En mi artículo de hace ocho días reseñé que «entre mayo y agosto se celebra la feria titular de la mayoría de municipios de Alta Verapaz. Particularmente durante el mes de agosto. Y este año sucedió lo que otros años no había acontecido: la desaparición de cuando menos cuatro adolescentes durante celebraciones de los pueblos más grandes».
Mas las ferias no parecen ya ser parte del tablado. Tales sucesos continúan. Ello ha provocado que cuando menos siete colectivos se pronuncien al respecto. Entre ellos, Paso a Paso, Rojav, Ajoder y otros, que de manera respetuosa pero contundente han solicitado a la Gobernación departamental dar urgentemente con el paradero de los desaparecidos; al MP, a la PNC y a la Digici, coordinar esfuerzos para agilizar las labores investigativas y las pesquisas contra los autores materiales e intelectuales; a la PGN, activar de forma más inmediata las alertas Alba-Keneth; a la PNC, brindar seguridad a los establecimientos educativos; al Mineduc y a la Asociación de Colegios Privados, generar acciones para responder oportuna y efectivamente al problema; y a las familias altaverapacenses, mejorar la comunicación e integración familiar y retomar los valores morales que han cedido ante la desintegración y otras noxas que golpean frontalmente a las familias.
Este llamado de los colectivos me conmovió. Me hizo recordar un fragmento de Mensaje para la XLVIII Jornada Mundial de la Paz 2015, «no esclavos, sino hermanos», constituido en homilía de la misa en la Solemnidad de Santa María, Madre de Dios: «Los Estados deben vigilar para que su legislación nacional en materia de migración, trabajo, adopciones, deslocalización de empresas y comercialización de los productos elaborados mediante la explotación del trabajo respete la dignidad de la persona. Se necesitan leyes justas […], que defiendan sus derechos fundamentales y los restablezcan cuando son pisoteados, rehabilitando a la víctima y garantizando su integridad…».
El tema es atinente a la legislación, a la dignidad humana y a los derechos fundamentales de la persona. Y tal es el argumento del llamado de los colectivos sociales de Alta Verapaz.
Me conmovió porque nunca antes, en esta región, colectivos sociales de diferentes pensamientos, objetivos y propósitos habían aunado esfuerzos en pro de los valores morales como ahora se hizo y se está haciendo. En realidad habíamos caído en ese estuario entre el consumismo y la falta de realidad del posmodernismo que pondera al hombre con licencia para matar y aplaude aquellas felonías devenidas de los antivalores que, como telarañas, nos han embrollado y maniatado hasta el silencio mismo. Mas la petición del respeto a la dignidad humana afloró con la vehemencia del llamado del papa Francisco y nos está poniendo en una misma ruta, muy diferente a la lógica de la locura.
Esa lógica de la locura indica que a la violencia debe responderse con violencia. Por lo tanto, las víctimas y sus familiares deben asumir un fanatismo tan criminal como el de los secuestradores y los torturadores. ¡Vaya ruta equivocada! No cabe duda de que la exposición diaria a la crueldad deshumaniza.
Yo tengo confianza en el MP, la PNC y la Digici. Creo que a estas alturas algo o mucho habrán hecho y considero que la postura tomada por los colectivos mencionados es la correcta: el diálogo razonado. De nada sirve en estos momentos hepáticas protestas o señalamientos. Ante una dificultad o un estado de calamidad, los seres humanos estamos llamados a congregarnos, y no a disgregarnos. Lo segundo implica hacerle el juego al mal.
De mucha importancia es el final del numeral 6 del comunicado de estas asociaciones —publicado en las últimas horas en las redes sociales—: «Los padres de familia deben retomar sus responsabilidades en el cuidado, la vigilancia y la protección de sus hijos». Es muy importante porque debemos reconocer que, en varios estamentos de nuestra sociedad, la responsabilidad como valor se nos ha escapado de las manos.
Los altaverapacenses y los guatemaltecos en general debemos caer en la cuenta de que es el momento de tomar posturas. ¡No al flagelo del secuestro! ¡No a la violencia que genera más violencia! ¡No a la indiferencia que mata por medio del viscoso limo del silencio!
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