"Me indigna que se afirme que en Guatemala hubo genocidio”
Antonio Arenales, titular de la Secretaría de la Paz (Sepaz)
Entrevista con Beatriz Colmenares, para El Periódico
“¡Gol de Hitler!”
@Walrus_Bonham
Martes 7 pm.
Acabamos de terminar una larga jornada. No tuvimos muchos sobresaltos, salvo un encuentro con un equipo policial en una gasolinera. Eran cuatro agentes investigadores. Coincidimos en tiempo y ambos vehículos parquearon, bajando para comprar un café. Ellos, llevaban cuatro fusiles y los dedos en el gatillo. Nos miraban y los mirábamos. Silencio.
Eso fue en la mañana. Ahora, estamos en el parque de Cobán, frente a una carreta de asados. Una niña de apenas ocho años, sostiene un cuchillo mucho más grande que su brazo y corta la carne en pequeños trozos a una velocidad irreal.
Su padre se reparte entre el fogón y los platos desechables. Ella se sostiene como una flor entre las brasas.
Nos sentamos en el parque y veo a la niña repartir los platos, fuera del puesto, dando pequeños brinquitos. Se ven las estrellas desde la banca.
Martes 11:30 pm
Estoy en un hotel en la carretera. Uno barato. Los camiones pasan a diez metros de la cama y parece que fueran dinosaurios en estampidas. La niebla comienza a tomar todo. Prendo la computadora y me conecto a internet. Un comunicado del Ministerio de Gobernación circula en las redes sociales: menciona que hay una banda de violadores en la Roosevelt, una de las avenidas más importantes de la ciudad.
Literalmente, se trata de consejos para que no violen a las “féminas”. Esa palabra me hace pensar en la ortodoxia y estoy en lo correcto. El comunicado le traslada la responsabilidad a la víctima. No salga tarde, no ande sola, manténgase en su casa. Dominación total o miedo.
Miércoles 4:15 pm
Terminamos nuestra gira por las Verapaces con éxito. Recabamos las pruebas y vamos de vuelta a la ciudad. Me dejan conducir. Atravieso los bosques enormes, los cerros. Es un paisaje imponente. Llevo un tiempo convencido de que mi retiro consistirá en hacerme de una casa ahí, formar una comuna con algunos amigos y morirme en esos bosques nubosos. Me ilusiona.
Jueves 3 pm
Estoy en la oficina, programando nuevas diligencias. Hago una pausa y veo mi cuenta de Facebook. Varios amigos han posteado una noticia: El Secretario de la Paz, Antonio Arenales Forno, anuncia el cierre del “Archivo de la Paz” porque a su juicio, es inútil. Para él no hubo genocidio. A pesar, claro, de las sentencias emitidas y de que el archivo, contribuyó con documentación y peritos para el juicio seguido precisamente por el delito de genocidio contra Efraín Ríos Montt. Leo algunas reacciones en Twitter. Escribo algunos tweets al respecto. Me sirvo café. Sigo con la agenda de la oficina.
Sábado 1 pm.
Decido que la nota de Plaza Pública hablará sobre el asunto y me decido a buscar la Sentencia por la Masacre de las Dos Erres en internet. La encuentro. Comienzo a leerla en el apartado donde se transcribe la acusación presentada por la Fiscalía. Voy lento. Es demasiado. Hay tanta barbarie descrita que tengo que detenerme a cada instante.
Estoy atónito y a decir verdad, mi actitud me encabrona. Tengo treinta y dos años y no sabía nada de esto, salvo breves notas. Masacre es una palabra tan común en estos días, que pasa desapercibida. Me pregunto cómo es posible no haberme enterado de estos detalles antes. Me reclamo. Dejo de leer. Me acuesto a dormir y salgo para tomarme un café fuera, con una vieja amiga.
Antes, una buena noticia: Rodrigo Rey Rosa es candidato para el Príncipe de Asturias. Me alegra. Su “Material Humano” debería leerse en todos los centros educativos, es un deber primordial.
Sábado 7 pm.
