Así, no dudé en sostener que esta pandemia sería (y será) la primera que se logre vencer a pura ciencia y con una rapidez vertiginosa. También pregoné que para mantener la esperanza en nuestros pueblos se necesitaba una evidencia taxativa de honradez y buena voluntad por parte de nuestros gobernantes.
Pero el rumbo que tomaron muchos Gobiernos latinoamericanos en orden al manejo y control de la pandemia fue errático, y no faltó la comisión de terribles desatinos similares a otros documentados a lo largo de la historia mundial. De esa cuenta, el 13 de abril de 2020 publiqué un artículo llamado Miserias y venturas humanas (durante las epidemias), donde puse en el tapete falencias y aciertos actuales.
Destaqué como miserias el ocultamiento de la verdad, la maña de echar culpas infundadas, la incapacidad de asumir responsabilidades y la corrupción rampante como un sonsonete iterativo del mal en los territorios afectados.
Destaqué como una ventura la disposición al servicio del personal de salud, la cual llega al extremo de poner en riesgo su honra y su vida. La honra porque siempre se les exige resultados inmejorables (so pena de insultos, amenazas y difamación) sin caer en la cuenta de que trabajan con material y equipo de calidades ínfimas (medicamentos incluidos). En consecuencia, comprometen su propia vida a causa de la alta posibilidad de contagios.
Con relación a la confianza que se debía mantener en la comunidad científica, el 13 de julio de 2020 publiqué otro artículo llamado Siempre hay una luz al final del túnel. Anuncié que, a diferencia de las dos últimas pandemias, en esta los científicos estaban trabajando aceleradamente en la elaboración de las vacunas y que esa labor nos permitiría tener a corto plazo una solución fiable y certera.
Y llegó el momento de la bisagra. Me refiero al momento de abrir o cerrar las puertas a la vida, pues las vacunas ya fueron logradas.
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En ese orden, quiero destacar y congratular la capacidad de los científicos para crear más de 30 posibilidades de inmunización en un tiempo récord. Menos de 12 meses a partir de la primera alarma que se dio en Wuhan, China. También la nobleza de muchos Gobiernos que están aperándose de las dosis necesarias para aplicarlas gratuita y universalmente en sus países. Rectifican así sus dislates iniciales.
Pero la bisagra que permite abrir la puerta entre la vida y la muerte no está relacionada solo con el virus del SARS-CoV-2, ya que la época geológica que estamos viviendo, con todas sus implicaciones, es el Antropoceno (lapso propuesto por algunos científicos para reemplazar al Holoceno, actual época del período cuaternario). Acerca de ello nos alecciona el teólogo y filósofo brasileño Leonardo Boff en su ensayo Espiritualidad y eventual fin de la especie humana, el primero de más de 30 publicados en la Agenda Latinoamericana Mundial 2021, dedicada este año a la memoria de Pedro Casaldáliga.
Boff ha prevenido que actualmente nos encontramos en la sexta extinción masiva, que comenzó hace unos diez mil años. Y nos advierte que ese ocaso «se está acelerando por la agresión sistemática a todos los ecosistemas debido a la acción humana, ávida de acumulación ilimitada de bienes materiales. Esto produce una doble injusticia: una ecológica, que priva despiadadamente los ecosistemas, y una social, que empobrece perversamente a la mayoría de las sociedades humanas».
Así las cosas, hemos de entender que el virus no salió de la nada ni nos infectó por un capricho de la naturaleza. Como en otras tantas amenazas mortales para la supervivencia del planeta, la irresponsabilidad de la especie humana ha estado de por medio.
¿Podremos salir del punto de no retorno donde hemos puesto a nuestra casa común? Yo creo que sí. La bisagra aún permite abrir las puertas a la vida. Para lograrlo debemos caer en la cuenta de que nuestra condición de Homo sapiens sapiens no evita nuestra finitud en la vertiente del tiempo y entender que nosotros (homos no tan sapiens) no somos los dueños ni de la naturaleza ni de la vida.
Éxitos a todos en este 2021, año de la bisagra, año de la esperanza.
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