Un país sin generalas: las mujeres en el Ejército de los hombres
Un país sin generalas: las mujeres en el Ejército de los hombres
El 7.8 % del Ejército de Guatemala lo conforman mujeres. Siempre han estado ahí, aseguran, pero hace 21 años y ocho meses se les permitió tomar las armas y no dedicarse solo a los servicios de Sanidad Militar como era la norma interna. Aún no hay ninguna general ni posible aspirante a ministra de la Defensa, pero van en camino. Mientras llegan, están atravesando una institución que históricamente ha sido de los hombres.
En el departamento de prensa del Ministerio de la Defensa la mesa está llena de mujeres. Todas uniformadas, con sus insignias puestas, el pelo recogido en una cola de caballo, algunas portan boinas. Las risas se escuchan desde la recepción. Las mujeres platican de sus vidas, de sus hijos, de la admiración que existe entre ellas. Cuentan de su Ejército, un Ejército cuya historia ha sido escrita y es repetida por hombres.
El Ejército de las mujeres es distinto. Tiene más retos, más discriminación, pero también más solidaridad. Son un grupo minoritario, representan el 7.8 % de los 18,181 efectivos que tienen la Fuerzas Armadas en el país. De acuerdo con el Atlas Comparativo de la Defensa en América Latina y el Caribe (2016), hay 1,183 mujeres en las fuerzas de tierra, 122 en las de mar y 87 en las de aire. Los puestos que ocupan se dividen en oficiales, especialistas y tropa. Las oficiales, quienes son las egresadas de la Escuela Politécnica, son los números más bajos. Hay 204 en tierra, 12 en mar y cinco en aire. Esto, argumentan oficiales y exmilitares, se debe a que la incursión de la mujer en la carrera militar de armas inició apenas en 1997.
Antes, la única manera en la que una mujer podía ser oficial era recibir una beca para estudiar en la Escuela de Enfermería Militar en México y regresar a formar parte de la Unidad de Sanidad Militar. De las mujeres que optaron por esta rama actualmente hay cuatro coroneles. Las pioneras ya están jubiladas. La especialización del personal femenino de sanidad militar inició 1969 cuando se envió a Astrid Viveca Meoño Porta a México. En 1971 se convirtió en la primera mujer oficial efectiva. Le siguieron Irma Corona de León y Thelma Elida Gramajo López en 1974.
Las mujeres desconfían durante los primeros minutos de la entrevista. Los hombres alrededor las observan. Una cámara del departamento de comunicación social graba sus relatos. El coronel Oscar Pérez, vocero de la institución, se retira para que «estén en confianza». En la pequeña burbuja en la que sus compañeros están al margen, ellas hablan tranquilas.
Coronel Hilda Obeyda González Klusman, 21 años de servicio
Soy Coronel de Sanidad Militar con un diplomado de Estado Mayor, enfermera profesional, y tengo una maestría en recursos y tecnología. Mi padre, que en paz descanse, y mi hermano fueron oficiales. Mi señora madre fue especialista.
Actualmente en el Ejército somos cuatro coroneles mujeres, tres de sanidad militar y una de intendencia. Fuimos becadas por el Ministerio de la Defensa para poder estudiar en México por cuatro años. Hubiera sido bonito entrar a la Politécnica desde el inicio de mi carrera porque no hubiera tenido que abandonar mi país, pero no admitían mujeres en ese entonces.
He tenido la bendición de participar en misiones de paz. Fui al segundo contingente en el Congo con kaibiles, fuimos 105 y éramos solo cuatro mujeres. Esa fue la misión en la que murieron kaibiles. Fue una experiencia bastante difícil porque los medios se adelantaron a los acontecimientos. Eran entre las 5 o 6 de la mañana cuando la BBC ya había transmitido que el contingente de Guatemala había sufrido 8 bajas. Inmediatamente mi mamá supo la información y estaba en shock. Gracias a Dios hablamos, ella llamó llorando para ver si estaba bien. Las misiones son situaciones en las que uno está expuesto y en las que se toman riesgos, pero uno va como voluntario.
Considero que Guatemala tiene un prestigio dentro de la misión en el Congo porque los kaibiles allá representan lo que los rangers de Estados Unidos para nosotros. Pienso que Guatemala exporta la paz y la exporta a lo grande. Muestra de ello son todas las acciones que el contingente realiza no solamente con el trabajo militar.
