Una vez le pregunté si tenía dificultades con el transporte y me explicó cómo eran sus días. Llegaba tarde a los talleres porque a las 8:30, cuando iniciaban, ella llevaba casi media jornada avanzada. Se había levantado a las 4:00 am para hacer los quehaceres de la casa, incluido el desayuno y almuerzo para su marido e hijo. Debía dejar todo ya cocinado y listo.
No me extraña. En uno de esos talleres pedimos que, después del almuerzo, cada quien lavara su plato. Un señor se quedó atónito frente a la pila, con su plato en la mano. Me dijo, confundido y estupefacto: «es que nunca jamás he lavado platos».
De mi estadía en esa pequeña granja agroecológica recuerdo también a doña Cathy, de quien pensaba que participaría en todos los talleres organizados para familias campesinas en Xela, en territorios cercanos o en actividades en la capital, pero en el 80 % de los casos era su marido quien siempre viajaba o asistía.
El tema del machismo lo pude hablar con don Checha y doña Lulú, la hermosa pareja que me acogió con su hija Madeline, como ayudante agricultora en su granjita agroecológica del Cantón Choquí. Don Checha me contó cómo al heredar parcelas del abuelo materno, se dio preferencia a sus tíos y no a su mamá, por ser mujer.
Unos meses más tarde, en Nebaj, me dio mucho gusto ser recibida por una pequeña asociación de jóvenes ixiles que trabaja, entre otros, el tema de la herencia de la tierra, abogando porque las hijas hereden igual. Es la Red de jóvenes ixiles «Chemol Txumb'al».
No es de extrañar que Fian International, organización que aboga por el derecho a la alimentación, haya publicado esta nota sobre los derechos específicos de las mujeres rurales. Un párrafo resalta: «Las mujeres desempeñan un papel significativo en la producción alimentaria mundial. Cultivan, labran y cosechan más del 50 % de la alimentación mundial . Las mujeres campesinas y otras mujeres que trabajan en áreas rurales son fundamentales para los medios de vida de sus comunidades: actúan como cuidadoras, productoras de alimentos, trabajadoras agrícolas, y portan y preservan los saberes agrícolas tradicionales. Aun así, el 70 % de las personas que padecen hambre en el mundo son mujeres.»
Aprovecho esta columna para recordar con cariño a doña Lulú Crisóstomo, de la granjita de Cantón Choquí, con quien sentí tanta paz en los momentos compartidos platicando por las tardes. Alguna vez compartimos una infusión de ruda para pasar el susto después de cruzar una milpa y que nos ladraran unos perros muy agresivos. Doña Lulú fue quien motivó a don Checha a sembrar, es ella quien cuida a las gallinas, la que hace las compras, la que cocina todas las comidas, la que tiene su huerto de plantas medicinales, la que lava la ropa en la pila, finalmente la que pareciera tener diez brazos y que está afuera y adentro de la granjita.
Un saludo de agradecimiento a todas las mujeres rurales.
Más de este autor