Cartas de migrantes para tres presidentes centroamericanos
Cartas de migrantes para tres presidentes centroamericanos
Hacen falta trabajadores especializados en ciertos sectores de economías de Guatemala, Honduras y El Salvador porque se van a Estados Unidos. Allá se gana mejor, dijeron pilotos, pescadores, abogados y estudiantes de medicina. Este es el resultado de una búsqueda de datos e historias de migrantes o de población que está por engrosar ese rubro. El resultado: una carta -más parecida a un reclamo- que quisieran enviar a quien gobierna sus países.
Para las familias, la migración tiene el rostro de padre, madre, hijos, pareja, hermano o hermana, gente a la que extrañan. La economía –quién diría– empieza a extrañarlos. Si bien abre con gusto sus bolsillos al consumo de las remesas, empieza a echar de menos a los que se fueron en forma de conductores de transporte pesado, pescadores artesanales o profesionales recién egresados de la universidad.
En Guatemala, Honduras y El Salvador, les hace falta población económicamente activa (PEA) para seguir y generar ingresos. Es decir, sí hay jóvenes, pero están en Estados Unidos, en camino, o piensan partir. Las industrias y sectores especializados,más que extrañarlos, les hacen falta para producir.
Desde hace tres años en Guatemala faltan pilotos, al menos 12 mil, estimó la Coordinadora Nacional de Transporte (CNT). Si bien sus condiciones laborales son duras en su país o donde sea, les estimula la paga de hasta diez veces más en dólares de Estados Unidos o Canadá. Conducir sin temer a la extorsión por su carga y sobre mejores carreteras. Tanta falta hacen que ya hubo quien empujó una ley desesperada para reducir de 25 a 18 años la edad para tramitar una licencia de manejo profesional.
A los constructores también les faltan albañiles, se fueron para el norte, saben.
En un tiempo les faltarán médicos en El Salvador porque no están contentos con ganar 800 dólares al mes después de ocho años de estudiar. Ya se siente la falta de especialistas en ese país. Lo mismo abogados que ejercieron por 900 dólares mensuales y tampoco les alcanzó. «La economía es el problema que más preocupa a los salvadoreños», según un estudio de la Fundación Dr. Guillermo Manuel Ungo (Fundaungo). Encontró que uno de cada cuatro salvadoreños quiere migrar, sobre todo quienes tienen más años de escolaridad.
Honduras tiene 671 kilómetros de litoral en el Atlántico y 133 en el Pacífico. «Se están yendo los pescadores, ya casi no hay en el norte ni en el sur. No tenemos apoyo del Gobierno, no tenemos apoyo de la cooperación internacional, no tenemos credibilidad bancaria. Este gobierno es represivo y nos auto censuramos, la industria de la pesca está en crisis», reclama Leoncio Henríquez, presidente de la Asociación de Pescadores de Puerto Cortés.
Además de pescadores, a Honduras le faltan zapateros y albañiles.
Estas cartas se escribieron con las voces de personas que migraron y otras que están por hacerlo. Con datos y cifras sobre estudios de migración desde Guatemala, Honduras y El Salvador. Esto dijeron.
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Señor Nayib Bukele:
Cuando les dije que quería estudiar medicina como ellos, mis padres, sintieron una mezcla de orgullo y tristeza. Ambos son médicos del sistema público. Saben los sacrificios de la profesión que aún con dos salarios de médicos (entre 800 y 1,000 dólares) no son capaces de costear una vida más cómoda para la familia.
Me llamo Camila, crecí viéndolos regresar del trabajo con un cansancio que a veces parecía derrota. ¿Qué clase de masoquista estudia la misma carrera después de ser testigo en primera fila?, se preguntará. Es que también los vi regresar cansados y satisfechos por un paciente que regresó sano a casa, o porque ese día nadie murió. Los vi ayudar incondicionalmente a familia, amigos y desconocidos por igual. Solo alguien que ama su profesión soporta esas condiciones más difíciles.
El mismo año que ingresé a la universidad, mi mamá abrió un fondo de ahorro para sacarme del país en cuanto me gradúe. Al tiempo que escribo esta carta evalúo opciones para una nueva vida. Es difícil pensar que estaré lejos de mi familia y amigos, me aterra pensar si seré aceptada o podré adaptarme a una nueva sociedad. El Gobierno impide que médicos internos se gradúen por quejarse del cansancio en redes sociales. Después de llamarlos héroes durante la pandemia redujo a blancos de ataque a profesionales críticos de sus políticas de salud. Mis padres están más preocupados que nunca.
