Ahí están, diciéndonos cosas como «No se da fiado», «Cuidado con el gato», «Se venden huevos a Q35» o «Sonría, está siendo grabado». Vas caminando por la calle, lo miras desde el bus, cuando entras a un negocio, en los postes, portones, pasarelas y en cada espacio de tú ocupada cotidianidad. Los rótulos caseros o informales ocupan cada vacío dónde se puedan exponer, a menudo con palabras en negrita, con símbolos como caritas sonrientes o elementos subrayados. Escritos a la carrera y con múltiples faltas de la norma ortográfica, o con especial cuidado del mensaje y la estética que se quiere dar. Estos letreros están en todos lados, hablándonos sin parar, dándonos órdenes o vendiendo sin descanso, sin darnos siquiera la oportunidad de contestarles de vuelta. Estos carteles se dedican a alterar el cómo interactuamos con el espacio que estos ya ocupan, aunque no nos hayamos dado cuenta aún, estos tienen un poder e influencia sobre nosotros y nosotras.
Ya sea que presenten un tono imperativo o uno pasivo-agresivo, te estén tratando de vender algo o solamente estén otorgando información al aire, estos letreros ocupan un espacio físico, uno real. Un rótulo informal o casero es toda pieza de información escrita en materiales simples, con un mensaje y un propósito igual de simples. Son parte del espacio, se presentan en este, son leídos y comprendidos en torno al contexto en el que se encuentran, existen en función a lo que les rodea y las dinámicas sociales del espacio mismo.
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Constantemente hacemos caso a estos rótulos. Hacemos cosas o las dejamos de hacer por estos carteles. Los rótulos con su simple y despreocupada presencia alteran la dinámica de interacción en el espacio. Si en un negocio se dice que «Hay chocobananos», se está dando la invitación a la persona que lo lee a comprar. El aviso de que hay que sonreír ya que estás siendo grabado plantea una advertencia a la persona dentro de ese espacio para que actúe según la expectativa de la norma social, norma que es reforzada por el mismo letrero. Los leemos, los interpretamos, modulamos nuestro entendimiento y, finalmente, nuestra interacción (tanto física como social) en el espacio que estamos compartiendo con él.
No le prestamos especial atención, ya que ese es el punto de su existencia, el expresar información de forma constante, sin descanso o capacidad de recibir una respuesta, después de todo, son un medio de comunicación unilateral en el cuál cualquier persona dentro del espectro de alfabetización puede participar. Estos rótulos son una representación de los deseos de alguien más, son parte inseparable de la economía informal y son un mecanismo para establecer, regular y aplicar normas de la expectativa social.
Lo que hace tan especial a estos fenómenos lingüísticos es el alcance y efecto tan grandes que tienen la influencia de cada una de estas piezas de papel o cartón. Estos rótulos, aunque a primera vista puedan ser «banales», son parte esencial de nuestra interacción con los espacios urbanos y con el resto de las personas con las cuales compartimos estos entornos. Nos acompañan en nuestro diario vivir, en nuestro trayecto al trabajo, en el caminar de nuestras calles o en nuestras horas de almuerzo, dándole forma a nuestro interactuar con el mundo y con las otras personas sujetas a la misma voluntad de los rótulos. Quizás nunca lo habíamos cuestionado, pero estos pequeños símbolos tienen una influencia enorme en nuestra cotidianidad. ¿Por qué es importante? Porque vivir cada día moldeamos nuestra existencia y nuestras formas de ocupar el mundo
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