Súbitamente, un tipo la intercepta, le cierra el paso, la agrede sexualmente y la deja tirada en un rincón del callejón. «No sé cuánto tiempo duró», le dice ella después a la psicóloga que la atiende aún en shock. «No quiero ni pensar en eso», agrega. Pasarán más de seis meses de acompañamiento terapéutico para que ella se atreva a recordar, a identificar escenarios y características de su agresor.
Imagínate que otra persona pasó casualmente por allí y, al ver a la niña tirada, herida y aún en shock, salió corriendo tras el victimario y lo atrapó. Lo condujeron a tribunales y allí, para evitar que fuera un caso más que se alarga y pasa a engrosar la mora judicial, se decidió someter a ese hombre a un procedimiento abreviado. Hasta aquí, esta parece una historia terrible, pero con final feliz, como en Hollywood. Pero no.
Ahora imagínate que, cuando llevan a este hombre frente al juez, él acepta el cargo de agresión sexual. Nadie le pregunta a la niña qué quiere o qué necesita para sentirse mejor. Nadie se ocupa de ella. Lo que nos ocupa ahora es el agresor. Todos los focos de esta película están puestos sobre él. Él es quien habla. Él es quien acepta los cargos. Él es el que tiene voz. Él es el protagonista. Ella desapareció de la escena. ¡Claro!, porque no queremos revictimizarla. Pero ella está ausente en esta larga escena.
Luego de haber asumido su responsabilidad en el hecho (recordemos que estamos ante un procedimiento abreviado), él no podrá apelar la decisión que quien juzga vaya a tomar respecto a su sentencia, pero sí podrá solicitar que se le reduzca la pena hasta un tercio de lo que le habría correspondido (ahora ya se parece más a una historia de terror, ¿verdad?). Finalmente, en menos de dos años andará de nuevo en las calles, buscando otras niñas y otros callejones.
¿Te pareció muy sórdido el guion? Pues lamento decirte que esto sucederá muy pronto en el país si se logra dar viabilidad a una iniciativa de ley que ya se encuentra en segunda lectura en nuestro honorable Congreso de la República. La iniciativa 5,385 se está difundiendo como una propuesta para apoyar a las víctimas. Sin embargo, es todo lo contrario. Se está tergiversando el enfoque victimológico para hacernos creer que es en defensa de quienes han sufrido violencia sexual y trata, cuando en realidad el sistema de justicia estaría provocando, por un lado, mayor impunidad y, por el otro, dejando en mayor vulnerabilidad a las víctimas, desprotegidas frente a los agresores.
Como se evidenció en el ejemplo de la protagonista de 13 años, ella va a necesitar mucho tiempo para reconstruir los hechos y ser capaz de procesar lo que sucedió, quién fue el responsable, y dar detalles de aquella terrible mañana. De todas maneras, eso no importará porque, como se aplicarán procedimientos abreviados, no habrá tiempo para esperar los testimonios de las víctimas. Ellas, como en el guion, quedan invisibilizadas. Para cuando el agresor vuelva a pisar las calles, ella apenas podrá estar reconstruyendo su plan de vida. Con suerte.
Además, quienes promueven la iniciativa olvidan que delitos como la violación sexual y la trata de personas son graves, gravísimos, y que no se pueden crear procedimientos específicos para bienes jurídicos tutelados. Lo prohíben las normativas nacional e internacional. No se robó una cartera en la camioneta, no. Se le robó el proyecto de vida a una persona. ¿Cómo puede ser que al agresor se le reduzca la pena y se lo devuelva a la calle antes, incluso, de que la víctima se haya podido recuperar del shock? Entonces, ¿estamos premiando al agresor?
Más que resolver la mora judicial, que es lo que se está esgrimiendo para defender la iniciativa, lo que se genera es una brecha mayor de impunidad. En lugar de avanzar hacia un marco normativo libre de discriminación sexista, estamos retrocediendo. Es una respuesta misógina del Estado frente a un problema gravísimo.
Si esta iniciativa se aprueba y transforma en ley, no solo se agudizará el continuo de violencia en contra de las niñas adolescentes y de las mujeres, sino que además se incurrirá en una forma de violencia institucional que claramente revictimizará a quienes ya han sufrido un delito en carne propia.
Yo no soy impunidad. No quiero serlo. Por eso no apoyo la iniciativa 5,385.
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