Un país en el que, además de igualdad (en todos los sentidos y para todas las personas sin excepción), haya equidad para quienes la necesiten.
En mi país ideal no habría pobreza: las niñas y los niños estarían bien alimentados desde antes de nacer y ninguno padecería de desnutrición. Todos tendrían casa, comida, ropa linda, juguetes, protección de sus padres, protección del Estado. La mayoría de escuelas, que serían públicas, serían como hoteles cinco estrellas, y los maestros y las maestras estarían muy bien pagados y habría mobiliario adecuado, material didáctico atractivo, tecnología de punta a un clic del dedo. Las bibliotecas estarían con los estantes llenos de libros novedosos, atractivos, nuevos, completos, actualizados, para todos los gustos y todas las necesidades.
En mi país ideal cuidaríamos la naturaleza y el entorno de las viviendas. Pensaríamos en nuestro presente y en el futuro de las nuevas generaciones y en la vida en todo el planeta. A todos nos alcanzaría para vivir bien. La mayoría seríamos clase media. El salario nos cubriría de sobra las necesidades básicas. Tendríamos un excelente seguro social, hospitales de primera, y aun nos alcanzaría para ahorrar, para salir de paseo, para conocer otros países, para descansar, para divertirnos.
En mi país ideal habría una profundización de la democracia, es decir, cada ciudadano y ciudadana estaría plenamente reconocido y sus derechos individuales y colectivos serían siempre respetados como una prioridad de los otros para mí y de mí para los otros. Las decisiones serían consensuadas y siempre pensadas para el bien común.
En mi país ideal, la justicia social se asumiría de manera directa, igualándonos a todos, equiparándonos, dándonos las mismas oportunidades de manera real y efectiva. El Estado nos facilitaría la posibilidad de obtener, por medio del trabajo digno (en remuneración y trato), la vida que merecemos.
En mi país ideal habría equidad de género no como un eje transversal, sino como un eje vertebral, que inunda cada uno de los espacios de la vida de hombres y mujeres, de niñas y niños. Habría también equidad en los demás temas que hoy nos hacen tan tremendamente discriminatorios.
En el país que añoro habría respeto. Respeto con mayúsculas. Respeto que implica libertad: de elección, de identidad sexual, de religión, de expresión, de tomar decisiones sobre mi propio cuerpo, de ser como cada uno quiera ser sin que otro venga a imponerle su particular manera de ver, pensar y sentir el mundo.
En el país que añoro prevalecería la honradez de los empresarios, que pagarían impuestos sin excepción ni subterfugios, sin privilegios ni engañosas leyes aprobadas para favorecerlos a costa de la mayoría. También serían honrados a toda prueba los funcionarios de los sectores público y privado, pues existiría la creencia bien fundamentada de que robar y caer en actos de corrupción, además de ser una mancha personal, es una especie de delito de lesa humanidad. Para los ambiciosos y aprovechados, del sector que proviniesen, la ley sería implacable.
En el país ideal que yo ansío viviríamos seguros, sin miedo de balas perdidas, de asaltos, robos o extorsiones. Estaríamos asegurados por cualquier eventualidad y las empresas responderían sus compromisos con ética, con prontitud, sin trampas. Tendríamos en realidad tanta abundancia que las cárceles estarían casi vacías.
En el país ideal que me gustaría que fuera Guatemala habría un Estado social y constitucional de derecho. La ley nos protegería y casi nadie se vería impelido a delinquir. Y si lo hiciera, una vez cumplida su condena, tendría la oportunidad real de reinsertarse de manera digna a la sociedad, que lo acogería sin reservas porque aprendió su lección y, en lugar de destruir, ahora querría contribuir al bienestar de su comunidad.
En este país que ansío habría una enorme voluntad por lo positivo, por lo que hace crecer y desarrollarse a un pueblo. Seríamos tolerantes. Sentiríamos empatía por los problemas de los demás. Siempre solidarios y sororarias, amables, responsables de nuestros actos, actuaríamos con reciprocidad, con paciencia y alegría, empáticos, amistosos, solidarios, sororarias, justos, amables, recíprocos, responsables, pacíficos, pacientes, alegres.
En ese país me gustaría vivir.
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