Las causas son diversas. Se me ocurre que entre ellas podemos mencionar que los docentes mejor calificados regularmente son mejor cotizados y no tienen necesidad de salir de su área de residencia o que el poder adquisitivo en las comunidades solo alcanza para colegiaturas baratas. A menores salarios de padres y de docentes, menor calidad educativa. Entre los docentes que llegan a obtener una plaza en educación pública, así como hay muy buenos, también hay quienes consiguen el nombramiento por favor político o por soborno aunque no llenen los estándares magisteriales.
Los maestros rurales deben enfrentar, además, caminos inaccesibles, miseria (que le impide al estudiante contar con recursos didácticos adecuados) y el alto índice de desnutrición que los niños, las niñas y los adolescentes sufren desde antes de nacer y que implica un grave retraso en el crecimiento de fetos, infantes, niños y niñas, pues atrofia drásticamente más de un millón de nuevas conexiones neuronales por segundo (que los bebés deberían tener). Al estar sujetos a deficiencias en el desarrollo, el aprendizaje se vuelve significativamente más lento.
Conozco desde joven a un amigo que creció en esta comunidad. Conozco a sus hijos: todos estudiaron en la comunidad, y, con el esfuerzo de todos, los mayores lograron graduarse de enseñanza media y los pequeños ingresar a la universidad. Hace unos días lo escuché hablando con la hija pequeña y no pude evitar preguntarle la razón por la que a ella le habla en español mientras a los mayores les habla en q’eqchi’. Me respondió que lo decidieron en casa al percatarse de que, al tener como idioma materno uno maya, la comprensión en la escuela se dificulta. Es decir, además de los problemas ya enumerados, debemos agregar una barrera idiomática que está destruyendo su cultura.
[frasepzp1]
Este fenómeno es digno de estudiarse porque son muchos los padres que hablan q’eqchi’ (y muy poco español), pero que deciden enseñarles a sus hijos el español (uno muy pobre, por cierto) para que puedan adaptarse a un pésimo sistema educativo, teóricamente bilingüe.
Hace tan solo unas semanas unas niñas becadas llegaron a pedir ayuda para hacer las guías de estudio. Llegaron en enero desde una comunidad lejana para estudiar en un colegio donde las estaban nivelando académicamente. Una de ellas tenía una tarea aparentemente sencilla: escribir diez sinónimos. Cuando tratamos de explicarle, encontramos que su vocabulario en español era tan limitado que, aunque la explicación fuera larga, no tenía otra palabra para definir cosas simples:
—Mayra, ¿cómo se llama esto? (señalando una sandalia).
—Se llama zapato.
—No, amor. Zapato es aquel, que es más cerrado. Esta se llama sandalia, pero también se le puede decir caite. Esos son los sinónimos.
—No, mi papá me dijo que ese se llama zapato —dijo para poner fin a la conversación (y aún faltaban los antónimos).
Otro día, Íngrid acudió a nosotros porque no sabía qué era un cilindro. Tampoco comprendía qué significaba la palabra ilustrar.
Aquí ninguna institución educativa (pública o privada) demostró estar capacitada para afrontar la crisis. Las instituciones públicas, hasta agosto, no sabían cómo responder a las necesidades educativas. Se limitaron a entregar guías (copy-paste del Internet) que la mayoría de los niños y de las niñas no sabían interpretar. Algunas instituciones privadas, en cambio, pusieron tareas para entregar trabajos en línea. La queja estudiantil era: «Llevo más de 76 tareas enviadas que jamás revisaron, pero que sí calificaron». La única respuesta que encuentro es la vox populi que asegura que la orden oficial es que todos ganen aunque no aprendan.
A estas alturas, si queremos apoyar, es imprescindible buscar y encontrar una solución que se acomode a resolver efectivamente los problemas y las necesidades de educación de las comunidades. Todo apunta a que las plataformas de educación a distancia con un monitoreo semipresencial son la manera más viable de tirar un salvavidas a todo aquel que quiera estudiar, especialmente a las niñas, a quienes se acostumbra poner a estudiar solo unos cuantos grados.
Más de este autor