía dos días de nacida. A su madre biológica le anunciaron que había muerto y la habían enterrado como XX, sin nombre. La red de  adopciones ilegales que funcionó en Guatemala y Bélgica la mantuvo cautiva 11 meses, hasta que los Fannon vinieron por ella y la convirtieron en su hija.  La historia está disponible en un libro.

Mariela, como prefiere que la llamen mientras está en Guatemala, tiene 35 años y hace cuatro que se enteró de los pormenores de su adopción. Sus padres, los Fannon, le habían entregado su expediente desde hacía varios años, pero solo sintió la necesidad de escudriñarlo cuando se convirtió en madre.

[Nota del editor: Esta entrevista contiene un derecho de respuesta añadido el 22/02/2022. Puede consultarse al final del texto]

Sentir el movimiento de su hija en el vientre la llevó a pensar en su propio nacimiento y le revivió «el trauma de la primera infancia». No imaginaba su historia y se dedicaba a investigar sobre los trastornos del apego y las consecuencias de las adopciones tardías.

—Mamá, si tu eres de Guatemala, ¿soy yo, por lo menos, medio indígena?, le preguntó su hija a los cinco años.

Entonces comenzó la búsqueda de sus orígenes y una investigación que la llevó a descubrir que la separaron de su madre cuando tenía dos días de nacida y que la mantuvieron en cautiverio 11 meses, sin la debida atención médica ante una enfermedad que amenazaba su vida.

A Mariela no le ocultaron sus orígenes. Los Fannon deseaban adoptar y contactaron con una agencia autorizada por el gobierno belga para hacer el trámite en Guatemala. En su libro Mamá, no estoy muerta, Mariela cuenta cómo descubrió que fue víctima de una red de traficantes de niños y cómo fue la búsqueda y reencuentro con su mamá, sus hermanos, su padre y su otra familia.

Una de las operadoras más visibles de aquella estructura que hizo posible la adopción de Mariela, sin el consentimiento de su madre, fue Ofelia Rosal López de Gamas, ya fallecida, cuñada del dictador Óscar Humberto Mejía Víctores. En los 80 fue capturada en dos ocasiones, pero no hubo consecuencias y siguió sus actividades, que incluían trasladar a los niños hasta varios países de Europa.

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Las adopciones internacionales se convirtieron en un negocio millonario en el contexto del conflicto armado interno y solo se detuvieron en 2008 por presiones internacionales que llevaron a que el país ratificara la Convención de la Haya para Protección del Niño y la Adopción Internacional.

Plaza Pública publicó una serie de investigaciones vinculadas con los mecanismos de adopción en 2013 y 2015. Uno de esos reportajes habla de la participación de Edmond Mulet como un notario que gestionaba pasaportes para bebés guatemaltecos bajo la categoría de «turistas».

Muchos de los adoptados en procesos anómalos han crecido y buscan sus raíces. Mariela logró conectar con su familia biológica, pero hay varios que no saben ni siquiera el nombre real de sus padres, porque los que aparecen en los registros fueron contratados para asumir ese papel.

Mariela, en un español con un inconfundible acento francés, habla en esta entrevista de su proyecto para buscar justicia y, entre otras cosas, crear un banco de ADN que ayude a conectar a los hermanos que fueron separados y entregados a distintas familias en Europa, y contactar con padres, madres o hermanos que todavía residen en Guatemala.

Creaste la fundación Raíces Perdidas luego de saber cómo fue tu proceso de adopción y ahora te dedicas a ayudar a otros a encontrar a sus familiares, ¿cómo te cambió la vida descubrir tu historia?

Tenemos mucho trabajo con la fundación, somos un equipo y estamos en muchas actividades y reuniones para hablar de las adopciones ilegales (quieren que en Bélgica sean reconocidas y se conceda estatus de víctimas a los adoptados). Además, sigo con mi trabajo con los derechos criminales y penales en Bélgica. Todo esto me cambió la vida. Tengo una familia aquí y quisiera pasar mucho tiempo en Guatemala, pero mis hijos están allá (en Bélgica) y las vacaciones no son al mismo tiempo. Para mis hijos, mi mamá y mi papá (de Guatemala) también son sus abuelos, pero es complicado estar todos juntos.

