Como se ha insistido, definir «cultura» es una tarea muy complicada, se podría tener un acercamiento indicando que es: «las formas de vivir, pensar y sentir de los diversos grupos sociales». Bajo esa lógica, la estructura social en Guatemala evidencia que existen en este territorio, muchas formas de vivir. No es lo mismo para una persona de la región Ixil percibir la realidad, como lo es para una persona garífuna de Livingston o para una persona mestiza de Quetzaltenango. Es decir, la cultura tiene como base la diversidad.
Partiendo de eso, la gestión cultural en Guatemala también ha sido una profesión ancestral y diversa con sus particularidades, capaz de adaptarse a las complejidades de las distintas épocas, su valor e importancia en el desarrollo de los diferentes pensamientos es incalculable, fundamental para mantener con vida conocimientos que se han transmitido y han mutado con el pasar de las generaciones.
Las comadronas, los cofrades, las y los guías espirituales, la gente que practica la medicina ancestral, las y los defensores de la tierra, por citar algunos ejemplos, llevan consigo conocimientos con los que la vida se ha preservado, durante la guerra, muchas de estas personas fueron perseguidos y asesinados simple y sencillamente por ser portadores de una cosmovisión que históricamente se ha despreciado, la figura de la gestión cultural en Guatemala ha sido principalmente eso, una acción para salvaguardar el intelecto y el sentir.
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Hacer, transmitir y preservar la «cultura» se ha hecho de forma natural, sin esperar ningún tipo de apoyo o de reconocimiento, se ha venido haciendo como un compromiso con la comunidad y con el territorio; con la llegada del neoliberalismo salvaje, todo lo que hemos aceptado por «cultura» se ha vuelto en un discurso que evidencia la lucha de clases, además de colocar como un «producto» ,algo que no podemos ni siquiera lograr definir. A pesar de ello, la gestión cultural ha sido una forma natural de resistencia y renovación que ante los modelos económicos y sociales, sigue con vida.
Pensar en el conocimiento, en la organización comunitaria y en el ejercicio de hacer algo a pesar de todo, es un destello de luz en medio de esta noche oscura que nos está tocando vivir. Vienen a mi mente todas aquellas personas que han dado su vida para que podamos tener un baile, un festival, una obra de teatro, un concierto musical, una lectura de poesía, una feria del libro, una invocación al fuego o cualquier celebración que nos ayude a seguir creyendo en aquello que Luis de Lión dijo tan maravillosamente: «¿Verdad que no es necesario esperar la lluvia para que la primavera se levante?».
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