En abril de 2024, usted ofreció 5 mil pasaportes para profesionales extranjeros altamente calificados que quieran venir a vivir a El Salvador y desarrollar su campo de trabajo. ¿Acaso, presidente, ignora al 12 % de la población salvadoreña en Estados Unidos?, la que aún siendo profesional migró. Lo dicen estudios de caracterización de migrantes de la embajada gringa. Miles de profesionales dejan el país cada año por falta de oportunidades de desarrollo. ¡Ah!, el centro de estudios Fundaungo publicó una encuesta sobre intenciones de migrar de la población salvadoreña, el 24.3 % de quienes quieren irse tiene estudios superiores. El segundo grupo más numeroso. Antes que atraer talentos extranjeros, ¿por qué no mejorar sus condiciones?
No es fácil estar fuera. Tome el ejemplo de Jorge, un abogado profesional y ético que vio tanta corrupción en las instituciones públicas que se decepcionó. Habría sido un buen funcionario. Aportó desde el sector privado, pero su salario de 900 dólares apenas alcanzaba para mantener a la familia y cuando su esposa enfermó las cosas se complicaron: se acabaron sus ahorros, se endeudó y emigraron a Estados Unidos. Él, su hijo y su pareja.
Serían algunos meses mientras recuperaba el dinero para pagar sus deudas, pero aún sin papeles para ejercer su carrera ganaba más dinero que en cualquiera de sus empleos en El Salvador. Se quedaron. Cambió el escritorio para lavar carros, cargar cajas pesadas en una bodega a temperaturas bajo cero, también muebles finos para una compañía de mudanzas de gente de mucho dinero, condujo camiones y ahora es repartidor de alimentos y Uber. A eso se dedica Jorge, un buen abogado que no encontró en su «Nuevo» El Salvador un espacio para crecer y darle a su familia un futuro. Ahora, sus sueños están en Estados Unidos donde espera legalizarse pronto, por medio de un proceso migratorio para profesionales y pronto retomar su carrera u otra que pueda estudiar. Y usted en busca de profesionales extranjeros.
Vuelva a las aulas donde dio clases y pregunte a los estudiantes nuestros anhelos. A mí, Camila, que estudio Medicina. Le hablaremos del miedo a graduarnos y no encontrar un trabajo digno. O a lo mejor se tope con Magdalena, del último año de periodismo que probó suerte en varias empresas de comunicación y ese corto paso le hizo dudar si la meritocracia existe. La tiene el ofrecimiento de sus primas de su misma edad en Texas para buscarse allá la vida, con ellas independientes económicamente
Se encontrará con jóvenes con ganas de crecer con entusiasmo para mejorar un país como Walter, de tercer año de Química y Farmacia que quiere especializarse afuera y regresar a innovar la industria farmacéutica. Ojalá las cosas cambien a su regreso, de lo contrario, la estadística de gente como Jorge, el abogado, se engrose.
Fuentes para esta carta: Fundación Manuel Guillermo Manuel Ungo (Fundaungo). IInstituto Universitario de Opinión Pública (IUDOP). Las siguientes personas fueron entrevistadas bajo condición de anonimato, luego de que expresaron temor de recibir represalias a causa de sus opiniones: Camila, médica recién graduada; Jorge, abogado quien migró a Estados Unidos. Magdalena, estudiante de cuarto año de periodismo; Walter, estudiante de tercer año de química y farmacia; Carlos y Marina, estudiantes de medicina en la Universidad de El Salvador.
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Estimado presidente Bernardo Arévalo:
Soy piloto de transporte pesado desde hace 24 años. Mi trabajo es fundamental en la economía del país, aunque soy… más bien, somos poco valorados. Mi carga hoy pueden ser fardos de papel higiénico para surtir tiendas de barrio lo mismo que supermercados, y mañana madera para fabricar muebles finos que otro compañero llevará por carga. Como ve, no paramos, no podemos.
Mi padre me heredó el oficio. Terminé el nivel básico y me dediqué a seguir los pasos de mi padre. Recuerdo a mi madre esperar su llamada para preguntarle ¿cómo te fue en el camino? Aprendimos a vivir con su ausencia, a extrañarlo, y ahora soy yo quien se ausenta de casa hasta por tres meses para cumplir entregas en otros países.
