Petén siempre fue el territorio indómito. Una selva de leyenda, una visión estimulada por la lectura de las narraciones de Rodríguez Macal. Una naturaleza exuberante romantizada por la población urbana, pero reservorio de tierra y oportunidad para muchos campesinos del país. Como ejemplo, el 83% de quienes solicitaron adjudicación de tierras a la Empresa Nacional de Fomento y Desarrollo Económico del Petén (Fydep) en los primeros cinco años después de su creación en 1959 eran originarios de otros departamentos[1].
De esa época para acá, la población del Petén se ha mantenido en constante aumento y alcanzó una tasa de crecimiento del 251% en el período entre censos 1973-1994, cuando el 46% de los habitantes del Petén no eran originarios del departamento[2].
Tradicionalmente, muchos campesinos del nororiente del país han migrado al Petén para laborar como jornaleros, pero también para cultivar tierras en medianía. Algunos, incluso, se han quedado, especialmente aquellos que llegaron primero. Los lugares de entrada han sido los municipios de San Luis y Poptún, aunque poco a poco los migrantes se han desplazado hacia Dolores, La Libertad y Sayaxché. Se trata de una migración rural, en sentido contrario a la tendencia mundial hacia la urbanización.
Sin embargo, las tierras buscadas en Petén con el fin de cultivar no son aptas para la producción agrícola, ya que los suelos son calizos, por lo que son poco profundos y pierden rápidamente la capa de humus que los cubre, de modo que disminuye su productividad. La frontera agrícola avanza rápidamente y es responsable del 80% de la reducción del bosque. Además, se trata de tierras que después de pocos años son abandonadas debido a su bajo rendimiento y que pronto se convierten en pastizales para ganadería. Se necesita entonces buscar nuevas tierras, y el círculo se inicia una vez más, de tal manera que acelera la degradación ambiental y la pérdida de biodiversidad, lo cual a largo plazo causará alteraciones en el ambiente, con repercusiones en la supervivencia humana.
La sequía de los últimos años nos ha afectado a todos, pero tiene a las comunidades más pobres contra la pared. La vulnerabilidad ante el cambio climático se origina en una interrelación de factores sociales, económicos, políticos y demográficos. La búsqueda de tierras fuera de las comunidades de origen no es más que la aplicación de una estrategia de adaptación al cambio climático ante la falta de oportunidades de educación, salud y empleo, que el Estado les ha negado. Esta situación se agravará y no se resolverá en tanto no se pongan en marcha políticas integrales de desarrollo que permitan a las poblaciones rurales no solo satisfacer sus necesidades básicas, sino también tener libertad para trabajar, crear, soñar y alcanzar un futuro mejor.
[1] Caal, W. (Coord.) (2013). «Diagnóstico territorial de Petén». Petén 2032: Plan de desarrollo integral de Petén, tomo 1. Guatemala: Segeplán.
[2] Gellert, G. (2000). «Las migraciones como estrategias de sobrevivencia de los excluidos y sus determinantes territoriales». En V. Gálvez y G. Gellert. Guatemala: exclusión social y estrategias para enfrentarla (pp. 173-343). Guatemala: Flacso.
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