Nos apoyaremos en este enlace, en este y en este otro con información oficial.
En primera lectura, los datos revelan una exacerbación de la desnutrición aguda (es decir, con riesgo de muerte) de la población infantil (particularmente en menores de 30 meses de edad). Sin embargo, esto no es tan fácil como ir en línea recta del punto A al B. Los especialistas argumentan, con razón, que no es posible sacar conclusiones con los datos disponibles. Intentemos comprender un poco lo que sucede.
Guatemala cuenta con un Sistema Nacional de Seguridad Alimentaria y Nutricional ejemplar en el mundo. En términos generales, este tiene todo lo que se necesita en cuanto a marco político e institucional, mecanismos de coordinación intersectorial y modelos de coordinación y ejecución hasta el nivel comunitario. Pero las cifras nacionales de inseguridad alimentaria y malnutrición nos colocan en el fondo del pozo latinoamericano y del Caribe. ¿Qué va mal?
La lista es enorme y desproporcionada para el espacio de esta columna, así que veamos una breve e incompleta enunciación.
En cuanto a información:
- Cambios frecuentes, mal explicados y mal entendidos de forma, manera y formato de recoger y reportar información. En la larga cadena de transmisión de datos hay pérdidas y modificaciones no detectadas. Interpretar los reportes requiere educación especializada.
- El hecho de que muchos de los cambios obedecen a que las autoridades quieren influenciar lo técnico con lo político y terminan contaminándolo.
- El hecho de que las autoridades de gobierno suspenden o retrasan la publicación de ciertos datos por temor a quedar expuestas.
- El hecho de que, bajo la bandera de mejoras, se hacen cambios en la cantidad, el tipo y el nivel territorial de la población sujeta a recolección de datos. Esto impide la comparación en el tiempo y el espacio, así como entre los eventos de recolección (censos, encuestas nacionales, datos recolectados en servicio de salud, datos de visitas domiciliares).
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- Bajo presupuesto para poner en práctica las muchas recomendaciones para mejorar los sistemas de información. Se sabe qué hacer, pero no se hace.
Por lo anterior, hay razón cuando algunas autoridades dicen que la información no ha sido comprendida correctamente. Por ejemplo, se puede argumentar que el aumento del número reportado de casos de desnutrición aguda se debe a una ampliación de cobertura de servicios.
La deliberada o accidental falta de datos comparables deja en terreno pantanoso las interpretaciones y conclusiones del estado nutricional hechas a partir de estadísticas, pero aún podemos analizar otras evidencias. Retomemos la enunciación.
Estado del financiamiento de los programas:
- El estandarte de este gobierno (y la mayor responsabilidad del vicepresidente) es la GCNN, financiada en parte por un préstamo de cien millones de dólares del Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (BIRF) para el convenio Crecer Sano. ¡Estamos en el segundo año de cinco y ni siquiera tenemos la línea de base! A pesar de la enorme cantidad de préstamos y de otros recursos específicos para la pandemia de covid-19, el Gobierno solicitó desviar veinte millones del préstamo para la pandemia, y el banco lo aprobó alcahueta e irresponsablemente. El último reporte de ejecución es del 4 %.
- Las asignaciones del Ministerio de Finanzas gatean y las necesidades corren.
Situación de la pobreza y de la desnutrición:
La gobernanza de la GCNN es víctima de los conflictos Presidencia-Vicepresidencia.
Hay cosas buenas (cuadros técnicos competentes y con voluntad de trabajo, mucho acompañamiento internacional, certeros diagnósticos externos con recomendaciones), pero su peso específico ante los otros factores resulta bajo.
Se acabó el espacio. ¿Qué dice el público? ¿Estará aumentando la desnutrición durante el presente gobierno?
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