También fui a Eritrea con 315 personas de varias nacionalidades, de las cuales éramos 15 mujeres y yo era la única guatemalteca. En 2009 fue la última vez que salí desplegada, estuve en la parte sur de Sudán que colinda con el Congo. Pronto iré otra vez a Sudán para participar como observadora militar de Naciones Unidas durante un año.
Cuando uno regresa, llega a la Escuela Politécnica para adaptarse a las voces de mando. A mí me mandaron como comandante de pelotón del cuerpo de fusileros y para la tropa era un choque el hecho que nombraran a una mujer como comandante. En el primer fin de semana se fue mi sargento de pelotón porque a él “ninguna mujer lo iba a mandar”. Al año siguiente fue a la Guardia Presidencial a pedir solicitud para darse de alta y una mujer era su sargento.
También la primera vez que fui a pasar revista iba hacia el pelotón y cuando me vieron, cerraron las puertas. Llamé a otro encargado a preguntar qué pasaba y él dijo que no querían que entrara porque algunos estaban en calzoncillos. Les pedí que se pusieran pantaloneta y entré a revisar, y a tirar muchas cosas porque no estaban en orden. Les dije que a las cinco de la mañana me fueran a traer a la enfermería para ir a correr. Pensaron que en una cuadra me iba a quedar, pero nos fuimos y después que ya no podían, les dije que tenían que bañarse y luego iba a pasar revista. Cuando llegué, la puerta ya estaba abierta, me la abrieron porque ya les había mostrado que tenía las cualidades para el comando. Después de eso cambió mucho la actitud del personal para conmigo. Ya hubo aceptación y apoyo.
Fui comandante de pelotón con las primeras promociones de mujeres en la Politécnica. En ese tiempo era subteniente, así que me bajaron unos cuantos rangos porque me tocó hacer las funciones de sargento. Soy de la opinión que dentro del grupo de mujeres se da una bonita amistad, independientemente del grado. Pero si era necesario sanciones, pues también lo hacía. Les decía en broma que ellas me sacaban más canas verdes que mi hija porque a mi hija solo la miraba los fines de semana. Les decía que iban a entender eso cuando estuvieran en mi lugar porque a los hijos no se les da cantidad de tiempo sino calidad de tiempo.
Con la formación de las Unidades de Asuntos Civiles en la década de los 80 se incorpora el personal femenino en nuevas áreas del Ejército. La idea era mejorar las relaciones con la población civil, y se consideró que las mujeres tendrían una mayor capacidad para acercarse a los civiles.
Pero el 23 de junio de 1997 se abrieron las puertas de la Escuela Politécnica para la primera promoción mixta. Julio Balconi Turcios fue ministro de la Defensa en esa época. Cuenta que la idea surgió en 1992 cuando, como director de la Politécnica, visitó West Point, la Academia Militar de la Fuerza Aérea en Estados Unidos. Su gran sorpresa fue que una mujer era la comandante de los cadetes.
«Regresé a Guatemala con la inquietud de ver la posibilidad de incluir a la mujer. Pero era un tema un poco complicado, no porque fueran mujeres, sino por la formación de los cadetes», asegura. Balconi cuenta que le dijeron que había pruebas médicas que aseguraban que las mujeres no podían pilotar aviones de combate porque podían tener un problema reproductivo, tampoco en artillería porque el impacto que se siente como operador de un aparato podría afectarlas; tampoco en infantería porque cuando se hace una patrulla y hay que ir a la montaña las mujeres necesitan más “privacidad”. El general retirado no creyó esas excusas y logró superar todos los prejuicios. «Nosotros no lo hicimos porque se nos ocurrió, sino por las experiencias que había en otros Ejércitos. Con la experiencia de Estados Unidos ya nadie pudo decir que no era posible aceptar mujeres», dice.
Lo primero fue abrir las puertas del Instituto Adolfo V. Hall a las mujeres, un año antes que lo hicieran en la Escuela Politécnica. Al ver que funcionó, les permitieron el ingreso a las filas del Ejército. Pero debían hablar de cuántas mujeres podían aceptar. Se acordó que fuera un 10 %, un número pensado con base en dónde podían ubicarlas cuando fueran oficiales.