Busco en el Google, más sobre Arenales Forno. Encuentro una entrevista con Beatriz Colmenares. Dice que le indigna que se diga que hubo genocidio. Para Arenales, el genocidio es una cosa distinta. Da un ejemplo de lo que sí es: “alguien motivado por el odio a una población, y por razón étnica, envenena el suministro de agua del lugar.”
Paradojas: de acuerdo a la sentencia, los pobladores de las Dos Erres fueron asesinados y lanzados a un pozo. Uno en el que no alcanzaron el agua porque no lo terminaron de construir. No importa. El ejército hizo que se llenara de sangre, la de más de doscientas personas. Entre ellas niñas y niños. Ancianos. Todos eran agricultores, acusados falsamente de emboscar a los soldados y robarle fusiles. Habían llegado a las Dos Erres, porque eran gente pobre a las que el Gobierno les facilitó la tierra. A cambio les quitaron la vida. Vaya negocio.
Sábado 9 pm.
Me hundo. La sentencia es demasiado, me sobrepasa. La primera idea para abordar el texto es tomar los nombres de las víctimas, como una letanía; pero es demasiado. Me decido a transcribir en mi blog personal, los nombres de las personas cuyos restos fueron encontrados en las Dos Erres, como una forma de invocarlos y hacer que por un momento vivan fuera del olvido.
Son doscientas catorce personas. Son casi veinte equipos de fútbol. Dentro de ese pozo, estaba la Liga Española completa, pongámoslo así.
Leo las declaraciones de los testigos y las conclusiones de los peritos y el Tribunal. Es atroz. Para situarme, me imagino mi condominio, un lugar pacífico en el que me encanta vivir. Imagino que llega una patrulla de los más feroces militares, entrenados para enfrentar batallas cruentas, la élite de la máquina de la muerte.
Vienen los soldados y toman a las mujeres de los apartamentos y las violan. Las obligan a cocinarles. Me torturan. Se llevan a los niños, entre ellos a mi hijo de seis años. Los lanzan a un pozo y les disparan. A otros los estrellan contra las paredes hasta molerlos. Mi hijo también cae al pozo. Me llevan a mí y me torturan para que diga dónde están las armas que me robé. Yo no he hecho más que trabajar esta semana, no sé nada de esas armas. Me golpean y me lanzan al pozo, muerto, con mi hijo, mis vecinos y mi familia.
Lloro, mucho.
No puedo escribir coherentemente. Así que tomo trazos de la sentencia, como relámpagos nocturnos y los transcribo:
“uno de los sargentos manifiesta que observó que una de las jóvenes mujeres lloraban porque habían sido violadas, hasta las trece horas no habían matado a nadie. La matanza empezó después de una”
“El ocho de diciembre, en horas del atardecer se presentó un grupo de mujeres y niños y fueron asesinados en la montaña ubicados al frente de la comunidad. Durante la noche violaron mujeres y en la noche las asesinan.”
“En las capas inferiores de los niveles del pozo el cual tenía una profundidad de doce metros con veinte centímetros en su base, las concentraciones de la base mayoritariamente correspondían a los niños y mujeres en tanto que las capas superiores del pozo estaban mayormente representadas por individuos de sexo masculino y adultos.”
“El testigo recordó que cuando se iba a escapar había un niño que se llamaba Isidro de la misma edad, quien cargaba a su hermanito a tuto y él le dijo "Chilo huyamos" pero Chilo le dijo "No, yo no puedo ir porque llevo a mi hermano de cinco años a tuto" porque a su papá ya se lo habían llevado los hombres, pero no pudo huir por amor a su hermanito. Ese día murió su amigo con su hermano a tuto.”
“La testigo indicó que le preguntó a Carías si habían aparecido sus niñas pero ella sintió que el corazón se le fue a la boca y sólo le dijo que no habían aparecido. El teniente Carias le dijo "no tengas pena ahorita el veinticuatro pedíselas a Santa Claus que él te las va a devolver"”
“Empezaron a buscar rastros pero no había esperanza de familia. "Nuestras familias no existen, vamos a ver el pozo y se da cuenta" fueron a ver el pozo y el mismo estaba sellado”
“(Conclusión del Tribunal) …los hombres, mujeres y niños del parcelamiento las Dos Erres, fueron objeto de trato inhumano, siendo sacados de las viviendas en donde se encontraban durmiendo, sometidos a tortura, varias mujeres violadas y finalmente ejecutados, tirándolos al pozo, en donde fueron ocultados. Lo que demuestra el ensañamiento y perversión brutal con la cual fueron tratados. Llegando inclusive a desaparecer la población del mapa geográfico.”
