Mucha agua ha corrido bajo los puentes desde esas épocas, y la USAC ya no es el norte moral que fue durante décadas. Rectores legendarios como Rafael Cuevas del Cid o Mario Dary Rivera, o estudiantes épicos como Oliverio Castañeda de León y Robin García han quedado apenas para el recuerdo, las mantas de los desfiles realizados durante determinados asuetos, y las camisetas.
Odiada por sus señalamientos certeros y codiciada por su abultado presupuesto autónomo, la USAC recibió durante décadas todo tipo de ataques, desde los de la violencia abierta durante el conflicto armado hasta los de la corruptela y el dinero bajo la mesa en tiempos más recientes. Asociaciones universitarias, decanaturas, conciencia estudiantil en general, todo fue perdiendo brillo y cayendo en una situación de deterioro generalizado y mediocridad, y un desfile de rectores cada vez más deslucidos empezaron a encabezar la universidad estatal, viéndose constantemente envueltos en escándalos de corrupción, como los que llevaron al enjuiciamiento y encarcelamiento de Murphy Paiz y Estuardo Gálvez.
Pero la toma absoluta de la USAC por las fuerzas oscuras de la corrupción estatal la logró por fin el gobierno de Alejandro Giammattei, que alineó sus piezas de manera tal que permitió la llegada a la rectoría sancarlista de Walter Mazariegos Biolis, entonces decano de Humanidades, mediante el fraude más desconcertantemente descarado del que se haya tenido noticia en la historia reciente de las instituciones de Guatemala.
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Mazariegos se mantuvo al frente de la rectoría de su facultad mediante una seguidilla de sobornos, amenazas y actos corruptos que se comentan sotto voce en los pasillos de la tricentenaria. Al empezar a mover sus piezas para ocupar la rectoría generó un movimiento de oposición encabezado por el entonces procurador de derechos humanos, Jordán Rodas (hoy exiliado y criminalizado por el Ministerio Público de Consuelo Porras), seguido por Carlos Valladares Cerezo, secretario general de la universidad. En un movimiento sin precedentes, el gobierno de Giammattei hizo rodear de policías el área del Parque de la Industria donde se realizaría la elección a rector, dejando ingresar únicamente a los electores de Mazariegos y vedándole el paso a los demás, con lo que naturalmente, el triunfo de este último se dio por una abrumadora mayoría, ya que únicamente se permitió votar a sus partidarios.
Desde entonces ha habido una larga saga de luchas y resistencias por desalojar al usurpador Mazariegos de la rectoría de la USAC, sin que este se inmute ni deje de utilizar a su sabor y antojo el presupuesto de la universidad pública, mientras docentes y estudiantes hacen lo posible por realizar sus actividades académicas a contracorriente de esta situación inédita en la historia de la Carolingia.
Sin embargo, la convocatoria para integrar las comisiones de postulación para elegir magistrados de la Corte Suprema de Justicia (CSJ) y las Cortes de Apelaciones produjo una generalizada preocupación entre amplios sectores de la sociedad guatemalteca, ya que los presidentes de dichas comisiones se eligen entre los decanos de las universidades del país, y era de conocimiento público que Mazariegos Biolis buscaría presidir una de ellas con el propósito de garantizar que las nuevas cortes fueran una extensión de las prácticas corruptas que han infectado el Estado a todo nivel desde las últimas tres administraciones presidenciales, y que ahora la sociedad intenta desesperadamente limpiar desde la toma de posesión del gobierno de Bernardo Arévalo el 15 de enero de este año.
Por ello, tras una serie de estira y aflojas, cabildeos y negociaciones, fue de gran alivio y alegría para todos los sectores involucrados (menos los afines al pacto de corruptos) la elección de Miquel Cortés Bofill como presidente de la comisión para la elección de la CSJ. Cortés, decano de la Universidad Rafael Landívar, es un sacerdote jesuita de 63 años de edad, conocido por parco, pero también por íntegro, que ha dedicado casi la mitad de su vida a trabajar en el sistema de escuelas de educación popular Fe y Alegría, lo que da cuenta de su compromiso con el desarrollo y la justicia social. Por su parte, la presidencia de la comisión para la elección de magistrados de las cortes de apelación recayó en el rector de la Universidad Internaciones, el médico internista Raúl Horacio Arévalo.
La elección de Cortés, y la alegría general que su llegada produjo al imponerse a Mazariegos Biolis, es un nuevo capítulo en la vuelta de tuerca que ha dado la historia en el papel jugado por la USAC en la realidad nacional, y que ya había quedado en evidencia durante las protestas del 2015 contra el gobierno corrupto de Otto Pérez Molina, en el que el estudiantado sancarlista se mostró disperso y poco propositivo, mientras que la organización estudiantil Landivarianos pasó a ocupar un lugar preponderante en el sector joven del movimiento opositor a Pérez.
Estos episodios recientes en la historia de la participación universitaria en general en los hechos relevantes de la política nacional deben abordarse desde dos puntos de vista: Por un lado, es saludable y necesario que otras universidades y centros de cultura y academia ocupen espacios destacados en el clamor por un país más próspero y moderno, con mejores índices de desarrollo humano y servicios ciudadanos para todos y todas. Pero por otro lado, es más que urgente seguir subrayando la necesidad imperiosa de rescatar a la Universidad de San Carlos de Guatemala, una de las cuatro más antiguas de Latinoamérica, del abismo de corrupción y negligencia en el que ha caído, y restituirla a su antiguo lugar como entidad rectora de la educación superior y de la dirección que debe tomar el desarrollo del país. Para ello debe cesar la vergonzosa persecución impulsada desde el Ministerio Público contra los estudiantes y docentes que se han opuesto al fraude electoral perpetrado por Mazariegos Biolis, y este último debe abandonar el cargo que ostenta ilegalmente, para que la silla de la rectoría sancarlista sea ocupada por un profesional digno, elegido de manera democrática y transparente.
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