Las diferencias que se dieron en la Politécnica luego del ingreso de las mujeres era que ahora había oficiales femeninas de planta y que las clases de combate se dividieron en yudo para ellas y boxeo para ellos. No han considerado otras alternativas para entrenar en combate cuerpo a cuerpo.
Mayor de Intendencia Gladys Esther Morales Valenzuela, 17 años de servicio
Ingresé a la Escuela Politécnica en el 97. Soy de la primera promoción de mujeres, fue un gran reto porque llegamos a romper las tradiciones. Siempre quise ser militar. Mi hermano es militar. Tengo familiares que fueron militares. De pequeña decía que iba a ser aeromoza o militar, dos carreras que no se parecen en nada. Intenté irme a México cuando me gradué porque en ese entonces no había mujeres en la Politécnica, pero en ese lapso dejaron de dar becas porque ya tenían el plan de dejarnos ingresar. Salió la convocatoria y fui a hacer los exámenes.
Llegamos a una escuela que había sido dominada por hombres por más de 100 años. No estaban muy felices de que invadiéramos su espacio. Nos costó un poco. Tuvimos que ir aprendiendo y demostrando que sí estábamos en la capacidad de cumplir con lo mismo que ellos hacían. Tocaba ganarse el espacio y dejarlo abierto para el resto de mujeres. Yo pienso que fue al año de habernos conocido que se dio el momento de integración y compañerismo, luego de que la promoción de varones nos aceptó porque miraban el esfuerzo de uno.
Mi mamá era especialista. A mí me gusta mucho el himno y yo desde pequeña le pedía que me lo cantara. Hasta la fecha cuando lo escucho se me llenan los ojos de lágrimas porque me acuerdo de ella. Llegué hasta aquí porque ella se esforzó. Los fines de semana cuando uno va a ver a su familia es un poco dramático. Uno se sube al bus y saca un pañuelo blanco para decir adiós.
Soy de intendencia y me desempeño en puestos logísticos. Por ejemplo, mi rama es la encargada de la distribución de uniformes, de la comida. Mi curso para ascender a mayor lo saqué en Jamaica, duró seis meses y aprendí de una cultura totalmente diferente. Ahora estoy estudiando para llegar al grado de teniente coronel.
Claudinne Ogaldes, politóloga, realizó su tesis de grado acerca de la incursión de las mujeres en el Ejército. La profesional asegura que siempre ha habido mujeres en las fuerzas armadas. Pero estaban asignadas a áreas como la cocina, la lavandería y el aseo. Mundialmente, no fue hasta la Segunda Guerra Mundial que la mujer empezó su carrera como oficial. «No es porque la reivindicación de la mujer haya ganado el espacio en el Ejército. Era necesario. No fue la lucha de la mujer la que permitió que la mujer entrara al Ejército, fue la necesidad de elementos», explica.
Ogaldes cuenta que ella quiso entrar a la Escuela Politécnica en 1986, pero al llegar le dijeron que no la aceptaban por ser mujer. «Me dijeron que podía ir a México para ser enfermera, pero yo no quería ser enfermera», cuenta. Fue ahí donde surgió su interés por el tema de las mujeres en las Fuerzas Armadas. Asegura que superan a los hombres académica y físicamente, pero sabe que no han podido llegar a todos los espacios, a pesar de la apertura. «Tengo conocimiento de mujeres que han pedido el curso de kaibil y no las han dejado entrar», cuenta. El Ejército se escuda con que ninguna ha cumplido los requisitos y que en los Rangers de Estados Unidos tampoco hay mujeres.
Capitán de Infantería Ann Marie Argueta Sosa
Crecí en la vida civil. Me metí a la universidad a estudiar arquitectura y de ahí me pasé a la Escuela Politécnica. Yo veía conocimiento, destreza y valor en un oficial. Yo admiraba eso y lo quería para mí. Pasé los exámenes e ingresé. El estilo de vida era completamente diferente a lo que uno está acostumbrado. A uno le enseñan a lavar su ropa, ordenar sus cosas, llevar un orden, porque si usted puede y sabe, le puede enseñar a su tropa.
