Me refiero al bolsillo de los grandes productores. De inmediato las altas esferas del Ejecutivo salieron a desmentir los datos que arrojaba el polémico reportaje. En horas de la tarde, uno de sus integrantes asistía a una celebración de una de las empresas implicadas en el escándalo.
No faltaron declaraciones de gremiales y asociaciones exigiendo al Ministerio de Trabajo una «exhaustiva investigación» sobre unidades productivas que se encuentren en «supuesto incumplimiento», pero todas ellas al mejor estilo de Hamlet —probablemente el personaje más inteligente en la historia de la literatura—, quien, para que nadie descubra lo que sabe, decide hacerse el loco.
Por su lado, Clooney, imagen y portavoz de Nespresso, indica que se unió a la junta asesora de la empresa con el objetivo de mejorar las vidas de los agricultores. La casa comercial expresó que el documental no especifica las fincas incriminadas y que van a verificar si tienen relación comercial con estas.
El 2 de marzo, Anthony Barnett, reportero de Channel 4 Dispatches, publicó una carta abierta al artista en la que expresó datos importantes que me permito extraer:
«En primer lugar, le escribí porque estaba realmente conmocionado por lo que presencié en Guatemala, un productor de algunos de los mejores cafés del mundo, pero también uno de los países más pobres del planeta». También dice: «En respuesta a nuestros hallazgos […], primero, se negaron a ser entrevistados; luego, exigieron detalles de dónde habíamos filmado; luego, anunciaron al mundo que tenían cero tolerancia al trabajo infantil y que llevarían a cabo una investigación, y finalmente, detuvieron todas las compras en esta región de Guatemala».
«… Al dejar de comprar café de esta región, Nespresso castigará a las mismas personas que ya viven en condiciones muy desesperadas. La razón principal por la que los padres se ven obligados a sacar a sus hijos de la escuela y ponerlos a trabajar en los cafetales es juntar suficiente dinero para comprar comida.
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»En una granja en la que pudimos filmar conocí a un niño de 12 años llamado Juan. […] Me recordó a uno de los amigos de mi hijo con el que él solía jugar en el equipo de futbol de su escuela. Pero para este niño de 12 años no había futbol ni escuela. Trabajaba alrededor de siete horas al día, hasta seis días a la semana, en condiciones extenuantes, en campos infestados de desagradables insectos chupadores de sangre y posiblemente de serpientes. Me dijo que había estado recogiendo a tiempo completo desde que tenía 11 años. A Juan le pagan dependiendo del peso del café que lograba recoger y podía ganar tan poco como 2.50 libras [alrededor de Q24.60] por día, menos de lo que cuesta comprar una cápsula individual de café.
»Mientras estaba en Guatemala tuve el honor de entrevistar a Lesbia Amézquita, abogada laboralista y valiente defensora de los derechos de los trabajadores en Guatemala con la organización MSICG. Arriesga su vida al hablar respecto a temas como el trabajo infantil y desafía sin temor a quienes están en el poder. Ella fácilmente podría ser una heroína en una de tus películas. Ella habló con pasión sobre las razones por las cuales los niños se ven obligados a trabajar en cafetales y cómo los sistemas de certificación establecidos son ineficaces. Los proveedores reciben una advertencia previa a la inspección […]. Señor Clooney, por favor, no escuche a los ejecutivos de la compañía y a las organizaciones de terceros que contratan que afirman que todo es color de rosa. Hable con Lesbia. Ella le dirá la verdad: la evidencia descubierta en nuestra investigación me lleva a creer que el problema subyacente del trabajo infantil en las fincas cafetaleras de Guatemala es generalizado y sistémico».
Yo, que he crecido por esta región, no puedo más que asegurar que cada palabra vertida por Barnett en la carta es legítima: «Si se pudiera garantizarles a los padres un salario mínimo que les proporcionara los elementos básicos, entonces no tendrían que sacar a sus hijos de la escuela para trabajar en los cafetales».
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