El modelo económico colonial se estructuró con base en la desigualdad, dejando a la clase dominante las mejores tierras, la producción agrícola extensiva, la intermediación y monopolio del comercio con apoyo legal del Estado, en detrimento de la mayoría minifundista que cultiva principalmente para la precaria subsistencia.
A principios del siglo XX, el cultivo del trigo adquiere mayor importancia en el altiplano central y occidental del país, principal lugar de asentamiento de comunidades indígenas. Dejando, primero, reservada la molienda a los curas, a extranjeros posteriormente y, por último, a sus herederos colonizadores. En Quetzaltenango, se asentó uno de los mayores molinos, Excelsior, propiedad de descendientes de españoles.
En 1958, los medianos y pequeños cultivadores de trigo, habían llegado a un punto crítico en su relación con los grandes molinos que robaban en las pesadas del grano, no pagaban en efectivo sino con costales llenos de harina y recibían el trigo cuando se les antojaba, siendo parte del paisaje urbano de Quetzaltenango, largas filas de camiones que esperaban a las puertas del molino, uno o más días. Además, la clase dominante tenía el control de la importación y comercialización de fertilizantes, que se vendían sin ningún control de precios, menos respetando las leyes de la oferta y la demanda como lo señala el catecismo liberal. En ese momento, existían 22 molinos.
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La gremial nacional de trigueros, surge con el apoyo del militar Ydígoras Fuentes, se asienta en Quetzaltenango y llega a cubrir 97 municipios trigueros en 11 departamentos, a 200,000 agricultores y 50,000 familias. Aproximadamente en 1970, nuestra familia sembraba trigo en 20 cuerdas de terreno por el camino a Cantel. Producción pequeña, calvario grande, para que el molino lo aceptara después de rigurosas e inventadas revisiones. Además, se dependía de los propietarios de las máquinas para “trillar”, que llegaban a los terrenos cuando terminaban en otras áreas. Teníamos que dormir en el terreno para cuidar la magra cosecha.
La alegría era inmensa cuando al fin se recibía el dinero de la cosecha. Se olvidaban las penas, el trabajo arduo, las humillaciones por ser pequeños agricultores y, al poco tiempo, el dinero se agotaba y empezaba otro ciclo de sinsabores. La Gremial fue un alivio para el triticultor que lograba condiciones dignas de comercialización, recibía asistencia técnica que los gobiernos no proporcionaban (tampoco incentivaban el cultivo) y complementaba la producción de maíz para sobrevivir.
El paisaje –fresco, dorado y verde, por el trigo y el maíz– desapareció por intereses políticos y económicos de las élites. La imposición del Mercado Común Centroamericano, que solo ha favorecido a estas, obligó a abrir los mercados en detrimento de la producción nacional. Y fueron los mal recordados Vinicio Cerezo, que no apoyó la producción, y Álvaro Arzú, quien hizo desaparecer la Gremial Nacional de Trigueros sin importar los derechos económicos de un sector importante de la población, los mismos que eligieron a estos gobernantes-verdugos.
La crisis se incrementó para los extriticultores, muchos perdimos los pequeños terrenos, buscando otras alternativas económicas para sobrevivir. Indudablemente, acá está una de las primeras causas de la migración que inició, aumentó con la violencia y se ha exacerbado en los últimos años por el abandono del Estado y la continuidad de la pobreza, hambre y falta de oportunidades.
La Gremial de Trigueros, un sueño por la soberanía alimentaria, fue víctima del robo de parte del Estado; sus propiedades pasaron a poder de éste y ha habido múltiples intentos corruptos de que pasen a manos privadas, olvidando que fue el aporte de luchas legítimas, reprimidas por los gobiernos en una actitud complaciente con los grandes molinos que, viendo hacia el extranjero, se fusionaron para tener controlada la producción de harina, siendo ya un monopolio corporativo, actuando como cartel, que fija los precios a su antojo y, al igual que en Tecpán a finales del siglo XIX, el pan alimento básico se vuelve inalcanzable para la mayoría empobrecida.
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