De lo que pude leer más parecía como una batalla de esos monos que pelean y cuando los gritos dejan de ser efectivos, recurren a lanzarse mierda para enfatizar sus argumentos.
Y desde hace algún tiempo, intento abstraerme de Guatemala y lo guatemalteco. Pero hoy en la mañana era tan fuerte la oleada de comentarios que tuve que ir a YouTube y buscar. No fue difícil. En el camino me topé con un par de vídeos de Pancholón pero al final encontré lo que buscaba. Un resumen de Baldizón y Otto Perez bajando el canasto.
No deja de ser divertido que Baldizón saque papeles y acuse a Otto Pérez y que éste le diga que es la reencarnación de Sandra de Colom. No deja de ser divertido que se digan mentiroso y copión el uno al otro. Ya no fue tan divertido cuando tuvieron que detener el debate por culpa de Baldizón.
Quizá porque estaba distraído, pero se me heló la sangre cuando Otto Pérez comenzó a decir “le doy 72 horas para…” y me acordé de esas llamadas telefónicas que solían hacer a las redacciones de los diarios y a los políticos y a los empresarios y a los abogados y a los maestros y a los sindicalistas en las que les decían “Le doy 72 horas para salir del país”, o “para irse a la mierda” o “retractarse de las mierdas que anda diciendo”. Quizá es que estaba distraído, quizá es que Otto Pérez tiene esa voz tan llena de carácter, de decisión, de ímpetu. Fue un instante nomás. Luego, me regresó el alma al cuerpo cuando terminó la frase y dijo “72 horas para ir al Ministerio Público” a presentar pruebas de no sé qué.
Y si los candidatos tiraron mierda, los facebookeros se atascaron. Era un río de caca que bajaba por las laderas del ciberespacio. Porque al final de cuentas no hay cosa tan chapina como tirar mierda. Al vecino, al candidato, al bloguero, al gobierno. Lo importante es tirar mierda.
El debate y sus ecos en el ciberespacio fueron el paroxismo de una campaña (más) de estar escuchando acusaciones sin fundamento, rumores, mentiras, chistes soeces en contra de los candidatos, apología de la violencia y cosas por el estilo. Lo más triste es que no provenía de los candidatos (esos sátrapas degenerados que andan metidos en la mierda de la política). Que va. Eran mis cuates del facebook, supurando como pústulas contra Baldizón, Sandra Torres, Rigoberta Menchú, Otto Pérez y los demás.
Como dije, trato de enfocarme en las cosas presentes, asequibles que hay acá. Ir a Juárez, por ejemplo. El otro día, por ejemplo, fui de noche. La primera vez que voy de noche a esa ciudad y debo confesar que es menos aterradora de noche que de día.
De noche son avenidas y calles más o menos iluminadas. De día se puede ver la inmensidad de una ciudad que, a diferencia de Guatemala, no oculta su miseria en el fondo de los barrancos.
Es una ciudad con largas avenidas donde puedes manejar por cuadras y cuadras y ver decenas de locales abandonados, predios baldíos, donde no es difícil imaginar decapitados y polvo, por todos lados polvo.
Mientras El Paso es un pueblo donde vive muchísima gente, como dicen algunos, un lugar donde se preocupan de hacer festivales de arte en la calle y donde los indignados conceden dos días de moratoria a la ocupación de un parque para que los niños y adolescentes puedan pintar las aceras del centro con yeso, Juárez es otra cosa.
Es una ciudad industrial, donde los empresarios hicieron un festival para demostrar que no es tan peligrosa como dicen los medios y el día que lo inauguraron hubo dieciséis muertos y unos días antes dejaron tirado el cadáver de un muchacho en doce lugares distintos. Es Ciudad Juárez.
Parado en el puente que une los dos países, que pasa sobre el cauce del Río Grande, el contraste es apabullante. Aún cuando la zona cercana a la frontera con Estados Unidos es de las mejor cuidadas de la ciudad, el contraste es apabullante.
Juárez pareciera ser un lugar donde todo, cada acción requiere un esfuerzo sobre humano. Donde pareciera que algo, quizá la gravedad, hace que todo cueste el doble de hacer. Las construcciones, las calles, todo pareciera estar hecho a pesar de las circunstancias.
Es una ciudad difícil, aterradora, pero que tiene sus momentos divertidos. Ese día nos reímos mucho con la broma de “me voy a hacer una máscara con tu cara”. Una broma de mal gusto que inventamos con este amigo. Una broma que implica quitarle la cara a alguien, curtirla y ponerle un elástico para usarla el día de Halloween.
Una broma de esas que se repiten como un “catch phrase” y que van perdiendo el chiste conforme se dice una y otra vez pero que siempre arranca una sonrisa para los que están dentro del círculo de la broma.
Y en esas estaba yo, tratando de provocar una situación en la que pudiera decirle “me voy a hacer una máscara con tu cara” cuando pasamos frente a lo que vendría a ser el equivalente de un Super24. Afuera había al menos quince enanos, parados en fila, como futbolistas en foto.
No miento. Yo sé que parece comienzo de chiste, pero había quince enanos frente a un Super24 y yo comienzo a gritar que pararan el carro, que quería bajar a ver eso con mis propios ojos, que quería ir a verificar que de verdad fueran enanos y no una ilusión óptica de niños verdaderamente feos.
Mi amigo continúa manejando. Como si nada. Me dice: “ah, sí, los enanitos toreros” o algo por el estilo. Resulta que ni él, ni el otro cuate que venía en el carro se sorprenden de ver quince enanos una noche de martes, en una calle x de Ciudad Juárez.
Me siento un poco pueblerino, un poco tercermundista de no mantenerme cool en una circunstancia como esa y mejor me callo. Luego averiguo por internet que los enanos toreros se presentaron en Ciudad Juárez ese fin de semana y que perdí la oportunidad de ir a ver cómo se lanzan frente a las vaquillas vestidos de charritos o toreros miniatura.
En el puente, poco antes de la una de madrugada, mientras hacemos una cola de hora y media, me doy cuenta de que más que el crimen, más que lo feo o lo peligroso de la ciudad, lo que me disuade de volver más seguido a esta ciudad donde una broma como la de "me voy a hacer una máscara con tu cara" puede resultar divertida, es la lentitud de los agentes migratorios estadounidenses.
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