Desgraciadamente, el panorama actual en Guatemala es desalentador porque en un tema tan moderno estamos viviendo como en los tiempos de las Cruzadas (siglos II y III e. c.).
Para los clásicos de la filosofía occidental, se trata de ejercer coherencia racional y ética; mientras que en Oriente, este concepto se vincula más con la armonía interior y la sinceridad. En ninguno de estos enfoques tiene cabida la consigna política o ideológica, mucho menos la pose intelectual.
Una muestra de ello son ideas como la de Susan Haack, quien afirma: «La integridad intelectual requiere honestidad, rigor y resistencia a los sesgos». También está la visión de Francis Bacon, para quien esta virtud es un motor que «exige buscar la verdad más allá de la conveniencia». Lao Tse, por su parte, la entendía como una actitud que «implica humildad, desapego y autenticidad sin artificios». Y Buda la resumía así: «La integridad intelectual es claridad mental, libre de ilusión y deseo».
Queda claro, entonces, que esa integridad no debe confundirse con el apego militante a creencias personales o de grupo; su guía debe ser el conocimiento objetivo.
Qué bueno sería que hubiera un debate sobre el tema de la biotecnología agrícola para que actuáramos con base en evidencia y conocimiento. No lo hay, ni parece haber interés en que se genere. Por eso, desde esta columna se busca hacer un aporte y, al mismo tiempo, una provocación dirigida a quienes están tomando decisiones que nos afectan a todos, aunque ni ellos —ni nosotros— seamos del todo conscientes de esto.
Todo nace de las posiciones en el tema de los cultivos transgénicos. Hasta allá llegaremos y, cuando terminemos la jornada, lo único que se pide es actuar sobre bases de conocimiento, no de dogmas, y actuar con honestidad intelectual.
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Iniciemos con la biotecnología agrícola. Según la Convención sobre Diversidad Biológica (ONU, 1992) se trata de «Toda aplicación tecnológica [en agricultura] que utilice sistemas biológicos y organismos vivos o sus derivados para la creación o modificación de productos o procesos para usos específicos». Notemos, por ejemplo, el proceso mediante el cual se extraen células animales de tejidos musculares y se llevan al laboratorio, donde se reproducen en sustratos artificiales hasta convertirse en masas de tejido muscular, graso y conectivo (cartílago, hueso, sangre). Con el tiempo, todo esto se comercializa como carne destinada al consumo humano. Digamos que se toman células de una vaca y en el laboratorio se cuidan para que se multipliquen constantemente hasta convertirse en carne molecularmente igual a la del animal «donante». Eso podría defenderse como tecnología industrial, no agrícola, pero termina influyendo en las personas y volviéndose de interés médico y económico.
No deseo entrar de lleno a la biotecnología emergente, aunque llegado el momento hay que abordarlo.
Comencemos por aclarar que los temas: sistemas alimentarios, biodiversidad y biotecnología no son esferas que estén una dentro de otra, lo que no significa que se deba minimizar su interdependencia.
Según el Diccionario de la lengua española (DLE), la tecnología es el «conjunto de teorías y de técnicas que permiten el aprovechamiento práctico de conocimiento científico». De manera que el hacha, el arco y la flecha y el salado de la carne para conservarla cuando no existían los refrigeradores, efectivamente, es tecnología. Moler el grano de trigo y agregarle levaduras para después hornearlo también es tecnología (en este caso, biotecnología porque se combinan cereales y hongos, y esto cabe perfectamente en la definición de biotecnología de la Convención sobre Diversidad Biológica).
Así que debemos empezar por no reducir la biotecnología a un número con signo positivo o negativo, como si se tratara de una operación binaria entre el bien y el mal. Los seres humanos, los pueblos originarios y ancestrales y los hombres actuales hicieron descansar el progreso en la biotecnología. Sin esta no habrían desarrollado productos como quesos o yogur, para no mencionar al vino y a la cerveza. Aquí, tomaron seres vivos o productos de seres vivos y los combinaron para crear cosas que no existían en la naturaleza. Lo mencionado son creaciones humanas a partir de la aplicación de sus conocimientos de la naturaleza y de procesos de apoyo.
Ha llegado el momento de clasificar a la biotecnología y pronto veremos por qué.
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