Como en cada año, el recuento de lo sucedido es necesario para actualizarte. Cabe contarte que tu amada Alma Máter, la Universidad de San Carlos de Guatemala (Usac) ha pasado a formar parte del botín de la corrupción y la impunidad. Mediante un proceso viciado al que el narcoestado patrocinó, un usurpador se apoltrona en la Rectoría de la tricentenaria.
Wálter Mazariegos es su nombre y crimen y corrupción sus divisas. Como fiel ejecutor de las políticas del pacto de golpistas, se ha valido de cuerpos ilegales de seguridad para mantener su posición. Se impuso fraudulentamente impidiendo la elección libre para la Rectoría y conspiró contra la digna resistencia a la cual agredió groseramente. Creyendo controlar la situación, impide la asistencia presencial a la Ciudad Universitaria en un vano intento por anular el espíritu luchador del estudiantado.
Sin embargo, el alma rebelde que vibra en cada persona que se integra a la Usac, más temprano que tarde palpitará como ahora lo hace el corazón del pueblo de Guatemala. Ese pueblo que ahora te saluda resistiendo la agresión brutal del renovado terrorismo de Estado, que intenta acallar las voces de reclamo.
De seguro sabrás que nuestra amada tierra sigue mancillada por quienes, a lo largo de la historia, han sostenido el sistema opresor y excluyente. Pero ahora hay una enorme diferencia. Los pueblos, de la mano de sus autoridades ancestrales han dicho basta y han plantado cara al pacto de golpistas y su élite corrupta. No han sido días fáciles. Durante las semanas que lleva el #ParoNacionalIndefinido, ha tocado vivir las inclemencias del tiempo. Frío, calor, sol, lluvia, pero jamás olvido o abandono, pues la solidaridad de los pueblos, de esos pueblos empobrecidos, pero dignos, ha colmado a quienes llevan la frente en alto ante el sistema.
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Con alegría, con enérgica rebeldía, con firmeza y organización, los pueblos han sostenido el enorme desafío que representa en Guatemala el reclamo del ejercicio de derechos en condiciones de armonía y paz social. Como imaginarás, el discurso de odio y la alimentación de las acciones de clasismo racista no se han hecho esperar. De hecho, con la tolernacia estatal han llegado al extremo de convertir a sus ejecutores en criminales y a sus apañadores en cómplices de asesinato.
Envalentonados por los discursos oficiales, han actuado convencidos de que gozarán de impunidad. Así, un cura en la zona 15 usó su carro como arma contra quienes sostenían la resistencia. Luego, en esa zona y otros en el Sur, usaron la fuerza armada para desalojar puntos de resistencia ante la tolerancia perversa de las autoridades. Tal nivel de complicidad le dio la pauta al alcalde electo de Ocós, San Marcos, Álvaro López y su seguridad, para arremeter a balazos contra la resistencia. En ese hecho, Francisco González Velásquez fue asesinado. Por la noche, justo cuando circulaban rumores de que el Ejército preparaba un golpe de Estado, un camión con soldados intentó ingresar a Totonicapán mientras guardias militares eran desplegados a los centros hospitalarios de la capital.
No son casualidades, querido Oliverio. Son las patadas de ahogado de un reǵimen cuyos operarios se sienten acorralados ante la gigantesca y digna resistencia ciudadana. Duele pensar que usarán la fuerza para detener la voluntad del pueblo. Alienta pensar que esa misma voluntad se ha consolidado en la decisión de tomar de una vez por todas el destino social en las manos del pueblo. Por ello, repetimos tus proféticas palabras del 20 de octubre de 1978: «Podrán masacrar a los dirigentes, pero mientras haya pueblo, habrá revolución».
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