La sociedad le pone a uno límites, le dice que uno no puede hacer esto o aquello por ser mujer. En la escuela le enseñan que eso no es así, todo está en su cabeza. Es una lucha constante con uno mismo, sobre todo en la parte física. Si él corrió, usted puede. Si él hizo una paradilla, usted también. Si él hizo un mortal para el frente, usted puede también.
Iba en la mitad de mi tercer año en la Politécnica cuando salió una convocatoria para estudiar en Inglaterra. Fuimos 25 a examinarnos para el primer examen, 12 para el segundo, y al final quedamos un sargento y yo. Me fui un año y tres meses, porque se necesitaban tres meses para aprender la jerga militar inglesa. Mientras acá se mira la parte militar y académica en la escuela, allá solo es lo militar. Lo qué sí me di cuenta es que todos los ejércitos tenemos la misma disciplina. Lo único distinto son los recursos a los que uno tiene acceso. Allá el 10 % de compañeras eran mujeres. Creo que es porque se tiene la concepción de que la carrera de armas es muy fuerte y son pocas mujeres a quienes les atrae.
Los de Infantería son los primeros que están en la línea. Por eso me gusta. Ese acercamiento, esa adrenalina es lo que me llamaba la atención, y cuando uno es joven sueña con un montón de cosas. Al regresar de Inglaterra, luego de hacer las equivalencias, es que terminé en esta área. Fui la primera mujer en Infantería. Es una gran responsabilidad porque uno da el ejemplo, uno sabe que abre o cierra la brecha con cada acción. La responsabilidad de no fallar está ahí, aun sabiendo que uno va a hacerlo porque es humano.
El vocero del Ejército, coronel Óscar Pérez, reafirma que las mujeres tienen las mismas capacidades físicas y académicas que sus compañeros. Cuando fue comandante de la compañía de damas cadetes, tuvo tres estudiantes que sobrepasaban a los cadetes en temas físicos. «Una hacía 125 dominadas y el cadete hombre que más lograba hacía solo 90. Otra hacía 11 minutos en dos millas y el mejor de los hombres hacia 13».
Son iguales o mejores. Eso dicen todos. Sin embargo, no hay ninguna mujer general. A pesar de sus habilidades, no han llegado a los puestos más altos. Pérez explica la razón: la primera promoción de la Politécnica que recibió mujeres aún no tiene los años de servicio necesarios para llegar a ese puesto. Faltaría una década, más o menos. Y eso solo si cumplen con todos los requisitos. El más importante de ellos: tener tiempo de comando.
Hasta el momento solo hay mujeres coroneles, el grado más alto que han alcanzado. Aunque algunas personas murmuran que a una de estas coroneles le habían ofrecido el ascenso a general en junio del año pasado, estas mismas dicen que no se concretó porque le faltaba cumplir el requisito de comando. A las que sí pueden llegar a serlo, esperan que el factor tiempo no represente un obstáculo debido a los años de servicio que se requieren. En mayo 2017, el entonces ministro de la Defensa, Williams Mansilla, llegó al Congreso con una iniciativa de ley para aumentar los años de servicio y permitir que las mujeres puedan llegar al grado de generales. El funcionario declaró en esa visita que de aprobarse estos cambios, se podrían graduar dos en 2018.
En agosto de 2018 también se habló de otra iniciativa de ley que aumentaría los años de servicio, por lo que el ascenso para miembros del Ejército sería más fácil. Pérez explica que esto se da porque cuando se pensó la ley constitutiva, uno de los requisitos era que los cadetes fueran egresados de sexto primaria. Luego, explica, se aumentó a básicos y ahora a diversificado. Eso quiere decir que para muchos es casi imposible subir la escalinata porque entran seis años más viejos que lo que se había pensado originalmente. La iniciativa de ley se conoció el 28 de agosto de 2018 en el pleno y se encuentra en segundo debate.
Aún así, aunque lleguen a comandos o generales, estar dentro del Ejército no quiere decir que puedan salir a campos de batalla. Pérez explica que en caso de una guerra, las mujeres pueden servir como armas de combate pero no ir al frente, según lo que explican en el Ministerio de la Defensa. Aunque en un inicio el vocero aseguró que esta prohibición estaba estipulada en el Convenio de Ginebra, al ser repreguntado contestó que este únicamente “vela” por la protección de las mujeres. «Un fundamento legal no existe. Se hace únicamente por protección de la mujer», asegura a través de un mensaje en WhatsApp. Actualmente, solo 14 países permiten que las mujeres ocupen puestos de combate. En Alemania se abrió el espacio en 2001, en Australia fue en 2011, en Estados Unidos en 2013, y en el Reino Unido en octubre de 2018.
