Desnudas por la fuerza

Sería un desperdicio de este espacio si repitiera los comentarios que siguieron. Lo que puedo decir es que la mayoría de ellos me trajo desconsuelo. En un país donde cada ciudadano clama por su libertad de expresión, quedó claro que la tuya termina donde empieza mi intolerancia, esa masa bofa, pegajosa y grasienta que se alimenta de miedos y prejuicios.

Destaca que no encontré referencias al texto dramatizado aquella tarde.

Yo sentí como si aquellas mujeres fueran mis hijas, obligadas con violencia a mostrarse desnudas frente a miles de ojos estrábicos y espasmódicos. Si tu hija o tu hermana se presentara así por la fuerza, los comentarios no serían sobre la desnudez, sino sobre aquello que las puso allí.

Aquellas dos mujeres, a quienes no conozco, sí estaban allí por la fuerza, y eso es lo que no se quiere discutir.

Si alguien estrella su automóvil mientras maneja borracho, decimos que es su culpa por abusar del alcohol. Si un ladrón es vapuleado por la multitud que lo capturó infraganti, diremos que es su culpa por no buscar un trabajo honrado. Yo sentí que esas mujeres estaban allí desnudas por la fuerza de la culpa. La culpa de una sociedad que aparta los ojos o dobla la página ante las estadísticas de violencia contra mujeres y niñas. La culpa de una sociedad que presencia un abuso y dice que no es su problema. La fuerza de una sociedad que abusa intramuros.

Pero de esa culpa no hablamos. Resulta más conveniente hablar de desnudez ajena.

Por eso nuestras hijas, madres, hermanas, nietas, primas, amigas y vecinas seguirán siendo violentadas de palabra y de hecho. Porque nadie puede decir qué gritaban las dos amazonas del parque.

Pienso que la desnudez del parque no fue de las mujeres, sino de la sociedad entera. Ellas estaban vestidas de coraje, rabia y razón. Los demás, desnudos de conciencia y de voluntad para enfrentarse a la verdad: la violencia contra las mujeres nace, crece y se reproduce en casa. De ahí es de donde sale a generar estadísticas. No es culpa de la izquierda ni de la derecha, para desconsuelo y angustia de muchos. No es culpa del Gobierno ni de la Iglesia. Y cuando se nos terminan los culpables de cajón, solo nos queda el espejo de la conciencia y la responsabilidad personal por acción u omisión dentro y fuera de casa. Y eso sí que no, que no y que no.

Ahora sí, señoras y señores: discutamos sobre violencia contra las mujeres.