Las metáforas que utiliza para representar el deseo de ser libre son la de estar en el mar como pescador y la de conductor de tren que vive intensamente la emoción de serlo[1]. Ser pescador en alta mar es ser libre, así como llevar a cabo una actividad con una actitud concentrada y reverente: «echaría el sedal/ confiado y con amor». Mientras que la de ser conductor de tren muestra la vida intensa y emocionante, es ser «cañón en la tempestad/ oír el carbón crepitar/ y las traviesas crujir».
Esta vivencia de libertad también está marcada por la experiencia de liberar-se. En la primera imagen, en la de ser pescador, habla de que estar en alta mar y lejos de tierra firme implica «poder olvidar», lo que se inscribe en el deseo de sentirse libre. Y en la última estrofa dice «Y me desprenderé/ de los lazos que me atan/ los grilletes que me atrapan/ ellos solos se caerán».
[frasepzp1]
Es decir, no solo existe la experiencia de libertad concreta, de una actividad que llena los sentidos y la vida, que otorga vitalidad y se siente corporalmente, sino que esa experiencia pasa por liberarse de las coacciones que existen («los grilletes»). Este liberarse de las coacciones externas pasa por la voluntad de hacerse libre, como sueño, como aspiración: «Y un buen día dispondré/ por fin pasaré a la acción/ conduciré el tren/ seré el pescador».
Como se advierte, la experiencia de libertad no se reduce a la «libertad de elegir» una u otra cosa. Pasa por la creación de las oportunidades de ser libre y pasa por sacudirse las coacciones que impiden serlo.
En esas condiciones de libertad, además, se puede amar. El estribillo de la canción lo señala: «En el cielo luz/ y en mis brazos tú». En ese sentido, el amor implica vínculos y dependencias (si la persona que amo no se siente bien, yo tampoco lo hago), pero también implica la posibilidad de estar más vivo y plenamente[2].
Las condiciones usuales de vida son todo un obstáculo para una vida libre. Son múltiples, variadas e interconectadas: desde las diversas reglamentaciones necesarias para convivir con los demás, a las que se añaden las innecesarias; las inhibiciones, obsesiones y culpas que habitan la vida íntima; y, por supuesto, las coacciones políticas, económicas y sociales (¡la dependencia de dispositivos y redes!), hacen difícil esta experiencia concreta de libertad.
Ser libre es un tema muy complejo. Pasa por consideraciones existenciales, políticas y económicas. Hay paradojas y contradicciones. Pero también señala una experiencia vivida y soñada, anhelada y deseada. Y allí están los cantantes, poetas o artistas, para recordarnos, que bien nos viene de vez en cuando, el deseo de una existencia libre y sin ataduras.
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[1] Ambas señalan el deseo de libertad, aunque tienen orígenes distintos. La imagen del mar es mucho más antigua, mientras que la del ferrocarril es una imagen que representa al siglo XIX. Debo confesar lo contradictorio que resulta con esto la imagen de «estrellarse» que canta al ser conductor de tren.
[2] No hay existencia enteramente libre, somos sujetos corporales necesitados y limitados en el tiempo. Eso no impide que soñemos con ello.
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