Mayor de Aviación, Piloto Aviador Ronda Vanesa Bolaños Guzmán, 15 años de servicio
Antes de tomar la carrera militar estudié ingeniería química por dos años en la Universidad del Valle. Aún hablo con gente que conocí en esa época y me preguntan qué sería de mi vida si no hubiera sido militar. Les digo que no sé porque el Ejército es mi todo, mi vida, mi familia, mis amigos, mi medio de subsistencia. Todas las experiencias que he vivido han sido gracias a él. El Ejército me ha dado muchos principios y valores. Yo antes no tenía una rutina en mi vida y cuando llegué a la Escuela Politécnica se ordenaron muchas cosas. Empecé a tener objetivos, metas, retos. La primera vez que mi familia fue a visitarme a la escuela, mi hermana dijo que pensaba que me iban a llegar a traer porque soy desordenada. Eso se me curó. Mi equipo está en orden y nítido.
Me llamó la atención la vida militar porque la familia tenía un amigo que era piloto aviador. Yo le decía que quería ser militar y él dijo que la única forma era ir a México. Luego regresó a la casa a decir que ya no estaban dando becas, que tenía que ir a la Politécnica. Fui a la universidad porque mi mamá no me dejó ir a la escuela porque decía que si a los hombres los tratan mal, cómo me iban a tratar a mí. Cuando llegué a la Politécnica me dijeron que no ingresé porque no tenía perfil militar. Le dije al amigo que no me recibieron y a los 6 meses dijo que fuera a evaluarme otra vez y entré. Años después me enteré que él fue a hablar para que me dejaran ingresar. Siempre tuve un ángel detrás de mí, porque si hubiera entrado un semestre antes, yo no hubiera sido piloto aviador, porque en la promoción 138 solo había especialidad de intendencia. En la 139, que es la mía, dieron Marina, Aviación, Ingenieros, Infantería y Artillería.
A los dos meses llegó el Coronel Guido Santiesteban y dijo que levantaran la mano quienes querían ser pilotos. Éramos 23 los interesados. Al final quedamos 9, 8 hombres y yo. Actualmente somos 5 mujeres oficiales en la Fuerza Aérea. Estoy yo que tengo grado de mayor, hay una capitana asimilada, dos tenientes, y una subteniente que se va a Colombia para volverse piloto de helicóptero. Va a ser la primera en ala rotativa.
Por mucho tiempo fui la única mujer oficial y piloto aviador de la Fuerza Aérea. En mi promoción era la única mujer y por un tiempo me hicieron la vida difícil. La verdad es que el primer año fue horrible para mí. Yo lloraba con mi almohada porque era como una competencia de demostrar que podía ser mejor que ellos. Poco a poco nos fuimos agarrando cariño y nos adaptamos.
Recuerdo una clase de paracaidismo en donde nos pusieron en pareja y había que correr. El premio era descansar. Yo soy mala para correr y el que pusieron conmigo dijo que no íbamos a descansar. No sé cómo lo hicimos, pero lo ganamos. Otra vez estábamos nadando y yo iba adelante. Se les rompió el cerebro cuando me vieron.
El curso para ascender a mayor lo hice en Brasil. Fue sorprendente porque de 103 alumnos, eran 30 mujeres. Decía “¡Qué mujeral hay!”. Cuando me dieron la beca fui a hablar con mi papá, le conté y me dijo que hablara con Rafael. Rafael es el papá de mis hijos. Tenemos un hijo de 13 años y otro de 3. Él me dijo que me apoyaba, en él he encontrado mucho apoyo. Es difícil porque mi mamá dice que soy una mala mamá porque me fui, pero los niños miran el esfuerzo y la lucha. Cuando regresé venía feliz con mis notas para enseñárselas a mi hijo. Los niños ya saben cuándo uno se tiene que ir y lo comprenden.
