Y debo decir que, aunque las opciones que se les ofrecen a los ciudadanos guatemaltecos parecen ser muchas, lo que parece privar es un visceral deseo sensacionalista de polarizar aún más a la sociedad, reproduciendo clichés, tergiversando la información y, lo que es peor, tomando partido de manera obvia con el oficialismo, sea este político, religioso o social. Es decir, un periodismo irrespetuoso y cargado de liviandad.
Mis viajes de Xela a la Capital hacen que una de mis actividades ...
Y debo decir que, aunque las opciones que se les ofrecen a los ciudadanos guatemaltecos parecen ser muchas, lo que parece privar es un visceral deseo sensacionalista de polarizar aún más a la sociedad, reproduciendo clichés, tergiversando la información y, lo que es peor, tomando partido de manera obvia con el oficialismo, sea este político, religioso o social. Es decir, un periodismo irrespetuoso y cargado de liviandad.
Mis viajes de Xela a la Capital hacen que una de mis actividades más frecuentes sea escuchar la radio y, de paso, informarme. Así, voy de estación en estación y de decepción en decepción, ya que pocas veces encuentro programas noticiosos o de comentarios sociales que propongan miradas informadas, críticas y valientes sobre lo que sucede en nuestro entorno. Hay excepciones, claro, pero debo confesar que hasta ahora son pocos los reportajes, entrevistas y análisis que van más allá de lo obvio.
Ayer, por ejemplo, escuchaba cómo un comentarista se refería a lo que a su juicio demostraba que en los eventos recientes en Totonicapán, los pobladores de los 48 Cantones habían sido los que actuaron con violencia y causaron las muertes de sus compañeros, poniendo a los soldados en calidad de víctimas. Pero antes de ofrecer la “evidencia” que fundamentaba lo que decía, se lanzó a proponer una irresponsable reflexión en la que centraba su mirada en su propia percepción de los hechos y no en un análisis de los mismos basado en argumentos serios, imparciales y analizados a profundidad. Así, cuando finalmente se escuchó el relato de un reportero que había sido alcanzado por una piedra, lo que este decía inevitablemente podía ser interpretado por los oyentes a la luz de los prejuiciosos comentarios anteriores y no en virtud de los hechos tal y como sucedieron.
Que muchos periodistas han sido objeto de violencia durante su misión de presentar las noticias desde espacios de conflictividad, es una verdad que se ha comprobado aquí y en el mundo entero, algo que por supuesto debe ser reconocido como algo lamentable y desafortunado. Pero en lo que quiero centrarme ahora, es en la irresponsabilidad de los periodistas y comentaristas que manipulan a los oyentes para que escuchen y vean lo que ellos quieren que escuchen y vean, cuando lo que una esperaría es no solo información objetiva y sensible, sino un análisis serio de esta misma información.
En los últimos días la mirada de la mayor parte de guatemaltecos se ha fijado en una serie particular de hechos, sin preocupación alguna por entender las verdaderas razones que motivaron lo sucedido, ni por analizar quiénes son los verdaderos culpables de los asesinatos cometidos. Y, por supuesto, sin ninguna compasión por los demás. Se nos ha educado para no ver, no analizar, no pensar, no escarbar en nuestra historia para entender y entendernos. A mí tampoco me gusta madrugar, pasar medio día haciendo cola en la carretera y perderme alguna cita importante, pero entiendo que mi papel como ciudadana responsable es tratar de entender los hechos más allá de mi derecho a la libre locomoción. La justicia, la vida, la dignidad, esto es lo verdaderamente importante.
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