Un trabajador con mi experiencia gana entre 5 mil y 7 mil quetzales al mes. Algunos compañeros con suerte y mejores patrones hasta 12 mil quetzales. Creo que pasarse la vida en carretera dentro de un camión debería ser mejor remunerado, por eso, irse a buscar la vida hacia el norte parece la mejor opción.
De un compañero instalado en California supe que en un año se pueden ganar 60 mil dólares. Hice cuentas, son 5 mil dólares al mes, eche punta: como 38 mil quetzales. A pesar de los riesgos en el camino muchos se fueron sin documentos. Otros buscaron alternativas más seguras, aunque más burocráticas, a través de visas laborales o de programas de trabajo temporales implementados por el gobierno de Estados Unidos y Guatemala.
Los jefes dicen que un sueldo de esos aquí es imposible. Aceptan que ante eso no pueden competir, hasta se han vuelto facilitadores para que sus pilotos migren a través de programas de movilidad temporal. Entre los años 2019 y 2024 han sido colocadas 9,180 personas bajo esa modalidad en distintos sectores, eso leí que dijo el Ministerio de Trabajo. A los pilotos les ha costado mucho más ya que la licencia guatemalteca de transporte pesado no es reconocida en varios países.
Presidente, tengo hijos y esposa a los que no quiero dejar solos, pero tengo gastos y responsabilidades. Contemplo la opción de dejar este país de una u otra forma. En un mes me despediré de mi familia con la promesa de enviarles dólares para terminar de pagar la casa, tal vez ampliarla, y asegurar que mis patojos estudien.
Es que estoy cansado. Nuestras jornadas empiezan de madrugada o bien entrada la noche para adaptarnos a los horarios de restricciones que las municipalidades imponen al transporte pesado. Solo en la capital son nueve horas las que no podemos circular.
Cuentan los amigos porahi en Estados Unidos, que allá tienen la opción de buscar un truck park, como ellos les dicen a los lugares para el parqueo de camiones. Ahí pueden comer, dormir y descansar en condiciones seguras, dignas. Aquí, si tenemos suerte nos albergamos en alguna gasolinera de paso. A veces debemos pagar, usted sabe, la extorsión para no ser molestados y dormir en paz al menos un par de horas.
También me contaron de las carreteras allá, ¡lujo de carreteras, dicen!, sin baches y de varios carriles. Considerando que llevamos a nuestro cargo camiones hasta de 22 metros de largo, todos esos detalles cuentan para evitar sufrir accidentes en el camino. Allá todos respetan las leyes de tránsito.
Habrá escuchado a grandes empresarios y funcionarios preocupados por la escasez de mano de obra en el sector transporte. Hasta una iniciativa de ley para bajar la edad mínima para optar a una licencia tipo A, hoy está en 25 años y quieren bajarla a 18. Qué peligroso, ¿no le parece?
¿Qué más le cuento? Soy… más bien somos pilotos, tramitadores y guardias de seguridad de día y de noche para asegurar el traslado de nuestra carga. Terminamos cansados. Y no es que allá en Estados Unidos no vaya a tener jornadas agotadoras, pero al menos ganaré en dólares.
Gracias por leerme y conocer un poco de mis razones para migrar. Ojalá sirva de algo para mejorar las condiciones laborales de mis compañeros pilotos y no tengan por plan de vida dejar a sus familias para darles sustento.
Fuentes para esta carta: Información del Instituto Guatemalteco de Migración (IGM), Congreso de Guatemala, Ministerio de Trabajo (Mintrab); y entrevistas a María Teresa González (presidente de la Coordinadora Nacional de Transporte), Rony Mendoza, Presidente de la Gremial de Pilotos de Transporte Pesado de Guatemala, miembros de Gremial De Pilotos de Transporte Pesado y pilotos ubicados en Estados Unidos.
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Presidenta Xiomara Castro, me presento:
Soy Alejandra Ordóñez, hermana de Santos Tomás. Le escribo esta carta para honrar la memoria de mi hermano, uno de los 11 mil pescadores que trabajan en la zona sur del país, pero ese dato es de 2011 y creo que ahora hay menos. ¿Usted sabía que los pescadores están emigrando? La Secretaría de Agricultura y Ganadería dice que no estaba enterada de esta situación, pero yo le puedo contar. Las organizaciones medioambientales hace tiempo dicen que la pesca artesanal está amenazada por el cambio climático.
