Ustedes. A ustedes ya los conocemos (aunque quizá es una ilusión lo que conocemos). Sabemos cómo piensan, qué ideología defienden, qué tácticas y estrategias desarrollan. Con algunos matices, son las mismas que vienen desplegando desde hace muchos años, atormentados con lógicas bélicas y mundos bipolares. Para ustedes no existen las tonalidades. O estamos de su lado o en su contra. No hay grises. Todo lo distinto a su rasero debe ser controlado y, si opone resistencia, negado (un eufemismo para decir aniquilado). Claro, la cosa no es tan fácil. Porque antes de llegar a esa drástica medida tratan de convencer al resto de la población (y lo logran muchas veces) de que sus prácticas son normales y de que lo hacen de esa forma por el bien común (que no es más que un relato construido para justificar su beneficio, no el colectivo).
Para lograr que tanta gente les crea apelan a viejas estrategias de convencimiento que pueden ser muy sutiles si la mayoría obedece o muy drásticas si se subleva. Lo de ustedes en tiempos de paz es la violencia simbólica, es decir, esa que no se percibe como tal, pero que, definitivamente, lacera derechos y construye subjetividades adormecidas. Para eso cuentan con medios de comunicación que les son afines. La receta histórica ha sido discurso de odio primero, violencia simbólica después y violencia física de último. Corolario: negación y muerte.
«Es que aquí hay un orden», dicen. «Y hay que respetarlo», continúan. Nos recuerdan a cada rato que a «aquellos individuos, grupos u organizaciones que por medio de acciones ilegales tratan de romper el orden establecido» (definición de enemigo interno en el marco de la doctrina de seguridad nacional) hay que domarlos o criminalizarlos o desparecerlos. ¿Para qué se toman tanto trabajo? ¿Es solo una cuestión de orden? No, es una cuestión de seguir manteniendo el statu quo para garantizar sus intereses, esos mismos que les mantienen los privilegios mientras más de la mitad de la población del país sigue hambreada, enferma y muriendo. Claro, todo muy legal. ¡Obvio!
Hay muchas maneras de matar.
Pueden meterte un cuchillo en el vientre.
Quitarte el pan.
No curarte de una enfermedad.
Meterte en una mala vivienda.
Empujarte hasta el suicidio.
Torturarte hasta la muerte por medio del trabajo.
Llevarte a la guerra, etc…
Solo pocas de estas cosas están prohibidas en nuestro Estado.
Bertolt Brecht
[frasepzp1]
Ustedes, en el marco de su lujuria controladora, persiguieron la semana pasada a representantes de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie) que habían venido al país a participar en un encuentro internacional con representantes de pueblos indígenas de Guatemala, Honduras, México, Bolivia y Argentina. Jaime Vargas, presidente de dicha coordinadora, Apawki Castro y Luisa Lozano vinieron al país invitados por la Coordinación y Convergencia Nacional Maya Waqib’ Kej para dialogar en torno a problemas comunes que los pueblos indígenas enfrentan en el continente y trazar estrategias alternativas frente al despojo.
Según la versión oficial, «soliviantaron los ánimos», alebrestaron el orden. Los medios adláteres salieron inmediatamente a difundir esa idea, a informar de estos extranjeros que habían tenido que ser expulsados del país porque cometieron un delito, una ilegalidad (en este punto vuelva a la definición de enemigo interno unos párrafos atrás). Intentaron preparar a la opinión pública diciéndole que se había cometido una ilegalidad, estimularla para crear esa percepción negativa y obturar cualquier forma de apoyo a las personas que estaban siendo víctimas de un acto que las criminalizó.
Pero su discurso y sus lógicas herederas de la estrategia contrasubversiva francesa o de las lógicas contrainsurgentes impulsadas en América Latina no son legítimas por mucho que ustedes se esfuercen en hacer que se les crea. Ya no es posible seguir pensando en las personas como enemigas y en que «para resolver el problema amputamos el problema». Los pueblos indígenas han estado reclamando históricamente el expolio de los territorios que habitan, la forma como les han contaminado sus ríos, envenenado sus tierras y negado su cosmogonía. Por eso ustedes los han transformado en enemigos, pero no lo son. Son personas defendiendo sus derechos. La persecución política, la criminalización de luchadores y el asesinato de dirigentes violentan derechos por mucho que pretendan disfrazar esas prácticas y hacer creer a la gente que son normales.
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