Chávez le está pegando con todo, le partió la nariz y le sigue dando. El irlandés sigue parado y podría seguir recibiendo golpes toda la noche, según me dice uno de los reporteros expertos que está viendo la pelea en la mesa de prensa.
Llega un momento que el referí detiene la pelea y termina el sufrimiento para el canchito. Chávez Jr. levanta las manos y es hora de irnos todos a casa.
Uno de los reporteros me explica que hay boxeadores, entre ellos varios de los que pelearon esta noche, a los que les pagan por recibir golpes. No es que la pelea esté amañada. Simplemente es que hay boxeadores cuyo trabajo es poner la cara para que uno más joven, más ágil, más guapo, lo deje como caimito.
Y me levanto el lunes para leer en ElPeriódico que en Guatemala hay uno al que también le pagan por recibir los cuentazos.
En las mañanas, este señor, que responde al nombre de Bergil, trabaja en la lavandería del hospital nacional de salud mental Federico Mora.
Por las tardes labora en un bufete de abogados de mucho prestigio y su oficio consiste en firmar documentos en los que funge como representante legal de empresas constituidas por esa firma de abogados. En total, son más de 100 las empresas que el hombre representa. Y está allí para recibir los cuentazos.
Hasta allí, todo perfecto. El hombre recibe su paga, la empresa recibe su títere y el bufete recibe más y más clientes que buscan un pobre que preste su nombre a cambio de una módica suma.
En el website de la empresa no aparece el servicio de prestanombres. Me imagino que debe ser uno de esos servicios que no están anunciados pero que si uno pregunta, se lo hacen. Como la hamburguesa de carne, pollo y pescado en McDonald´s o los masajes con Happy Ending.
Y seguramente no llega uno pidiendo un pendejo que alquile su nombre y la posibilidad de ir a parar a la cárcel si la empresa hace una cagadota como contaminar un río, estafar a los accionistas o vender pasta de dientes corrosiva.
Seguramente es con más tacto y sutileza que se hacen esas cosas. Ha de ser una de esas conversaciones donde abundan las frases como “ay le encargo”, “desplazamiento de la responsabilidad”, “tan fino usted, dígale al muchacho que estamos muy agradecidos”, “mire, él nos va a ayudar firmando los papeles pero tenemos que echarle una manita”.
Y seguramente lo hacen sin intención de causarle un daño explícito al bueno de Bergil y por lo general no ponen una empresa con la intención de andar delinquiendo.
Pero está claro que una vez que en la empresa se sabe que a la hora de enfrentar la justicia va a ser Bergil y no el socio capitalista al que se lo va a llevar la gran puta, no se hacen las mismas consideraciones.
Y esa es la belleza del asunto. Guatemala es un país donde se puede comprar casi lo que a uno se le dé la gana. Es uno de esos empleos donde no hace falta saber leer ni escribir, solo firmar.
Se puede pagar para no ir a la cárcel, o para ir a un hospital si no hay forma de evitarlo.
Media vez haya pisto, ¡puta!, hasta puede uno pagar para que alguien vaya preso por uno si las cosas salen mal.
Digo, la idea de que haya un representante legal es para que una persona pueda responder en caso la empresa cometa un error. Sin embargo, de qué sirve que haya un representante legal si este no tiene ninguna influencia en el manejo de la empresa.
Si lo que queremos como sociedad es castigar, hagámosle heridas con shilet y echémosle limón a Bergil, que para eso le pagan. Ahora, si la idea es prevenir que las empresas hagan cagadales, sería mejor que en lugar del conserje del Federico Mora, el representante legal sea alguien que de veras tenga algo que perder.
Porque al que van a ir a traer pie con jeta cuando haya un problema en una de las 103 empresas que el hombre regentea es a Bergil.
Bergil seguramente lo sabe. Pero también sabe que el día que haya un clavo, un clavo bien grande, seguramente le van a dar un su pushito de pisto para que se haga sho y se desaparezca mientras apachan el clavo.
Todo eso está bastante claro. No digo que algo que pase en Guatemala me pueda sorprender.
Lo que no termino de entender es que sean los mismos que vienen a hablar de certeza jurídica, de fraude de ley, de corrupción y de moralidad cuando se pasan por el forro de los huevos el más básico principio de la responsabilidad.
Y no digo que el bufete sea el único. Eso de buscar un “chatío” que ponga la cara para recibir los pijazos es práctica común.
No sólo lo hacen los funcionarios corruptos cuando nombran al chofer como representante legal. Lo hicieron en el gobierno de Portillo y en el gobierno de Colom. También lo hizo Rosenberg.
Un mi cuate me cuenta que un banco tiene a su representante legal firmando papeles en el sótano del edificio, entre jabones y detergentes. Es el de mantenimiento.
¿Qué consuelo hay si alguien quiere demandar a una empresa cuyo representante es uno de los miles de Bergiles?
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