Remesas: el dinero que ingresa, pero no se multiplica en la economía nacional
Remesas: el dinero que ingresa, pero no se multiplica en la economía nacional
Las remesas son significativas en la economía nacional, sin embargo, no hay evidencia concreta —salvo contadas excepciones— de que estos ingresos se empleen para financiar nuevos emprendimientos o proyectos de ahorro. Esto se debe, entre otras cosas, a la ausencia de políticas de acompañamiento del Estado para actividades productivas que generen efectos multiplicadores en la economía familiar. De esa cuenta, los dólares que envían de EE. UU. quedan a merced del consumo, explica Samuel Zapil, investigador de la Vicerrectoría de Investigación y Proyección de la Universidad Rafael Landívar.
Si se pensara la economía de Guatemala como una edificación, las columnas que la sostienen serían las más de 2.1 millones de personas que envían dólares y que en las últimas décadas emigraron a otros destinos, principalmente a Estados Unidos, en busca de mejores oportunidades ante realidades de pobreza, exclusión, hambre y otros problemas en sus comunidades de origen.
La ciudadanía radicada en el extranjero envió sólo en 2022 alrededor de 18,000 millones de quetzales, que representa el 20 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) y se espera que este año se superen estas cifras que hasta septiembre acumula más de 14,700 millones de quetzales, según los registros del Banco de Guatemala.
Estas transferencias, que benefician de forma directa e indirecta al 40 por ciento de la población, se destinan principalmente al consumo de alimentos, transporte, vivienda, salud y educación, confirma la última Encuesta sobre Migración Internacional de Personas Guatemaltecas y Remesas 2022 publicada en junio de este año por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).
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Esto se explica, en parte, porque los salarios en Guatemala son bajos y a menudo no cubren ni siquiera el costo de la Canasta Básica Alimentaria. De acuerdo a las Cuentas Nacionales de Transferencia (CNT), un nuevo estudio elaborado por la Vicerrectoría de Investigación y Proyección de la Universidad Rafael Landívar y el Fondo de Población de Naciones Unidas, el ingreso laboral cubre apenas el 54 por ciento de los gastos de una persona en edad productiva en Guatemala. Parte del resto es cubierto por remesas cada vez en mayor proporción.
Esta realidad la pone al descubierto las CNT, publicado en agosto como una herramienta que permite evaluar los cambios demográficos y económicos en Guatemala con el fin de apoyar el diseño de nuevas políticas públicas con énfasis en la población más vulnerable.
Samuel Zapil, uno de los autores del estudio, conversó con Plaza Pública sobre los principales hallazgos, entre los cuales destaca la creciente dependencia de las remesas en los últimos años en un escenario de salarios precarios, servicios públicos deficientes en educación y salud y una población en edad productiva creciente, aunque con serios rezagos respecto a la incursión laboral de la mujer.
En este contexto, una de las conclusiones es que si no se fortalecen las capacidades de las personas para ingresar a trabajos cualificados, no habrá forma de que capitales extranjeros inviertan en el país y, por lo tanto, la dependencia de las remesas, o mejor dicho de la migración se seguirá perpetuando.
Estas fueron las revelaciones del estudio y las reflexiones en torno a ellas.
—Según las CNT, para 2050, siete de cada diez personas en Guatemala estarán en edad productiva, ¿qué oportunidades representa esto para Guatemala?
—Toda sociedad inicia en una etapa de producción agrícola, donde la población es en su mayoría joven, normalmente niños y adolescentes. Conforme se da ese proceso de crecimiento se pasa a la industrialización o a otros servicios y empieza un proceso de envejecimiento. En Europa, los países están totalmente envejecidos. Ahora bien, en Latinoamérica se está en ese proceso de envejecimiento de la población.
Con el envejecimiento aumenta la población en edad de producir. En términos demográficos y económicos es entre los 20 y 64 años. Es esa población la que se va a volver mayoría. Aproximadamente, es entre 2005 y 2050 donde se llevará a cabo ese proceso.
—¿Esto implica, por sí solo, un beneficio en términos económicos o debe acompañarse de otras políticas?
—Hay un comportamiento económico derivado de ese crecimiento de la población. Cada persona que vaya a ingresar al mercado laboral va a aportar a la generación del PIB y a tener un mejor PIB per cápita. Pero lo que vemos nosotros es que solo se va a crecer como efecto de ese crecimiento de la población, pero no hay un claro panorama de fortalecimiento de capacidades productivas, más que todo en educación. Hay altos índices de deserción escolar en primaria, básico y diversificado
—El estudio advierte sobre la escasa participación de la mujer en el mercado laboral (es solo el 37.4 por ciento de la población económicamente activa) como un factor que limita un mayor empuje económico, ¿cómo se explica esta situación?
—Desde el sector privado se les da más oportunidades a los hombres y eso se explica por las barreras que existen para las mujeres al integrarse a la educación y al mercado laboral. Existe la creencia de que la mujer se debe dedicar a actividades de cuidado. Si sus papás trabajan, por ejemplo, las niñas se encargan de la casa. Cuando una mujer se casa se le asigna la prioridad de cuidar a los hijos.