¿Qué te motivó a escribir este libro?

Lo escribí para entender lo que pasó. Tenemos dos líneas de tiempo, las cosas que pasaron aquí y las que mis padres vivieron allá (en Bélgica). Aquí hablamos de un tráfico de niños con una persona cercana al gobierno. Pero en Bélgica es otra cosa. Es un deber de memoria entender, con documentos y pruebas, todo lo que sucedió.

Yo no estoy acusando a nadie, pero los hechos son hechos. Cuando mi papá (Yves) dice que se acuerda que tomó un cafecito con alguien cercano a Ofelia Rosal López de Gamas en Guatemala y 30 años después yo regreso con mi historia y le digo ‘papá, ella era cuñada del presidente’, él me dice asombrado ‘no puede ser posible’. Pero es así. Ofelia de Gamas aparece como la testigo de mi madre biológica en el papel donde dice que me entregó, y el esposo de su hija mayor, que era el director de Migración, aparece como el testigo de honor de mis padres adoptivos.

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Todo lo que has investigado y documentado, ¿servirá para un proceso judicial en Guatemala?

Se puede hacer, pero yo no lo quiero.

¿Por qué?

Porque conozco a una persona que tiene un juicio en Guatemala, de 2014, y su familia ahora necesita seguridad. Y yo no quiero eso, quiero que mi familia esté en paz. Yo voy a luchar, pero dentro del país no tengo confianza.

Y, ¿fuera de Guatemala? ¿Cuáles son tus aspiraciones al contar todo en tu libro y al tener la fundación Raíces Perdidas?

Apoyar en la búsqueda de las personas adoptadas, en colaboración en Guatemala con la Liga de Higiene Mental. Pero también sensibilizar a las personas y en especial a la comunidad indígena. Tenemos un proyecto con la Fundación de Antropología Forense de Guatemala (FAFG), porque algunos adoptados no tienen documentos, no tienen nada y no podemos encontrar a nadie de esta manera. Con el ADN podemos buscar.

Lo otro es hacer una sensibilización e informar. Hablamos con la Convención de la Haya, en Holanda, y presentamos una solicitud para ser observadores de la Convención sobre las adopciones ilegales en el mundo. También pedimos en la Organización de las Naciones Unidas una declaración universal sobre los niños víctimas de adopciones ilegales de Guatemala, como crímenes de lesa humanidad. Fuimos en septiembre y vamos a estar de nuevo en marzo.

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¿Qué impacto puede tener el reconocimiento internacional de las adopciones ilegales de Guatemala?

Tener esta declaración haría obligatorio que los Estados apoyen a las víctimas. En Bélgica tenemos una proposición de resolución  para que reconozcan las adopciones ilegales, y una investigación federal desde enero. Vamos a esperar este camino, pero somos las pruebas vivientes de lo que pasó. Como lo dije en Bélgica, yo tengo una identidad en Guatemala y otra en Bélgica, pero soy la misma persona. Yo no aparezco como adoptada en los registros de Guatemala.

En la portada del libro aparece la frase: “la increíble historia de Mariela”, ¿qué es lo que más te sorprende de lo que pasó en tu propio caso?

Que fui rescatada por la Policía Nacional en 1987 y, después, yo regresé a la red en marzo de ese año. Eso me impactó mucho. El Estado fue responsable de eso. Además, los archivos están desaparecidos y hay partes de la historia que no sé. Mi historia fue un poco espectacular por la forma en que ocurrió, pero no quiero poner el enfoque en eso, sino que mi historia sirva como un trampolín para empezar otras cosas como sensibilizar a la gente.

Cada semana recibimos mensajes de madres guatemaltecas que buscan a sus hijos. Eso es increíble. Aunque en los documentos cambiaron la información, las fotos que las madres tienen coinciden con las que aparecen en los pasaportes de los niños.

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¿Por qué en Bélgica no han podido juzgar estos hechos?

