Los aprendices de mafiosos de la lumpenoligarquía chapina encontraron en aquellos el aliado perfecto. Y, si hoy el exembajador Luis Arreaga dice estar arrepentido de «no haber evitado la expulsión de la Cicig por la administración anterior», su arrepentimiento no solo suena extemporáneo, sino también a clara aceptación de que el Gobierno de Estados Unidos, a sabiendas, hizo posible que eso sucediera.
Pareciera que Arreaga solo ahora se da cuenta de que fue tonto útil de las manipulaciones oportunistas y pseudonacionalistas del grupo de corruptos que tenía a Jimmy Morales como su rostro más visible e histriónico, sin notar, según parece, que era el aporte chapín a la satisfacción de los intereses espurios e ilegítimos de los grandes capitales que lucran con el triunfo de las ultraderechas. Tanta ingenuidad en un diplomático de carrera que además conocía la cultura política del país parece increíble.
La suspensión de las visas para ingresar a Estados Unidos a Felipe Alejos y a Delia Bac más parecen fuegos artificiales, parte del final de una campaña electoral en la que se juega ya al todo o nada. La sentencia fue pronunciada, con toda solemnidad, por el jefe de las relaciones exteriores estadounidenses, que en todo el período de gobierno de Trump nada han tenido de diplomáticas.
Los sentenciados son ya casi cadáveres políticos, por lo cual los efectos de aquella medida son escasos, por no decir nulos.
Bac no tiene, que se sepa, grandes fortunas depositadas en bancos estadounidenses, mucho menos apartamento de lujo en Miami u otra ciudad atractiva de la Unión Americana, como si lo tienen Mario Leal, Erick Archila o Alba Lorenzana, la dueña de los canales abiertos y de redes de radio, quienes se pasean y disfrutan de sus fortunas mal habidas bajo la mirada protectora del Gobierno estadounidense. Ella fue parte del bajo clero, de los que se conforman con sobres con billetes en moneda nacional por cada uno de sus votos, de los que trafican influencias para plazas de maestros, salubristas u otros cargos públicos operativos. A ella ni le quita ni le pone no tener visa para ingresar a Estados Unidos, pues sus aliados dentro y fuera del Congreso le permitirán mantener abierto su supuesto spa y disfrutar del asfalto de su camino privado. A todos los políticos corruptos como ella les tiene sin cuidado no poder viajar a Estados Unidos siempre y cuando puedan lucir sus joyas y sus estrafalarios bienes en su entorno. Y, ciertamente, mientras el pacto de corruptos siga viento en popa, ¡ya vendrán viajes a París pasando por Panamá, sin tener que pisar suelo estadounidense!
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Felipe Alejos, apodado Felipao por su estatura, y no por ser experto entrenador de futbol, es de los articuladores políticos de las mafias que a cada período caen en desgracia. Una pieza de recambio, un fusible fácil de reponer. Curiosamente, la supuesta sanción se hace nuevamente pública cuando ya no fue reelecto en la Junta Directiva del Congreso y, según rumores creíbles, ha caído en desgracia ante el príncipe del actual gobierno, el jefe del Centro de Gobierno. De esa cuenta, más que un aviso a los corruptos, su suspensión suena al sello de una nueva alianza de impunidad, como la que en 2017 selló el Gobierno estadounidense con Jimmy Morales. Simple maquillaje para que todo siga igual.
A él tal vez le duela más no poder pasar temporadas con sus amigos en Estados Unidos, pero es más que seguro que tendrá ya fondos en paraísos fiscales y buenas sumas de dinero en escondites para nada húmedos y protegidos del polvo y de la lluvia. Y, de nuevo, mientras el pacto de corrupción e impunidad siga consolidándose, este supuesto castigo ni lo aflige ni lo afloja.
El anuncio, rimbombante y repetido cual eco en las montañas, no tiene, en realidad, ningún efecto práctico contra la corrupción, como tampoco lo tienen los abrazos cálidos, como de amigos de cantina, a favor y en defensa de la FECI. Si algún efecto tiene, será entre quienes, con posibilidad de votar en las elecciones estadounidenses, se dejarán deslumbrar ante una supuesta lucha de la administración Trump contra la corrupción.
Tanto en Estados Unidos como en América Latina se sabe que eso de retirar las visas es un acto simbólico, de ruptura violenta con antiguos aliados, pues ni siquiera se traduce en presentación de pruebas ante órgano jurisdiccional para que sean juzgados por cohecho. De esa cuenta, su efecto en los que activan y diariamente malversan los bienes públicos en su beneficio es mínimo, una mordida con mandíbulas de algodón.
Otra cosa habría sido si el rompimiento, con el retiro simbólico de las visas, hubiera sido para toda la Junta Directiva del Congreso y para los miembros de la Corte Suprema de Justicia que han detenido por años el juicio a Felipe Alejos, ya que las autorizaciones para entrar a un país son privativas de los Gobiernos y no es necesaria la certeza de comisión de delito.
La campaña electoral estadounidense está llegando a su fin, y nada parece indicar que, gane quien gane, Estados Unidos modificará sus alianzas de conveniencia con los regímenes corruptos de la región. La política exterior estadounidense está repleta de actos en los que, antes que nada y sobre todo, se han privilegiado los intereses económicos de sus élites gobernantes, justificados siempre con discursos ideológicos conservadores. Y, si bien es más que evidente que la lucha contra la corrupción es una cuestión que atañe a todas las ideologías, tanto en Guatemala como en Estados Unidos la ultraderecha esconde toda la corrupción, que le es intrínseca en una supuesta y trasnochada disputa ideológica.
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