He pasado la noche más larga de mi vida, duró 22 meses y medio. Casi dos años en los que no pude volver a casa con mis pequeñas hijas a compartir su día a día, como lo hicimos desde que llegaron a alegrar mi mundo. Me perdí sus cumpleaños, sus juegos, sus logros, sus tristezas y alegrías. ¡Todo!
No pude estar cuando mi hija cumplió los 15 años, en la boda de mi hermana, en las celebraciones de mi familia, en las reuniones con mis amigos. Todo mi mundo desapareció, me fue arrebatado durante este largo tiempo.
Sobreviví a cinco operaciones. Perdí la matriz, padecí de claustrofobia y sufría de insolación cuando salía al sol después de 23 horas de encierro.
Ha sido, sin lugar a dudas, la noche más larga de mi vida. Pero allí, en esa profunda oscuridad, aprendí a alzar la mirada a la única dirección correcta; hacia arriba, donde mi buen Dios me regaló la luz de las estrellas más resplandecientes y bellas: mi familia, mis amigos y mis abogadas. En esa luz encontré refugio.
Gracias a mi familia por encontrar la fuerza para resistir, darme ánimos y confiar siempre en mí.
Gracias a mis amigos y amigas por estar siempre pendientes, por el apoyo que me brindaron y por estar siempre allí, para mí.
A mis abogadas y abogados mi admiración, respeto y profundo agradecimiento, porque siempre fue un trato mucho más allá de lo profesional. Su humanidad, empatía y cariño me mantuvieron con esperanza.
[frasepzp1]
Mi contacto con el mundo fue reducido a su mínima expresión, y con ello, reducidas también las personas con quienes pude estar en contacto. A ustedes, que semana a semana estuvieron siempre allí, alimentando mi alma, mi cuerpo y espíritu, les estoy profundamente agradecida, pues me ayudaron a reconstruirme las muchas veces que me quebré. Con paciencia y con amor tomaron cada pieza de mí y la aseguraron cada vez mejor a fin de resistir. ¡Gracias!, su labor tuvo éxito y gracias a ella sobreviví.
Trabajar por el respeto a los derechos humanos y al mismo tiempo combatir la corrupción e impunidad en el país es una labor apasionante, una oportunidad para poner un granito de arena en la construcción de la paz, de nuestra democracia y del Estado de Derecho. Es una labor que siempre me traerá orgullo y satisfacción.
Así como yo, este país tiene cientos de personas que hemos decidido nunca plegarnos al sistema de corrupción e impunidad. Así como yo, somos muchas las personas que hemos sido perseguidas por tomar esa decisión. No es normal que se nos castigue por haber cumplido con nuestro trabajo de manera digna, diligente y decorosa.
Estoy convencida de que somos muchas las personas guatemaltecas que solamente deseamos lograr un mejor país, en el que podamos disfrutar en paz y con satisfacción el fruto y la alegría de un trabajo honesto y digno.
Merecemos vivir libres en nuestro propio país. Nadie debería ser apresado por defender derechos, nadie debería ser forzado a abandonar su tierra; todas y todos deberíamos ser capaces de escoger nuestro destino.
A cada uno nos corresponde una lucha y una labor distinta. Durante este tiempo he librado una lucha que, si bien aún no termina, poco a poco se empieza a iluminar con destellos de justicia.
Hoy, mi bella Guatemala está en los ojos del mundo. Miles de personas han emprendido, desde sus respectivos espacios, una lucha para recuperar lo que es nuestro. Defensoras de derechos humanos, abogadas, liderazgos indígenas, periodistas, activistas; cada cual, desde su espacio, librando la batalla para recuperar nuestra democracia y buscando nuestra paz.
Mi libertad tardó 680 días en llegar. Un suspiro comparado con lo que este país ha esperado para acercarse a la justicia. No obstante, la decisión de poder defenderme en libertad llegó 680 días tarde. Nunca debí ser enviada a prisión, al igual que Claudia, Samari, Leily, Siomara, Aliss, Paola…
Lo arbitrario de mi largo aprisionamiento es notorio nacional e internacionalmente. El sistema judicial se negó, hasta hoy, a atender las resoluciones y pronunciamientos que declararon mi detención como arbitraria.
Sobreviví y seguiré el camino necesario para alcanzar la justicia. Retomaré mi vida, no sin antes reiterar mi profundo agradecimiento por las numerosas muestras de solidaridad recibidas a nivel nacional e internacional y por el acompañamiento en este escarpado camino hacia mi libertad.
Finalmente se acaba esta larga noche para mí, y no puedo sino desear con todo mi corazón que en Guatemala también empiece a amanecer.
Más de este autor