Cuando tenía 36 semanas de gestación, comenzó a sentir dolores en su vientre. La llevaron al hospital, pero allí le dijeron que aún no era tiempo. El personal del nosocomio, sabiendo que su embarazo era resultado de un delito, dio aviso a las autoridades. Sin embargo, ningún funcionario se hizo presente. Ella regresó a su casa y los dolores persistieron. Nadie quiso escucharla porque no iban a gastar dinero en llevarla hasta la cabecera nuevamente. Cuando —por fin— los bomberos llegaron, era tarde. Ella había fallecido, pero, creyendo que aún había signos vitales dentro de su vientre, la llevaron al hospital. La recibió el mismo personal y, por la premura del caso, se le practicó una cesárea en el pasillo. El producto de su embarazo también estaba muerto. Además, se dieron cuenta de que tenía una malformación congénita. El comité de muerte materna informó unos días después que «se había seguido el protocolo». Es decir, allí no había pasado nada.
Esta es la historia de una niña de las tantas que en Guatemala se ven forzadas a enfrentar un embarazo que no pidieron, niñas de 14 años o menos que son violadas cotidianamente por algún familiar o alguien de su entorno cercano. El Observatorio de Salud Reproductiva (OSAR) reportó que de enero a junio de 2017 se produjeron 1 138 nacimientos cuyas madres tenían entre 10 y 14 años.
Isabel, de 14 años, fue violada sistemáticamente por un vecino de 53 años. Cuando lo denunciaron, ella estuvo varios días internada en el hospital de la cabecera departamental, pero al agresor nadie lo buscó. Un tiempo después él la secuestró y volvió a violarla. Cuando la policía logró rescatarla, fue llevada al hospital, permaneció internada 15 días y recibió apoyo terapéutico pos-shock, pero ningún profesional le dio seguimiento a su caso. Poco tiempo después detectaron su embarazo. Su hijo nació en el hospital. Le practicaron un parto normal. Para ella, las condiciones de vulnerabilidad no han disminuido: sigue sin poder ir a la escuela, no tiene red de apoyo para que cuiden a su hijo y la familia de su agresor aún la amenaza.
¿Dónde han estado el Estado y sus instituciones, que no han podido proteger integralmente a estas niñas? ¿Por qué los agresores han seguido impunes?
María, de 15 años, ya tiene una hija de 2, fruto de las violaciones de las cuales fue víctima por parte de su padre. Nació en una aldea del occidente del país, pudo completar la primaria y fue una excelente estudiante. Quería continuar estudiando, pero el embarazo le frustró sus planes. Las violaciones y el abuso sexual comenzaron a los 12 años. Por las noches —con todo el resto de la familia durmiendo en la misma habitación— ella era violada. La madre se dio cuenta y, por miedo, calló y normalizó la conducta. María fue retirada del círculo de vulnerabilidad. Su padre fue acusado del delito de violación agravado por el vínculo, pero está prófugo.
Como ella, las niñas que sufren violencia sexual y embarazos que no han elegido interrumpen su plan de vida y generalmente ven su desarrollo retardado u obstaculizado.
Todas estas historias son reales. Lo único ficticio es el nombre. La violencia sexual contra las niñas se produce porque los hombres aún conciben que ellas son de su propiedad y que sus cuerpos les pertenecen. Este pensamiento está tan naturalizado que, aunque sabemos que existe, se ha invisibilizado. Se produce, además, porque el Estado y sus instituciones no actúan para frenarla. Es más: con su inacción dan vía libre para que siga sucediendo.
Es responsabilidad del Estado crear las condiciones para que las niñas vivan una vida digna y sin violencia. Sin duda. Pero ¿qué estamos haciendo nosotros para prevenir la violencia sexual? ¿Seguiremos siendo cómplices de su invisibilización?
No me responda aún. Imagine que, en lugar de Ana, Isabel y María, son sus hijas, sus nietas, sus sobrinas, las niñas de su familia, las que juegan en su patio y se sientan en su mesa. Imagínelas embarazadas con 10, 11 o hasta 14 años. Siendo así, ¿dejaría de ser indiferente al problema? ¿Le exigiría al Estado que le brinde una reparación digna a esa niña?
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