Originalmente quería ser marina, pero no se dio. El año pasado dieron un curso de buceo. Fui con mi jefe a pedir la autorización y aceptó que me inscribiera. Ahora me molestan con que soy la piloto aeronaval.
Fui comandante de la Compañía de Apoyo de Comando. Es la que tiene al fontanero, al albañil, al tortillero. Mi comandante me ofreció que iba a nombrarme como comandante de escuadrón de helicópteros. Le dije que le agradecía, pero no lo veía bien porque soy de ala fija. El problema es que en Fuerza Aérea hay pocos oficiales, entonces cuando era capitán segundo ocupaba un puesto que tendría que ocupar un coronel. Por el momento voy bien y por los espacios voy a tener que empezar a ocupar terceras y segundas comandancias por lo que voy a cumplir con los tiempos. A diferencia de otras áreas como Infantería que están saturadas. Soy mayor desde diciembre del año pasado y me faltan dos años para ir al curso de teniente coronel. Después faltarían los grados de coronel y general, si el tiempo da.
¿Cuánto falta para ver a una generala?
Además del tiempo de servicio, el principal obstáculo para el ascenso de las mujeres es elrequisito de comandar un batallón. «No creo que haya condiciones para que a una mujer le den un comando. No sé si los hombres estarían dispuestos a cuadrarse ante una mujer, no en una sociedad machista como la nuestra», considera Ogaldes. Tampoco cree que lleguen a ministras por ese tema de la falta de años de comando.
Balconi sí cree posible el ascenso porque asegura que en el Ejército todo es por meritocracia y si una mujer está mejor calificada que un hombre, le toca. «Yo me imagino que dentro de poco tiempo vamos a tener a alguna general o si no en el Estado Mayor como subjefe o Inspector General. También como directora de la Politécnica», dice.
Desde 2013 un acuerdo gubernativo ordenó la creación de una oficina de género en el Ministerio de la Defensa. Su directora es la mayor y abogadad Flor Ubeda, con 25 años de servicio y una especialización en género.
En el departamento ven el tema de igualdad y equidad, dan capacitación en derechos humanos y en los derechos de las mujeres. «Tenemos mucha comunicación con el personal. Abordamos temas como la cultura de denuncia, el acoso. Dejamos las puertas abiertas por si alguien se siente acosada», explica. El año pasado trabajaron con el Instituto de Enseñanza para el Desarrollo Sostenible para dar cursos de formación a una persona de cada mando y dependencia. Ubeda cuenta que, aunque hablen de temas como el acoso, su oficina no es la encargada de dar seguimiento, por lo que no tiene conocimiento de si hay denuncias. El acoso parece ser un gran silencio. No lo hablan. No lo reconocen. Aseguran que en su Ejército no sucede que no hay ninguna diferencia por sexo. Al mencionar el caso de la violación en el Adolfo V. Hall en 2016 aseguran no haber escuchado casos similares. El tema es el gran elefante en la habitación.
Ogaldes está segura que el Ejército se protege y si las hay casos de acoso, será muy difícil que se conozcan. En Iepades coinciden y agregan que el discurso aprendido de la igualdad y la no discrminación está arraigado en la mente de los y las militares, por lo que se evita que el tema se hable más fuerte. Además, resaltan la relación jerárquica y la falta de mujeres en la cúpula.
Ogaldes considera que es bueno que el ministerio tenga una oficina de género, pero tiene que ir más allá de los temas de inclusión. «Género también es cambiar la ley constitutiva para permitir el acceso a todos los niveles del Ejército, explica. También considera que género es empezar a darle otra cara a la institución, la cual se ha ido desgastando con los años. «La mujer le da otra perspectiva al Ejército. Lo humaniza», asegura mientras explica cómo las mujeres pueden ir cambiando las estrategias de ataque y de inteligencia. La inclusión trae retos, sí, pero también nuevas formas de abordar problemas. Pérez concuerda con esto y asegura que las mujeres que trabajan en inteligencia son muy sagaces, muy preparadas para los cargos.
La llegada de las mujeres y sus ascensos en el Ejército representan para Balconi un cambio de percepción del Ejército en la población. «Primero, demostrar que el Ejército no es exclusivo de hombres. Segundo, que la mujer puede ser tan destacada como un hombre y tercero que eso le reduce la percepción a la gente de que el Ejército es una institución machista”, afirma.
