Los sinsabores del poder

Las primeras acciones y aparentes triunfos del novel gobierno tomaron por sorpresa a muchos. Tomaron pista si mayor revuelo, hicieron del control parlamentario su centro de convergencias políticas, dieron la impresión de tener preparados paquetes de leyes sobre temas complejos que en otros momentos requirieron de más tiempo, negociaciones insostenibles y resultados fracasados. La percepción tomó vuelo y el regocijo se generalizó. Terminó la luna de miel. Por diversos lados saltan los sectores de oposición, pero también aquellos que sin estar en contra de las decisiones gubernamentales, quieren levantar la bandera de los cuestionamientos, de las preocupaciones.

A diferencia de cómo se lee dentro del simplismo guatemalteco, donde se maneja la dicotomía de buenos y malos como oposición fantasiosa, en la práctica los opositores no solo son bastantes, sino que responden a diversos fundamentos. La intención de agruparlos en una o dos ollas para someterlas al calor interno, representa un craso error. Pintar de colores aquellas paredes que están llenas de hongos, solo sirve para la fotografía del momento pero no aguanta el paso de los días.

A la escasez de discusión política, que solo a pocos importa, salen a flote las evasiones. O se está a favor del paquete de leyes llamadas de transparencia, o se está a favor de los malos, de los que no quieren el “avance” del país. O se defiende las medidas de actualización fiscal, o se está en contra. Los westerns y las historias de policías y ladrones están en la psiquis de los guatemaltecos. Mientras en la superficie ocurren esta suerte de ying y yang a la chapina, los escenarios de mayor desgarramiento social están en la puerta de la casa. Las movilizaciones de campesinos ampliando sus demandas, las preocupaciones por la aprobación masiva de licencias de explotación minera, la continuidad de los desastres en los hospitales públicos, los desalojos agrarios continúan su camino insondable.

Es preciso que el liderazgo comprometido saque la cabeza del agua y contribuya a marcar distancia entre los grandes distractores y las preocupaciones reales. Asumir que el país está dividido es un buen comienzo. Enfrentar que esa raíz parte decisiones y buenas intenciones también es correcto. Haciendo analogía, es pertinente ver el cielo y solo los luceros más brillantes.