En ese sentido, cabe preguntarse cómo hemos manejado la educación en nuestro país, qué propuestas existen y qué viene después.
Durante los últimos cuatro años hemos asistido a una administración gubernamental que ignora y niega la caída en la matriculación (a pesar de que el número de nacimientos es constante y va en aumento). Incluso rayan en el cinismo de proponerse como meta de matriculación para 2015 mil alumnos más en primaria respecto a 2014, cuando hay 4.1 millones de niñas, niños, adolescentes y jóvenes fuera de la escuela. Su trabajo estriba en cosechar más logros en calidad educativa que lo que sus antecesores han sembrado.
Sin embargo, el panorama se torna más dramático al ver las propuestas que existen para la educación en Guatemala. Por ejemplo, al diputado Marvin Osorio, del partido Libertad Democrática Renovada (Líder), se le ocurrió que la lectura de la Biblia debe ser obligatoria en todos los niveles y en todos los idiomas que se hablan en el país. El primer artículo de esa iniciativa de ley reza: «La lectura bíblica se realizará en forma objetiva, una interpretación literal —gramatical, según el significado usual de las palabras—, sin interpretaciones de ningún tipo denominacional ni confesional». Vaya ocurrencia la del diputado Osorio. Ya me imagino cómo se leerá Efesios 5, 22-24: «Las esposas sean sumisas a sus esposos […] porque el esposo es la cabeza de la esposa […] las esposas deben estar sujetas a los esposos». ¿Qué? ¿Acaso eso no sería formar un Estado islámico, solo que cristiano?
Colaboré en hacer un costeo rápido para la implementación de esa iniciativa de ley, la cual solo el primer año requeriría de aproximadamente 961 millones de quetzales sin considerar los costos de distribución de las Biblias ni la formación de capellanes, los cuales, como pretende el diputado Osorio, serán empleados por el Ministerio de Educación una vez que hayan egresado de alguna Iglesia cristiana. ¿Empleo para sus feligreses, diputado? ¿O más feligreses para el sindicato de Luzbel Acevedo?
¿Acaso ese dinero no estaría mejor invertido en alimentación, vacunas o textos para nuestra niñez? No me opongo a la lectura de la Biblia, pero debería formar parte de un curso de religión en el cual los alumnos tengan una visión holística de las religiones del mundo y el cual debería incluir la lectura del Popol Vuh, el Corán, la Halajá o el Tao Te Ching (entre otros).
El panorama podría pasar de dramático a dantesco si el payaso de profesión (Jimmy Morales) ganara las elecciones, como lo ha situado la encuesta de Prensa Libre, puesto que en su plan de gobierno (cuatro páginas) la educación reviste un papel preponderante y uno esperaría que este fuese coherente y consistente.
Afirma que trabajará en escuelas dignas, es decir, en un mínimo de infraestructura y equipamiento para hacer funcional la cobertura y la calidad educativas. Es correcto fortalecer primero la oferta pública antes de atender la demanda, pero ¿de dónde y cómo obtendrá esos mayores recursos para financiar estas intervenciones, de por sí costosas?
¿Quién hará la reconstrucción? ¿Las municipalidades? ¿La Unidad de Construcción de Edificios del Estado? ¿El Fondo de Desarrollo Social (Fodes)? ¿El Ministerio de Educación (Mineduc)? ¿Fortalecerá y continuará el programa Escuelas del Futuro?
En el ámbito de la dignificación y profesionalización del maestro apela al sentimiento —y no a la razón— del votante. En concreto, en este apartado no dice nada más que: «Han surgido liderazgos para que el maestro sobreviva». Y no por la calidad educativa. ¿Qué postura tiene ante el pacto colectivo del magisterio?
También indica que implementará el currículo tecnológico y competitivo y que le dará a cada niño un smartphone. No tengo más palabras que «tonto irremediable» (como dijera Vargas Llosa). ¿Smartphone y con hambre? ¿Smartphone y con los mareros afuera de la escuela? ¿Smartphone y sin electricidad en las escuelas?
Qué triste que la educación en Guatemala dependa de personas que ignoran sus principales problemas o que quieren utilizarla como medio de adoctrinamiento y/o como experimento tecnológico cuando ni siquiera hemos acabado con el analfabetismo. Es hora de que todas y todos nos involucremos en mejorar el vehículo que puede sacarnos del subdesarrollo. Como dice el Popol Vuh: «¡Que todos se levanten! ¡Que nadie se quede atrás!».
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