La ley en Bélgica no permite hacer una denuncia de secuestro después de 10 años. Yo tuve la suerte de encontrar a mi familia, pero no puedo decir que fui robada. Por eso, junto a algunas personas nos reunimos con abogados para buscar cómo hacer una denuncia. Así empezó Raíces Perdidas, primero como un colectivo y luego como asociación con la gente (adoptados) que venían de países como Israel y Canadá. Porque las redes estaban conectadas.

Por ejemplo, a una persona adoptada en Europa le aparecía una supuesta hermana en Estados Unidos.  En papeles tenían a la misma madre, pero luego de la prueba de ADN comprobamos que no tienen relación y no son hermanos. Una mujer aparece como madre de 15 hijos dados en adopción en un año.  Eso es imposible. Otra madre registró su dirección de habitación cerca del Palacio Nacional de Guatemala, pero no es real. Y así, tenemos muchos casos.

Después de la publicación de un reportaje con tu historia en una cadena de televisión, el director de Unicef de Bélgica presentó su renuncia. Él fue tesorero de la organización Hacer Puente, que era la encargada de conectar con las personas que hacían los procesos de adopción anómalos en Guatemala. ¿Cómo se vivió eso en Bélgica?

Eso fue impactante. Yo tengo confianza en la justicia en Bélgica, pero la presunción de inocencia es lo más importante de todo. El periodista que cubrió mi historia supo del nombramiento en Unicef y  se enojó muchísimo y lo publicó en un tuit que se hizo viral. Yo no dije nada de él, al igual que del señor Mulet. Yo no quiero acusar a nadie, pero los hechos son los hechos.

¿Crees que será posible llegar a los responsables de todas las adopciones ilegales en Bélgica?

Los posibles responsables son viejitos, pero están vivos. Yo lo que más quiero es entender los procesos que hicieron, porque cuando yo hablé con ellos se cortó la comunicación.

¿Te refieres a los integrantes de Hacer Puente, organización que funcionó durante 40 años con autorización gubernamental?

Sí, porque para nosotros es importante entender cómo fue, cómo hicieron todo. Ahora solo tenemos silencio. La presidenta dijo que era un capítulo cerrado para ella, pero eso es imposible para nosotros. Ella dijo que lo hizo por humanidad, pero ahora la humanidad le pide que diga lo que ella sabe.

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¿La fiscalía ya la ha convocado para que declare?

Eso es secreto, no puedo decirlo.

¿Crees que habrá justicia para ustedes?

Somos tantos que no puede ser de otra manera. Tenemos pruebas. Por ejemplo, mi acto de abandono fue registrado antes de mi acta de nacimiento. Hay muchas pruebas y creo que eso es suficiente, pero todo está en manos de la justicia.

¿Cuántos casos están documentados en Bélgica?

No los conozco todos, son muchos, pero en la justicia hay por lo menos 20.

A tí te fue bien conectando con tu familia. Lograste hacer un vínculo, pero cuentas en tu libro que esto no le ocurre a todos.

Sí, es duro para muchos. Por ejemplo, tenemos el caso de una persona en Francia que solo tiene los documentos de una maternidad que ya ni existe. No hay archivos para ella y en sus documentos de nacimiento aparece que sus padres adoptivos son sus padres biológicos. Ella tiene una fractura en su corazón. Me ha dicho que ha pensado en quitarse la vida, no quiere tener hijos, no puede estar en pareja porque no sabe quién es.

El gobierno de Guatemala no puede cerrar sus ojos ante esto, porque estamos aquí y vamos a regresar. Cada año más y más personas (que fueron adoptadas). Este libro es una manera de hablar a una parte de la sociedad en Guatemala, y vamos a usar otros medios para concientizar. Junto con el libro lanzamos una canción con artistas guatemaltecos y estamos buscando hacer una película sobre el tema con apoyo de personas en Estados Unidos, Bélgica y Francia, y esperamos buscar a alguien en Guatemala. Queremos llegar a los jóvenes y a cada vez más personas.

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En tu libro hablas de la intención de crear un banco de ADN para buscar ayudar en la búsqueda, ¿cómo funcionaría?