Llegando a desaparecer la población del mapa geográfico. Desaparecer del mapa a un grupo de personas. Erradicarlos de la faz de la tierra. Borrar el nombre de un pueblo. Negar la vida a toda costa.
Tomo de la Sentencia del Tribunal Supremo español, por Genocidio en Guatemala, la siguiente frase:
"El Genocidio constituye un crimen universalmente reconocido y unánimemente condenado por la Comunidad Internacional. Sus autores son enemigos comunes de toda la humanidad pues atentan contra nuestros valores más profundos y, al negar el derecho a la existencia de un grupo humano, cometen la más grave violación de los derechos fundamentales. Es por ello por lo que el ejercicio de la jurisdicción universal para evitar la impunidad en un caso de Genocidio étnico implica actuar en representación de la Comunidad Internacional.
Sábado, 10:45 pm.
Toqué fondo. Imaginarme a mi hijo siendo golpeado hasta morir por un militar, un funcionario público, un encargado de velar por nuestra seguridad, me destruyó. Pienso en esta gente, en cómo hemos ignorado su tragedia. Entiendo por qué, la estrategia funciona: La Máquina Trivializadora que lo destruye todo. No hubo genocidio, fue asesinato, los asesinatos pasan a diario, o sea, no pasa nada. Porque ya nos acostumbramos al asesinato. Podemos vivir sabiendo que a diario le quitan la vida a la gente. Es parte del paisaje. Joder.
Arenales Forno fue diputado del FRG, lo recuerdo bien. El partido de Efraín Ríos Montt, quien ahora está siendo enjuiciado por adivinemos qué delito: “Genocidio”. El intocable. El presidente. El político más influyente de la segunda mitad del siglo XX. El cuerpo sobre el que Julio Serrano mi poeta de cabecera, escribió hace poco.
Aunque no niego el derecho que tiene Arenales de emitir su opinión, es inevitable que lo compare con un abogado defensor, fuera del Tribunal, uno de oficio. Claro, el General es su amigo. Y el futuro puede comenzar acá si queremos. Pero ahora mismo me siento yo también dentro del pozo, pudriéndome.
Me conecto al chat para hablar con A. Le pido que me cuente algo de su día, no sé, lo que sea. Quiero dejar de pensar en mi hijo masacrado por Kaibiles. A. me muestra una foto del Hubble, tomada sobre algo que se creía vacío. En ella se ven infinitas estrellas, planetas, galaxias, soles. Quizá la mayoría estén muertos.
Vaya, como los niños, como los hombres, como las mujeres de las Dos Erres.
Hoy quiero hablar en nombre de estos niños y decirles que existimos, jugamos alguna vez entre los árboles, cuidamos las gallinas, abrazamos a nuestras madres. Hoy quiero pedirles que no nos olviden. Quiero que mi texto sea un telescopio para mirar la luz de esas estrellas muertas. Lo quiero con todas mis ganas. Como si me fuera la vida en ello, porque en realidad me va.
Necesitamos aceptar nuestro horror. Decirnos lo que nos hicimos, que todos lo sepan. Sentir vergüenza. Para poder perdonarnos y seguir.
Necesitamos ir a ese pozo y tenderle la mano a la memoria de esos niños, nuestro futuro negado y ayudarlos a salir, para que jueguen y en sus juegos nos inventen con la ternura.
Necesitamos dejar de mentirnos.
La otra opción es empezar a llenar el país de pozos. Pero yo me resisto, con el corazón en la mano.
(Lea aquí el reportaje investigativo de Louisa Reynolds en Plaza Pública sobre Dos Erres, publicado entre abril y mayo de 2012.)
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