Además, la muerte de una persona ha traído a la memoria las muertes de tantas otras en situaciones similares, durante ya demasiado tiempo de violencia social. Pero sobre todo, porque Barillas ha pasado a evidenciar la tremenda militarización que se empieza a experimentar en el país de una manera cada día más fuerte. Debemos preguntarnos si enviar al ejército a resolver un conflicto social es la mejor solución y, si lo es ¿qué significa esto?
Pero Barillas es importante por muchas razon...
Además, la muerte de una persona ha traído a la memoria las muertes de tantas otras en situaciones similares, durante ya demasiado tiempo de violencia social. Pero sobre todo, porque Barillas ha pasado a evidenciar la tremenda militarización que se empieza a experimentar en el país de una manera cada día más fuerte. Debemos preguntarnos si enviar al ejército a resolver un conflicto social es la mejor solución y, si lo es ¿qué significa esto?
Pero Barillas es importante por muchas razones más. Por enésima vez nos enfrentamos a una profunda realidad: somos una sociedad terriblemente polarizada. Si no, veamos la visceral y —por qué no, irracional— reacción de Ricardo Méndez Ruiz en su artículo del martes 8 de mayo en elPeriódico. ¿Cómo puede afirmar tan tranquilamente algo como esto: “Era obvia la intención de los agitadores de lograr otro Panzós, pero les hizo falta la habilidad de Mamá Maquín, aquella líder que fue capaz de hacer matar a decenas de indígenas para convertirlos en mártires”. ¿Cómo puede esto no verse como una profunda falta de respeto por la memoria de todos aquellos guatemaltecos masacrados, torturados, violentados física y psicológicamente durante tantos años de injusticia y de conflicto armado? Por otro lado, en Facebook, ante la indignación de una amiga por lo sucedido, leía el comentario siguiente –y que desafortunadamente refleja la desinformada e insensible visión de muchos guatemaltecos: “Particularmente lo de Barillas no es como se pinta, pero siempre hay quien quiere hacer víctimas o mártires donde no las hay”.
No, no todos somos Barillas, aunque deberíamos serlo.
Pero lo que debería ser más importante es la pregunta del por qué de semejantes reacciones: la reacción violenta ante un conflicto que debería ser resuelto mediante la búsqueda de soluciones que beneficien al pueblo y no a los empresarios ni a nadie más; la incomprensión; la deslegitimación de la historia y de la defensa de los derechos humanos; el enfrentamiento y el desencuentro de pobladores de un mismo espacio. Todo esto me hace pensar que durante la llamada postguerra se invirtió más tiempo, esfuerzo y recursos en programas de desarrollo que en la restauración del lastimado fino tejido social de los guatemaltecos, tanto a nivel colectivo como individual. Nuestra salud mental, nuestra capacidad de interactuar con los demás, el manejo de nuestras emociones ¿quién se preocupó de restaurar las heridas para que no las siguiéramos cargando a cuestas?
Barillas es una llamada de atención que no debemos tomar a la ligera. Lo que estamos viviendo debe ser colocado dentro de un mapa de acontecimientos más amplio en el que la minería, el derecho a la tierra, el aprovechamiento y la vejación que las grandes empresas hacen de la población y de sus tierras, y tantas cosas más, deberían ser elementos imprescindibles para el análisis. Este es un tema de justicia social, no nos confundamos.
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