La escritora rusa, Svetlana Alexievich, escribió en La guerra no tiene rostro de mujer: «Los hombres permiten con desgana que las mujeres entren en su mundo, su territorio». Ellas lo reafirman al contar sus historias y asegurar que es el doble de responsabilidad, porque no solo se representan a ellas mismas sino a todas las mujeres. Cae una, caen todas.
Alferez de navío María Sara Navichoc Hernández, 7 años de servicio
Cuando tenía 16 años ingresé a la escuela técnica militar de Aviación. Hice mi diversificado y en el último año me acuerdo que todos nos pusimos de acuerdo para ir a examinarnos a la USAC. Yo dije que no, que iba a ir a la Escuela Politénica. Me preguntaron qué pasaba si no me aceptaban y se reían de mí, pero siempre he sido muy determinada con lo que quiero en mi vida y yo quería ser militar. Gracias a Dios me aceptaron y gracias a esto en el segundo semestre se me dio la oportunidad de una beca para las Fuerzas de Mar en Honduras. Me fui por 4 años.
Creo que en Guatemala nos caracterizamos por ser muy patriotas. Cuando uno se va a otro país, uno ama a su patria por sobre todas las cosas. Yo todos los días sentía que tenía la bandera en mi espalda. No representaba solo a Sara Navichoc sino a Guatemala, entonces fue un gran reto. Al principio sí me costó porque extrañaba demasiado a mi familia. Acá los veía cada semana, pero allá los vi cada seis meses o cada año. Era complicado porque mi mamá por sus recursos económicos no me podía llegar a ver seguido. Con la ayuda de Dios me pude graduar. Fue un poco más complicado con la competencia porque no solo era el hecho de ser extranjera sino ser mujer. Cuando nos tocó graduarnos resulta que fui el primer lugar de la fuerza aérea, fuerza de tierra, y fuerza de mar de la Universidad Militar de Honduras. Yo ni sabía que estaba compitiendo con aire y tierra. Mi mamá se paró cuando lo anunciaron y gritó “¡Esa es mi hija!”. Cuando regresé a Guatemala, el Estado Mayor me recibió muy bien porque ya estaban enterados de los logros que había obtenido allá. Eso me ayudó mucho para abrir un poquito de campo y demostrar que la mujer realmente puede.
Me asignaron un puesto operativo, no necesariamente por ser mujer tengo que tener un puesto administrativo. Actualmente estoy en la Dirección General de Asuntos Marítimos y tengo una hija de 2 años. Me faltan dos años para ascender al siguiente grado que es Teniente de Fragata, que equivale a Capitán Segundo.
Mi aspiración principal siempre fue ser piloto. Mi papá era piloto aviador y yo siempre quise ser como él. Lo intenté varias veces. Me examiné para una beca en México, otra en Honduras y otra en El Salvador. En ninguna se me dio la oportunidad porque Dios sabe lo que me conviene. Mi papá murió en un accidente aéreo y yo cada vez que subo a un avión es algo psicologicamente terrible para mí. Gracias a Dios no se me dio la oportundiad de ser piloto porque hubiera fracasado. Pero no me veía en fuerzas de teirra, así que fui a la Marina. En total somos 12 mujeres oficiales.
Yo admiro un montón a las primeras promociones de la Politécnica porque tuvieron que abrirnos brecha. Yo entré casi 10 años después de que ingresaran mujeres y me costó que los hombres se adaptaran. Para ellos quizás es el mismo machismo el que les complica la aceptación. Tuve una experiencia muy fuerte: me robaron todos mis cuadernos. Yo decía que por qué, que no fueran así. Estaban impecables con todos los apuntes y ellos lo sabían. Aún así, no ha sido tan complicado como me imagino le tocó a las primeras.
A mí me costó mucho el balance familia-trabajo. Gracias a Dios estoy en un puesto en la capital entonces veo todos los días a mi hija y eso me conforta mucho. Pero pensar que en algún momento me van a cambiar de puesto o yo tengo que llevármela o dejarla me afecta porque mi prioridad es ella. Tampoco dejaré mi trabajo y yo no quisiera irme de baja, pero en algún momento me va a tocar.
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