Ante la cooptación y el acomodamiento de la Autoridad Palestina con Israel y su falta de legitimidad frente a la población, Hamás ha venido a ocupar un vacío de poder en la Franja de Gaza en el que, pese a que gobierna y provee (o proveía) a la población, se ha consolidado en un movimiento fundamentalista y antidemocrático, escogiendo la vía del terror y la violencia para tratar de acabar con la ocupación y la opresión israelí en sus territorios.
Dicho esto, la respuesta del ejército de Benjamín Netanyahu es tan repudiable y condenable. Y a juzgar por la salida sanguinaria y deshumanizante que ha escogido el Estado colonizador, es evidente que el gobierno de Netanyahu poco se diferencia del uso de violencia indiscriminada de quienes lograron burlar sus sistemas de seguridad, mientras que al primer ministro se le señala de también querer perpetuarse en el poder en medio de acusaciones de corrupción y ahora, seguramente, de crímenes de guerra.
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Y es que el saldo de muertos en Gaza sobrepasa ya las 33,000 víctimas, mayoritariamente civiles. Casi tres cuartos de ellas son mujeres y niños. Ante nuestros ojos vemos todos los días la desproporcionalidad en los niveles de muertes (aproximadamente veinticinco palestinos por un israelí) y las asimetrías de poder entre combatientes. Lo que atestiguamos es una suerte de política de tierra arrasada donde prácticamente todo el territorio está en ruinas: los heridos se cuentan por millares, la hambruna acecha, y la desnutrición de los niños campea en lo poco que queda de los hospitales. Un nuevo abismo, como diría el intelectual palestino Rashid Khalidi.
Pocos en la arena internacional — a excepción de Sudáfrica — se atreven a acusar al Estado israelí de genocida. Pero este castigo colectivo, propinado a los palestinos con el consentimiento de las principales potenciales occidentales, ha rebasado un nivel de deshumanización y aniquilación tal que incluso muchos judíos a través del mundo lo condenan abiertamente.
Ante estos hechos, hemos presenciado protestas en las principales ciudades del mundo, y más recientemente en las principales universidades de élite y públicas de Estados Unidos. El descontento de profesores y estudiantes recuerda a muchos las manifestaciones de los jóvenes estadounidenses contra la guerra en Vietnam en los años sesenta y setenta.
En este contexto, ¿cómo hablar y encuadrar las protestas y conversaciones sobre uno de los enfrentamientos más complejos y cruentos que hemos presenciado en lo que va de este milenio? ¿Cómo abordar un tema tan sensible sin que la crítica sea vista como antisemita, antisraelí, antimusulmana o antipalestina? ¿Cómo evitar dejarse manipular por los medios de comunicación y las redes sociales manteniendo siempre un espíritu crítico? ¿Cómo defender la libertad de expresión sin deshumanizar a ningún grupo y sin que los estudiantes sean agredidos por la policía?
Encontré este listado de principios morales establecido por estudiantes (algunos de ellos judíos y otros palestinos) con el distinguido profesor Robert Reich, economista judío y exsecretario de Trabajo durante la administración de Bill Clinton:
1. Lo que Hamás hizo el 7 de octubre fue moralmente despreciable.
2. El objetivo declarado de Hamás de asesinar a todos los judíos es moralmente despreciable.
3. Lo que el gobierno israelí ha hecho desde entonces en Gaza también es moralmente despreciable.
4. El asesinato o el secuestro de civiles inocentes es moralmente incorrecto.
5. Las políticas de Israel hacia los palestinos han sido la segregación y la discriminación, basadas en el origen étnico y la religión, que son moralmente incorrectas.
6. Es moralmente incorrecto instar al genocidio contra cualquier grupo, ya sea que constituya una religión, una etnia, una raza o una nación.
7. Todos tenemos la obligación moral de hacer todo lo que esté a nuestro alcance para prevenir y detener todas las formas de genocidio, toda matanza de civiles inocentes y la promoción del odio.
En línea con el principio siete, es justificable pues que los estudiantes y la sociedad civil se expresen y cuestionen a sus gobiernos y entidades administrativas. Conseguir el cese al fuego y propiciar soluciones políticas para terminar con la opresión y ocupación en Gaza es una obligación de primer orden.
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