En esos días inició el repudiable proceso espurio contra renombrados académicos y brillantes jóvenes activistas (además de un sindicalista), supuestamente por asociación ilícita, sedición y daños a la universidad estatal durante su toma debido al rechazo de la altamente cuestionada elección de su rector. A estos nuevos presos políticos, el Ministerio Público (MP) los ligó a proceso penal con unos señalamientos tan burdos que era evidente que dicho caso y consecuentes fallos estaban «arreglados» –como habría dicho el diputado independiente Enrique Montano– para seguir atemorizando a opositores y críticos del sistema que han estado en pie de lucha para que se respete la voluntad del pueblo, y para impedir que Arévalo y Herrera puedan asumir la gestión del gobierno en enero entrante. A ambos, el MP busca afanosamente retirarles el derecho de antejuicio para consumar este escenario.
Como si no fuera poco, una jueza también determinó que sobreseían los casos de corrupción de varios funcionarios del gobierno de Otto Pérez Molina, ligados al caso «Cooptación del Estado», a la vez que empezó la discusión en el Congreso del presupuesto para 2024. Arévalo, en tanto que todavía es congresista, así como varios expertos en el tema han calificado de ilegal, irresponsable e inconstitucional el proyecto presupuestario, evidenciando nuevamente que la narcocleptodictadura a la chapina va a hacer todo lo posible para maniatar y no dejar implementar el programa de transformación social del gobierno Semilla.
Sin embargo, también hay razones para la esperanza. Se han abierto grietas que dejan pasar la luz frente a los intereses oscuros: la consolidación y articulación de un activismo cívico-político multicultural a nivel nacional, y el relevo generacional del liderazgo que ha cambiado la fisionomía y el actuar de la lucha ciudadana.
Sin esta ciudadanía más consciente y politizada, en la que por fin empiezan a tejerse lazos entre las capas medias urbanas y líderes indígenas, junto con las juventudes rurales, no se habrían obtenido los avances en pro de la democracia, que se han sostenido desde las jornadas cívicas de 2015. La lucha por la democracia se sigue librando día a día no solo en las redes sociales, sino también en las calles, siendo sus principales protagonistas los líderes indígenas que han cumplido ya casi dos meses de protesta activa frente al MP.
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Cuando se echa un vistazo a nuestro vecindario, lo que sucede en Guatemala y produce tanta atención en la región respecto al despertar ciudadano y la defensa de la democracia luego de los resultados electorales del pasado 20 de agosto, pareciera una anomalía cuando sabemos que una de las características principales del Estado ha sido esa «anomia» que el sociólogo Luis Mack aduce como una de las causas de las redes clientelistas, corruptas y de personas poderosas que manejan la ley a su antojo.
Aun así, basta estar atrancados por el tráfico de la capital, en la que se deben esquivar cientos de motoristas apresurados, se desplazan millares de trabajadores en calles sin aceras y en medio de alambres eléctricos, persisten las ventas callejeras y los niños vestidos de Hombre Araña frente a los autos pidiendo limosna, para pronosticar que si Arévalo y Herrera asumen como corresponde, apenas lograrán con su equipo tocar la superficie de una problemática demasiado compleja que agobia a la mayoría de los guatemaltecos y guatemaltecas.
El balance de la democracia es todavía precario. Sin embargo, una amiga, que también figura en uno de esos listados macabros de los golpistas y quien se pregunta cada día si ella será la próxima en esta cacería de brujas, me lo cuenta muy claramente: no le queda la menor duda de que ella, los ciudadanos y las fuerzas democráticas ganaron la guerra. Estos son solo coletazos de animal herido.
Esperanzada entiendo que, aunque exhaustos, ya no hay marcha atrás.
No están solos.
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