En primera instancia, ese fenómeno se ve como positivo a lo cual se sumará, seguramente, la participación de otras mujeres que competirán por diputaciones o por formar planillas a concejos municipales a través de personajes como Nineth Montenegro, Rosa María de Frade y Patricia de Arzú. Es importante la perspectiva cuantitativa, pero esta puede resultar en una forma de participación perversa. Perversa como la posibilidad de contraponer a Sandra Torres como oponente de Roxana Baldetti, lo cual acarrearía un escenario de marcada polarización, donde reinarían los constantes señalamientos que no llevarán a nada positivo, ni para esos partidos ni para los electores. Eso sería como recrear un ring de boxeo, donde las dos protagonistas ocupan el mismo espacio de las rudas. Esta posibilidad se magnifica si en la contienda electoral intervienen otras mujeres para avivar más ese fuego tenebroso. Así las cosas, contar con más mujeres no es igual a mejorar su participación ni la calidad de las elecciones.
Es posible que también se recurra a proponer candidatas mujeres, tanto como jóvenes, como una forma de modificar los rostros de un nuevo tipo de accionar político. Ciertas fuerzas políticas emergentes “necesitan” de sangre renovada para encabezar un nuevo bloque de escuderos. Los nuevos financistas, las redes de la criminalidad necesitan de una distinta generación de operadores políticos. Qué mejor que acceder a representativos de los segmentos electorales tradicionalmente subrepresentados.
Los resultados de las elecciones 2007 evidenciaron que “teniendo iguales oportunidades de participar, las mujeres votan más”. El peso de esta tendencia recae en las capacidades institucionales del Tribunal Supremo Electoral (TSE), que ahora deberá redoblar sus esfuerzos. Tiene tras de sí superar percepciones que no son cosa fácil. Acercar el voto a las poblaciones rurales a través de las circunscripciones electorales municipales ya fue probado hace cuatro años. Ello significó aumentar en un 50% los centros receptores de vos comparados con el proceso 2003, aunque el crecimiento de la participación electoral sólo fue de un 2%. Enorme esfuerzo para poco provecho. Esfuerzo logístico, de recursos y técnico de primer orden, pero insuficiente para responder al tipo de participación que reclaman los propios electores.
En materia de empadronamiento, los datos de 2007 arrojan el aumento significativo de la población no empadronada respecto de 2003, donde las mujeres son el principal faltante. Las campañas montadas sobre modelos tradicionales poco podrán hacer para reducir esa enorme brecha. Desarrollar campañas de comunicación y facilitar procesos de documentación son necesarios, siempre y cuando la dimensión prioritaria sea dejar claro el complejo menú de opciones que ahora contará el elector disfrazado de ciudadano a medias.
¿Cómo encara el Registro Nacional de las Personas (Renap) el desafío de facilitar la documentación a mujeres y jóvenes? Ni idea. La debilidad de esa institución, sumida en sus propias circunstancias, hace poco posible que ese nivel de detalle pueda recomponerse en las siguientes semanas. El factor de la documentación no es nuevo, pero ahora encara retos mayores por el poco avance que hemos tenido en los últimos años.
Esos son algunos de los factores que podrían contribuir a mejorar la calidad de participación de las mujeres. Los distractores son cantos de sirenas que se desvanecen de la noche a la mañana.
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