Mi hermano era un esposo, padre y trabajador dedicado; hizo lo posible por no irse. Teníamos miedo porque hace tres años uno de nuestros hermanos perdió una pierna en la «Bestia», el tren. Una buena pesca le tomaba una semana completa, ¿ganancia?, ochocientos lempiras (32 dólares). No era suficiente. Su última jornada duró 20 días y solo pescó tres libras, irse parecía la mejor opción. Él creía que en Estados Unidos podría ganar alrededor de 17 dólares por hora como pintor, lo que ganan nuestros hermanos allá como pintores. Con esa idea emigró al país donde (sabía) no era bienvenido.
Contra la voluntad de todos, la suya misma, incluso, Santos emigró. Mi hermano falleció de camino a Estados Unidos el 6 de julio de 2023. Repatriar sus restos nos costó tiempo y dinero, lo enterramos en febrero de este año. Mi cuñada y mis sobrinos de 19, 15 y 7 años se mudaron a San Pedro Sula luego de la tragedia. Dígame, ¿cómo seguir después de esto, cómo acostumbrarse a su ausencia? La Organización Internacional para las Migraciones en Centroamérica registra que de 2020 a junio de 2024 desaparecieron 1,782 migrantes; de 2014 a 2021 se registraron más de 5 mil muertes de migrantes.
Mi familia siempre se ha dedicado a la pesca, mi papá le enseñó el oficio a mis hermanos, es lo que sabemos hacer. Mi mamá se dedicaba a hacer tortillas para vender, eso aprendí yo también. La dieta aquí es poco variada; en promedio los hondureños consumimos casi 8 libras de pescado al año, dice la FAO. Mi papá y hermanos pescan lo que el mar les da, sobre todo pescado y camarón. En mi familia nadie se atreve a irse a Estados Unidos, pero aquí tampoco tenemos trabajo. Las empresas de la zona piden mucha formación académica, eso nos cierra las puertas para trabajar en algo más.
Dos años y medio después de su triunfo en las urnas me dirijo a usted en nombre de mis seres queridos más cercanos y miles de otras familias que recorrieron con la misma mala suerte que nosotros. Le suplico una solución para evitar que las familias se separen.
P. D.
Presidenta, también Leoncio Henríquez quiere decirle esto:
Le escribo desde Puerto Cortés donde presido la Asociación de Pescadores, artesanales, de la que cada vez somos menos, resistimos ante la pesca industrial. ¿Sabe que la ausencia de mano de obra calificada afecta la estabilidad económica del puerto? En los últimos años más pescadores que emigran a Estados Unidos. Me duele que se vayan, pero los entiendo.
A diferencia del sur, luchamos contra la pesca industrializada que no cuida el ecosistema como nosotros, los pescadores artesanales que nacimos, crecimos y queremos la zona. Las buenas pescas recuerdo –digo recuerdo porque casi no las tenemos– nos dejaban ganancia de 10 mil lempiras (400 dólares) entre tres pescadores. Mire ahora la canasta básica anda por 12 mil lempiras (480 dólares) según la Secretaría de Trabajo y Seguridad Social.
Queremos crecer, pero las políticas estatales que regulan la pesca y acuicultura no nos favorecen sin credibilidad bancaria para acceder a créditos. Vivimos en un eterno sálvese quien pueda. Habría que hacer reformas a la Ley de Pesca y Acuicultura y poner atención a las industrias que hacen pesca de arrastre.
Por su tiempo, muy agradecido. Apreciamos cualquier diálogo con las asociaciones de pescadores artesanales para evitar que nuestros pescadores emigren.
Fuentes para esta carta:
Leoncio Henríquez, presidente de la Asociación de Pescadores del Sur. Róger Reyes, director del Comité para la Defensa y Desarrollo de la Flora y Fauna del Golfo de Fonseca (Coddeffagolf). Kaina Alvarado, directora de la Dirección General de Pesca y Acuicultura (Digepesca) de la Secretaría de Agricultura y Ganadería (SAG). Alejandra Ordóñez, hermana de Santos Tomás, migrante. y Dina Morel, asesora de la Secretaría de Gobernación y Justicia.
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