¿Qué se hace cuando el primer referente de lo que es ser hombre te abandona o te enseña que la irresponsabilidad es parte natural de la identidad masculina? ¿Qué sucede si ese patrón se vuelve el mismo para todo un país? La masculinidad también se rompe por la migración y el desempleo nacional: en uno de cada 20 hogares guatemaltecos hay presencia de personas que han migrado al exterior[2], la mayoría son hombres que se van impulsados por la necesidad, pero también por roles de género y un contexto en el que si no provees no tienes valor como ser humano.
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Piense en la frustración que acumula un hombre al que toda su vida le dijeron que debía ser el proveedor, pero vive en una sociedad con un 56 % de pobreza[3]. La mayoría simplemente no puede cumplir con ese mandato. Esa frustración, sumada a los limitados servicios de atención a salud mental y a otros mandatos masculinos como no llorar ni pedir ayuda, se transforma en actos de violencia. Y esa violencia suele dirigirse a quienes se encuentran más vulnerables en la pirámide del género: las mujeres. No es casualidad que el 48.8 % de las mujeres reporte haber sufrido algún incidente de violencia a lo largo de su vida[4], perpetrada mayoritariamente por hombres.
Que duro es darse cuenta de cómo la masculinidad hegemónica impacta en tantos ámbitos de la vida personal, familiar, social, etc. ¿Cuánto le cuesta al Estado de Guatemala este enfoque en los hombres y cuáles son sus efectos en la calidad de vida para todas las personas? Pero es más duro percatarse de que este modelo es insostenible, que está roto a nivel mundial y que quizás muy pocas personas están dispuestas a encontrar cómo encajar las piezas bajo lógicas que no impliquen la opresión de otros.
En el norte global, subculturas como los incels también han encontrado que el modelo de masculinidad debe cambiar; en su caso, desde la radicalización violenta de sus acciones sobre las mujeres y otros hombres. ¿Qué propuestas se pueden generar desde un país como Guatemala? Esa es la tarea fundamental. Quizás la clave se encuentre en alejarnos de lo occidental y voltear a ver al 43.6 % de las personas que se identifican como parte de un pueblo originario[5] o en acercarnos al 34 % de las juventudes que, desde su diversidad, apuestan por relaciones de poder más horizontales[6].
Lo relevante de todo esto es empezar a zurcir los pedazos de la masculinidad y trazar nuevas puntadas, no solo hacia la igualdad, sino hacia la humanidad misma, libre del dominio del uno por el otro.
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[1] Instituto Nacional de Estadística. (2024). Encuesta Nacional de Condiciones de Vida -ENCOVI-.
[2] Vicepresidencia de la República de Guatemala. (2024). índice de Actividad Migratoria. Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo en Guatemala -PNUD-.
[3] Instituto Nacional de Estadística. (2024). Encuesta Nacional de Condiciones de Vida -ENCOVI-.
[4] Instituto Nacional de Estadística. (2024). Encuesta Nacional de Calidad y Bienestar de los Hogares -ENCABIH-.
[5] Fondo de Población de las Naciones Unidas. (2022). Nuestras voces por nuestros derechos.
[6] Instituto Nacional de Estadística. (2018). Estimaciones del Censo XII de Población y VII de Vivienda.
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