Cansados, frustrados, desalentados

Las razones son múltiples, pero una de las más visibles es el endiablado tráfico que diariamente tienen que afrontar millones de personas. La situación se agrava año con año, hasta llegar a límites desquiciantes como los que se tienen que afrontar ahora: viajes de dos o más horas para llegar al lugar de trabajo o educación.  Pérdida de horas de sueño y de calidad de vida, agotamiento añadido a la jornada laboral, irritación, fatiga, pérdida de otras oportunidades.

Recientemente, en varias clases en las que les preguntaba a los estudiantes universitarios sobre su situación, comentaban los madrugones y desvelos a los que los sometía la rutina diaria, incluyendo, por supuesto, el tráfico al que se veían abocados a sufrir.

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Ya hace tiempo, comer con la familia es un lujo reservado a los fines de semana. De lunes a viernes, las personas salen desde temprano y llegan tarde, así que no hay tiempo para disfrutar de una comida compartida. Muchas niñas y niños salen temprano de sus casas, llevando desayuno, refacción y almuerzo en sus loncheras. Regresan después de una jornada que sería equivalente a la jornada laboral de hace algunas décadas. Mientras que los adultos pasan fuera de su casa una jornada y media (o un poco más) y apenas les queda fuerza para llegar a dormir.

Esto impone una serie de condiciones que hacen que la vida urbana sea difícil de tolerar. Además, tiene un efecto político. Una población cansada (y con tantos problemas adicionales) difícilmente puede o quiere dedicar parte de su tiempo a actividades políticas, como organizarse para exigir medidas que solucionen la situación del desgastante tránsito y del agobio nuestro de cada día.

La economía, la política, las malas noticias y el día a día, cuya expresión más visible de constreñimiento, angustia y hostilidad se manifiesta en el tráfico, genera un clima subjetivo de estrés.

¿Soluciones? Hay soluciones a corto, mediano y largo plazo. A corto plazo se pueden proponer horarios variables de entrada y salida de trabajo, así como modalidades de trabajo y educación a distancia. La pandemia vino a demostrar que se puede. Pero eso requiere voluntad política y planificación (que ha faltado por décadas en las municipalidades). Además, ordenamiento y educación vial (precisamente a una población que no ha sido educada) e inversión pública (no todo es mercado).

Aunque en estos tiempos es difícil imaginar cambios que vayan más allá de lo estrictamente individual, ¿qué pasaría si tuviéramos un buen sistema de transporte urbano, que permitiera la movilización rápida, eficaz, segura dentro del distrito metropolitano y se ofrecieran alternativas viables para el trabajo y la educación? Viviríamos de forma distinta. Para empezar, dormiríamos más y no estaríamos tan estresados. De pronto compartiríamos más con la familia y tendríamos un tiempo de ocio mucho más enriquecedor. Se vale soñar…

Mientras tanto, esta situación desquiciante, que genera tanta frustración y distintos problemas a nivel de vida cotidiana, salud mental y física, apatía política y demás, seguirá reproduciéndose, una vez más, cada día.