—También realizan jornadas de trabajo no remuneradas en tareas domésticas y de cuidado que alcanzan entre las 33 a 37 horas, mientras que para un hombre ronda las diez horas...
—No existen programas de apoyo, como guarderías, por ejemplo. Además, el hombre debe trabajar en las actividades de la casa porque hay una doble jornada de las mujeres; muchas veces salen a trabajar y regresan al hogar a realizar quehaceres domésticos. El mercado las va expulsando a ellas.
—Otro dato que alarma es que en Guatemala el ingreso laboral de una persona cubre apenas el 54 por ciento de sus gastos en salud, educación, vivienda, entre otros, ¿cómo se cubre ese déficit?
—Hay otras formas de ingresos a los hogares que no son laborales. Nos referimos al tema de las remesas, que son las más importantes; las jubilaciones; programas sociales hacia los pequeños en salud y educación y otras reasignaciones. Ese déficit es compensado por esas transferencias que estamos viendo de familiares (migrantes) o de otras instituciones.
—Las CNT refieren que solo entre los 35 y 43 años las personas logran tener un ingreso laboral mayor a lo que consumen. Es un periodo de nueve años y es de los más cortos en América Latina, ¿qué nos indica eso?
—Lo primero que nos dice es que los sueldos en Guatemala son bajos. Aproximadamente son 31,000 quetzales por persona al año, dividido en 12 meses serían 3,000 mensuales. Comparado, burdamente, con la canasta básica, es muy poco. Los salarios aquí en Guatemala no están logrando cubrir el consumo de una familia y eso nos indica que los hogares son muy dependientes de otras transferencias. Principalmente de las remesas. Es decir, no se le ha prestado a la formación para el trabajo.
—También llama la atención que alrededor de una cuarta parte de los gastos que no cubre el ingreso laboral se cubre con remesas, ¿es viable este modelo de financiación para la economía familiar?
—Ese dato lo sacamos en 2014, cuando las remesas equivalían a casi el 10 por ciento del PIB. Ahora es casi el 20 por ciento. ¡Imagínate cómo ha aumentado la dependencia de las remesas!
Es algo que hemos discutido y el modelo solo es sostenible mientras haya remesas. Si se acaban vamos a colapsar. O si en algún momento a Estados Unidos le empieza a ir mal y deja de ser fuente de remesas, simplemente vamos a colapsar. Hay que tomar en cuenta el cambio demográfico de los migrantes. Normalmente quienes envían remesas son la primera generación de migrantes, la segunda ya no porque sus padres están allá.
—¿Qué debiéramos hacer como Estado ante estos eventuales escenarios?
—Lo que planteamos en el estudio es preparar a las personas para atraer inversión en este proceso geopolítico de relocalización de fábricas. Tenemos que capturar ese capital y que invierta en el país. Son pocas las empresas que voltean a vernos a nosotros. Muchas fábricas que necesitan mano de obra calificada se están pasando a México porque en Guatemala no tenemos personas con esos conocimientos. Entonces no hay un incentivo para atraerlas.
—Llama la atención que las remesas no sólo son significativas en proporción al PIB, sino al ingreso de las personas. Son el 25 por ciento del ingreso de las personas en edad productiva, ¿cómo se utilizan? ¿En consumo y servicios, o también aportan a la formación y fortalecimiento de capacidades?
—Hemos hecho estudios de microempresas y emprendedores y nunca hemos encontrado que las remesas sean un factor importante para el financiamiento de capitales semilla de nuevos emprendimientos. Encontramos que las remesas se destinan a consumo y a infraestructura, más que todo a la vivienda.
—¿A qué nos referimos con consumo?
—Puede ser consumo de alimentos, educación y salud. Las remesas ayudan a financiar ese gasto de bolsillo. De ahí, hay cosas suntuosas. A veces, depende de cada familiar, se usa para bienes y, en occidente, el financiamiento de fiestas patronales porque es algo cultural. Todo comerciante financia estas festividades. Pero no se ahorra, ni reinvierte en generar capital y eso es un problema. Hay experiencias —de inversión—, pero son pocas.
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—¿Cuál debería ser el rol del Estado ante esto?
—El Estado puede tener programas de incentivos para emprendimientos o capitales semillas, pero es decisión de las personas decidir qué hacer con el dinero.
—Estamos en la antesala de un nuevo gobierno cuyos principios giran en torno a conceptos como democracia, equidad y pluralidad, ¿cuál es la ruta para sentar las bases de un modelo económico sostenible?
—Se debe invertir en capital humano en los próximos años y no quedarnos solo con la educación hasta sexto primaria. La educación debe ser obligatoria hasta un nivel diversificado y con los estándares adecuados para que podamos atraer la inversión en Guatemala.
Aunque hay ventanas de oportunidades, como el aumento de la población en edad productiva, un crecimiento económico sostenible en el tiempo no será posible si no se cierra la brecha educativa, se fortalecen las capacidades individuales y se mejoran los rezagos de la participación laboral de la mujer. Si esto no se aborda, la migración continuará siendo el único modelo de supervivencia para casi la mitad de la población guatemalteca.
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