Este número se ha quedado corto. Para entonces podíamos contabilizar entre Santa Cruz Verapaz y El Rancho (hasta el lugar conocido como Finca Los Leones en la carretera CA-14) 38 túmulos, y en el occidente, entre Cuatro Caminos y Huehuetenango, 64 de diferente altura. Pero ahora, hay mucho más.
A ello tenemos que sumar la cantidad de motos de todo tipo y en cualquier cantidad que sobreabundan en las cabeceras municipales y departamentales, la ciudad capital y en las carreteras. Ello se entiende. Las personas necesitan medios de transporte rápidos que les permita llegar a su trabajo en tiempo y al menor costo posible. Desde la fecha en que hice el conteo de los túmulos para acá, las carreteras siguen igual, no ha habido una mejoría en el transporte público y la población ha aumentado. Sin embargo, también es ostensible el abuso de este tipo de transporte (motocicleta) cuya estructura se define como: «[…] un vehículo de dos ruedas, diseñado para el transporte de una o dos personas»[2]. Y, con frecuencia, observamos hasta cuatro personas en una moto con un patrón que se repite: un adulto manejando, otra u otro en el asiento de atrás y en medio dos niños.
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Sobreagregado, en Guatemala, ya no queda una sola carretera sin que esté invadida por esos pequeños autos ricksha que son vehículos triciclos motorizados y que conocemos coloquialmente como toritos o tuc tucs. Sobre esos vehículos me dijo un amigo: «El gran problema con esos toritos es que todo mundo piensa que son motocicletas disfrazadas de carritos cuando en realidad son carritos disfrazados de motos y no tienen ni la visibilidad ni la velocidad adecuadas para transitar en una carretera». Estas condiciones propician desde incidentes que no van más allá de un susto, hasta accidentes fatales.
Como si fuera poco ha habido también invasión de viviendas hasta en las cunetas de las carreteras. Por tal razón, en la fecha referida en la entradilla, publiqué un artículo donde explicité: «Da pena constatar que, a lo largo de las vías, hay casas desde cuyas puertas se pone pie directamente en la carretera o en el segmento llamado coloquialmente brazo de la carretera. Es decir, no hay cumplimiento del derecho de vía»https://www.plazapublica.com.gt/content/la-pesadilla-de-los-tumulos-simbolo-de-anarquia[3].
Durante una supervisión que realizamos por parte de la Facultad de Ciencias de la Salud, Campus San Pedro Claver, del Sistema Universitario Landivariano, a nuestros estudiantes en Práctica Profesional Supervisada en toda la Franja Transversal del Norte y algunas regiones de Petén, la queja de los directores de los Centros de Atención Permanente –CAPS–, los Centros de Atención Integral Materno Infantil –CAIMI– y los Hospitales Regionales fue la cantidad de personas politraumatizadas que recibían semanalmente (aún en los CAIMI) a causa de choques o derrapes en motocicletas. Recuerdo que un colega que ejerce el municipio de Fray Bartolomé de las Casas los adjetivó como «verdaderos brotes epidémicos».
El impacto de la atención de un accidentado en moto tiene muchos escenarios. El peor de todos es la pérdida de una o más vidas, tanto para la familia del conductor como para quienes resulten acometidos durante el hecho, y hospitalariamente se necesita de mucho más personal médico y con diferentes especialidades (con el que no siempre se cuenta) como: cirujanos, traumatólogos, neurocirujanos, fisioterapistas, terapistas respiratorios y otras supra especialidades (no me gusta decir subespecialidades) que significan un enorme gasto para el Estado o para las familias de los accidentados. A todo ese cúmulo hay que sumar las consultas por rehabilitación. Según el doctor Kevin Portillo, del Instituto Guatemalteco de Seguridad Social: «El 30 por ciento de las consultas en el Hospital de Rehabilitación son secundarias a un accidente, principalmente en moto. Los pacientes atendidos por estos percances presentan desde fracturas hasta traumas graves cuyas secuelas afectarán su funcionalidad por el resto de su vida» [4].
En otro nivel (de menor importancia porque la vida de un ser humano es invaluable), tenemos sobre el tapete el tiempo que se pierde en un viaje largo y el deterioro de los vehículos. Transitar a baja velocidad más de doscientos kilómetros, saltar en más de doscientos túmulos y someter los vehículos a frenados intempestivos tiene su cauda. Y diez años atrás, el tiempo que necesitábamos para viajar de la ciudad capital a Cobán, por ejemplo, no iba más allá de cuatro horas, ahora si bien nos va, llegamos en seis (siempre y cuando no haya un accidente porque entonces se paraliza todo el tráfico en la carretera durante muchas horas).
No podemos seguir así. La cantidad de túmulos ilegales, el uso inadecuado de las motos y los enjambres de tuc-tucs en las carreteras se ha convertido en una pesadilla aún para quienes viajan en buses colectivos.
De tal manera, una sesuda actualización de la Ley de Tránsito, la gestión de transporte colectivo digno, la reconstrucción de las carreteras actuales y la construcción de nuevas vías a lo largo y ancho del país es impostergable.
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[1] https://www.plazapublica.com.gt/content/la-pesadilla-de-los-tumulos-simb...
[2] https://definicion.de/motocicleta/
[3] https://www.plazapublica.com.gt/content/la-pesadilla-de-los-tumulos-simb...
[4] https://www.igssgt.org/noticias/2024/11/13/sobrevivientes-de-accidentes-...
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