La idea es trabajar con empresas en Israel y Estados Unidos para conectar a hermanos y primos que fueron separados y dados en adopción, y la segunda parte para encontrar a las personas desaparecidas en Guatemala. Tanto los que han aparecido en las fosas clandestinas y los sobrevivientes. Queremos tener un fondo para que las madres de Guatemala den una muestra y encuentren a sus hijos, pero también para confirmar si los padres que algunos adoptados han encontrado son realmente sus familiares. Porque hay quienes tienen dudas.

¿Raíces Perdidas se encarga solo de casos guatemaltecos?

Solo de niños guatemaltecos, aunque no en todos los casos los niños sean guatemaltecos. Tenemos madres de El Salvador, de Honduras, de México. Esto es duro, porque por ejemplo una persona se hizo un tatuaje que dice ‘Yo soy guatemalteco’, pero tuvimos que decirle que era salvadoreño. Su mamá y su papá son de El Salvador, aunque en sus papeles dice que es de Guatemala.

¿Con qué otras organizaciones trabajas y cuál es la diferencia con la organización Las Voces de los Adoptados, a la que te acercaste inicialmente para investigar tu caso?

Ellos están en Francia y nosotros en Bélgica. Tenemos un protocolo de búsqueda y ellos no lo tuvieron. También buscamos acompañamiento psicológico, porque en principio yo no tuve y después sí, porque es importante. Ahora estamos en conexión con la organización Estamos Aquí, de Canadá, y con Adoptados con raíces guatemaltecas, que funciona en Estados Unidos. Estamos en comunicación para muchas cosas porque como adoptados y ciudadanos guatemaltecos podemos votar, podemos empezar algo aquí si lo queremos, porque es un derecho de todos.

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¿Por qué hay interés de conocer los orígenes luego de una adopción?

Es importante conocer los orígenes de una persona. Claro, hay personas que no les importa, pero hay otros que sí quieren saber de dónde somos, quiénes somos y encontrar las raíces. Cierto que no todas las adopciones son ilegales, pero hay necesidad de buscar a la familia, de conocer las raíces. Conocimos a una nena de 15 años que tenía anorexia y quería morir, su único deseo era encontrar a su mamá. La ayudamos a encontrarla. Si eso ayuda a salvar una vida, es importante.

Hay quienes han dicho que a los niños y niñas adoptados fuera del país les fue mejor, y que los salvaron de la pobreza, ¿qué puedes decir ante esto?

En mi caso, mi mamá y mi papá no son pobres. Mis hermanos y otros familiares son profesionales. Además, nadie tiene el derecho de decidir por otra persona, en dónde va a estar mejor su hijo o su hija.

***

Derecho de respuesta: El señor Edmond Mulet envió un correo electrónico a esta Redacción con unas réplicas a lo publicado. Se transcribe literalmente lo enviado por el aludido como una constancia de la respuesta al tema.

1. En el noveno párrafo, se me endilga por parte de Plaza Pública participar de adopciones ilegales, como la que vivió la señora Fanon.

Por favor agregar en ese párrafo.

Mulet aclaró a Plaza Pública que ninguna de las adopciones que tramitó hacia Canadá estuvo fuera del marco legal. La acusación en su contra en 1981 la hizo la Policía Judicial de la dictadura de Lucas García por ser opositor político y fue concluida judicialmente por carecer de sustento.

2. En la novena pregunta, la señora Fanon me menciona en tono acusatorio.

Por favor agregar en ese párrafo.

Mulet aclaró que él no participó en ningún trámite de adopción hacia Bélgica. Los hechos son los hechos.

3. Tras la pregunta número 11, se coloca un enlace "Lee también: La increíble historia de Mulet..."

Por favor agregar bajo ese enlace.

"Lee también: La aclaración de Mulet: La acusación fue una venganza de la dictadura de Lucas (y el link respectivo)"

Nota: El texto que hace referencia es este y puede consultarse aquí: Edmond Mulet rechaza el contenido del reportaje "La increíble historia de Edmond Mulet y los niños que 'exportaba'"

Y aquí, la respuesta de Plaza Pública a la carta del señor Edmond Mulet escrita en su momento.

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